Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(54)



El botón de emergencia es muy beneficioso, ?eh?, sobre todo si tienes tendencia a meterte en problemas, como yo.

—Bueno, está bien —aceptó finalmente.

Ahora yo tenía que concretar mi plan.

Jude detectivesca: activada.





12


Sí, los Cash controlan hasta tus menstruaciones




Noche. Exteriores del club.

Yo, sigilosa, estaba oculta tras uno de los árboles ubicados al otro lado de la calle del edificio. Veía que todo estaba despejado. A simple vista, no parecía que adentro estuviese sucediendo nada importante. No había indicios de fiesta u evento ni tampoco se veía a gente entrando o saliendo. Solo silencio. La noche alrededor estaba tranquila y algo fría, y el cielo estrellado parecía feliz de que no me hubiese acobardado.

Tal vez por eso no me esperé lo que pasó.

—Jude —dijo de repente alguien detrás de mí.

Casi pegué un grito. Me giré tan violentamente que pude haberle lanzado un golpe. Pero reconocí a la persona muy rápido.

—??Qué haces aquí?! —exclamé en un susurro.

—Me quedé preocupada cuando te fuiste —respondió Artie, nerviosa—. Pensé que sería mejor que te acompa?ara. él... —Y lo siguiente lo dijo tan bajito que casi no la oí—: no puede hacerte nada si estás con alguien.

Guauu, en verdad creía que Aegan era muy peligroso.

Pero que estuviera ahí arruinaba mi mentira y me dejaba sin botón de emergencia, por eso tuve ganas de darle un bofetón, pero no quise ser dura. Tal vez sí debía intentar confiar en ella. Al menos se preocupaba. Nunca nadie se había preocupado por mí desde...

Bueno, ya llegaremos a eso.

—De acuerdo, sé silenciosa —le indiqué en un suspiro— porque vamos a entrar.

No tendría más remedio que revelarle lo de la puerta. Pensé que serviría como una prueba de amistad.

Entramos en el club. El vestíbulo, vacío. Ningún ruido por ninguna parte. Ninguna voz. Artie lo miró todo con fascinación. Primero exploramos un poco las áreas más comunes, por si había alguien por ahí que pudiera sospechar que habíamos ido por una razón en específico, pero descubrimos que no había nadie en todo el lugar.

Entonces fuimos hacia la puerta.

Esa noche, al girar la perilla, pensé que estaría cerrada, pero no. La abrí y lo que vi ante nosotras fue un silencioso pasillo que tenía una escalera descendente al fondo.

—?A dónde vamos? —me preguntó Artie en un susurro inquieto.

—Quiero ver qué hay más allá —le contesté—. Sospecho que puede haber algo raro.

—?Algo raro como qué? —preguntó al instante.

—Algo raro, Artie —me limité a decirle.

Intenté caminar, pero me tomó del brazo. Sus cejas arqueadas revelaban su miedo.

—Jude, volvamos —quiso convencerme—. Esto no me gusta nada.

La miré con seguridad.

—La primera vez que estuve aquí, Aleixandre actuó de forma rara al ver esta puerta abierta, y ahora necesito descubrir qué esconde —le expliqué—. Si vamos a ser amigas, debes saber que yo no me detengo cuando quiero algo, y que a veces hago cosas estúpidas que es mejor mantener en secreto. Entonces, aquí es donde te pregunto: ?me acompa?arás en esta estupidez o no?

Hubo un silencio de suspense. Artie pareció demasiado indecisa. En ese instante tenía la opción de irse y decirle a Aegan que yo estaba husmeando en su club o quedarse.

Sorprendentemente, eligió quedarse.

—Bien —suspiró—, pero prepararé un mensaje para Kiana, listo para enviar por si acaso.

—Perfecto —asentí.

Con nuestro equipo formado —en realidad, luego comprobaría si Artie era de fiar o no—, bajamos la escalera. Nos encontramos con otro pasillo que conducía a otras escaleras. Mientras bajábamos, vimos que las paredes eran diferentes, por lo que concluimos que esas secciones habían sido a?adidas. Aquella zona subterránea cada vez era más silenciosa y su aspecto nada tenía que ver con el estilo clásico del club.

?Es que estábamos bajando las escaleras secretas que llevaban a los túneles del Vaticano?

Al final, nos encontramos frente a una puerta que, para mi sorpresa, tenía un panel para introducir letras y números.

Artie y yo nos miramos, impactadas.

Pegué la oreja a la puerta un momento, por precaución. Como no escuché nada, marqué el código en el panel. La puerta se desbloqueó y abrí con lentitud. Asomé un ojo y, al confirmar que no había nadie, Artie y yo entramos.

?Qué rayos era esa habitación?

Cuatro paredes, dos de ellas con amplios espejos. Otra puerta daba a algún otro sitio, y a ambos lados de ella había dos grandes cajas transparentes. Cuando me acerqué, vi que dentro había un montón de máscaras de todo tipo: de carnaval, de animales, de rostros de mu?ecas, de mu?ecos, de personajes de dibujos animados, algunas sin identidad específica y el resto con un estilo sensual y perturbador.

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