Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(52)
Conteniendo la ira, mi única opción era salir de ahí antes de que me diera igual lo que dijeran los demás y me lanzara a ahogar a Aegan en la piscina.
A zancadas rápidas me dirigí a las escaleras para abandonar la terraza. Me dolía la nariz, la mejilla, parte de la boca e incluso estaba algo mareada, pero la rabia por las risas y por la hipocresía me impulsaron a meterme en el primer lugar que vi: el establo.
Empecé a patear el heno como una loca furiosa.
—?Maldito Aegan! —chillé—. ?Te odio!
Los caballos miraron mi show. Algunos relincharon como diciendo: ?Ey, loca, ?por qué montas ese escándalo en nuestra casa??. La verdad es que parecía una histérica, pero si no me desahogaba de ese modo iba a darme un infarto. Tenía que liberar la rabia o me desmayaría. Así que despotriqué durante unos minutos, soltando groserías e insultos, hasta que el se?or destino dejó de estar de mi lado, se me enredó el pie en el heno y caí al suelo como una estúpida.
Me llené el trasero de heno, tierra y piedrecitas. Medio temblando y medio mareada, me levanté, me sacudí, y cuando me di la vuelta para irme, me topé con Adrik, que estaba ahí mirándome.
Llevaba puesto un atuendo que lo hacía parecer un mozo del establo.
—Si destrozas el heno, solo me haces más difícil el trabajo —me dijo, ce?udo.
Quise soltarle: ??Qué haces ahí? ?No puedo tener algo de privacidad para explotar??. Pero tenía más sentido su presencia en el establo que la mía.
—Lo siento —me disculpé, intentando recuperar un poco de calma—. No sabía que te encargabas de limpiar este lugar.
En ese momento pareció darse cuenta de que iba en biquini y de que estaba hecha un desastre, porque me miró de arriba abajo con una expresión incrédula. Sentí la necesidad de cubrirme porque cuando Adrik te miraba de esa manera, tan fijamente y con tanta atención, daba la impresión de que estaba viendo hasta tus órganos.
—No creo que esto sea lo que estoy pensando —comentó él, dudoso, refiriéndose a mi situación.
—Depende, ?estás pensando que soy una estúpida, ridícula, medio desnuda que lo hace todo mal?
—Una parte de eso —admitió con un mohín de duda.
—Pues sí, estás en lo cierto —le concedí.
No le importó mucho. Procedió a dejar el heno sobre una pila, luego se sacudió las manos y cogió un rastrillo que había contra una de las paredes. Comenzó a recoger el heno que yo había desperdigado. Tuve la impresión de que era el único que se dedicaba a mantener ordenado el establo.
Supuse que ya debía irme, pero...
—Lo que sea que te haya pasado ahora, es culpa tuya —se atrevió a decirme.
Abrí y cerré la boca para decir algo hiriente, pero solo me salió:
—?Por qué?
—?Por qué eres su novia si lo odias? —inquirió en una inteligente respuesta.
Recurrí a las mentiras.
—Yo no lo...
—Te odio, Aegan —me interrumpió, imitándome—. Maldito seas, eres un imbécil, ojalá pudiera patearte la cara como estoy pateando este heno.
Vaaale, me había oído. Eso sí que había sido estúpido por mi parte.
Creí que había arruinado mi imagen de novia enamorada hasta que él elevó la comisura derecha en una sonrisa agria, pero divertida.
—Fue casi una declaración de homicidio —opinó.
—Bueno, no lo dije en serio —traté de arreglar mi error—. Solo es que estaba enfadada, pero ya se me ha pasado.
No me creyó. Negó con la cabeza y uno de los caballos pareció emocionado de que Adrik estuviera cerca rastrillando el terreno.
—?Quieres un consejo de verdad, Jude? —dijo de forma inesperada—. No eres tan tonta como te gusta aparentar. Si quieres hacer algo bueno, si en verdad no quieres seguir pasando por estas cosas, aléjate de nosotros y ocúpate de tus estudios. No le veo sentido a que estés con él si te hace pasarlo tan mal.
Me quedé estupefacta... ?Me estaba dando un buen consejo? ?él? ?A mí?
?Me lo creía o no me lo creía?
—Es... complicado —decidí decir. Luego recuperé cierta firmeza—. E igual no hablaré de esto contigo. Sé que los tres pueden conspirar para...
Me interrumpió:
—La última vez que conspiramos teníamos nueve a?os y tratábamos de decidir si encerrábamos a Aleixandre en el armario o en el sótano. —Detuvo lo que estaba haciendo y se apoyó en el rastrillo. Entornó los ojos y me miró—: ?O tú crees que nos reunimos los tres para planear cómo fastidiarte la vida?
Lo que sí creía era que eran crueles, muy crueles.
—Es que...
—El mundo no gira alrededor de ti, Jude —volvió a interrumpirme, esta vez con hastío.
—Pero ?sí gira alrededor de los Cash? —rebatí, enarcando una ceja.