Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(58)
Aegan no apartó la mirada asesina de mí.
Habló quien menos me esperaba.
—No se preocupen —dijo Artie de pronto—. Firmaremos el contrato.
La miré con brusquedad. Ella me miró también y con mi expresión horrorizada y desconcertada al mismo tiempo traté de transmitirle un: ???Por qué tomas esa decisión sin que lo hablemos?!?. Lo que me devolvió fue un susurro: ?Vamos con ellos y luego te explico?.
El rubio asintió y avanzó para abrir la puerta. Después se hizo a un lado para permitirnos salir primero. Sin dudar, Artie obedeció.
La traición, la decepción, hermano.
No me quedó otra que seguirla.
Antes de que dejáramos el lugar, Aegan nos dijo con voz implacable:
—No tienen permitido entrar aquí de nuevo.
Ni siquiera quise dedicarle una de mis miradas desafiantes. él no me iba a prohibir entrar en ninguna parte, pero eso no tenía que saberlo ahora.
Abandonamos el club, seguidas y vigiladas por Aleixandre y el rubio. No me gustaba esa sensación de estar siendo guiadas como si nos llevaran a una celda, pero me aguanté. Pasamos por el aparcamiento y subimos al auto de Aleixandre. Durante todo el camino no dijimos nada. Estaba molesta con Artie, a pesar de que ella parecía saber muy bien lo que iba a pasar. Si lográbamos estar solas en algún momento, tenía muchas preguntas que hacerle.
Pronto entramos en una zona de edificios que eran más grandes que el resto de los del campus. Dash me había contado que había un área de apartamentos más grandes y mejores que los alumnos podían pagar para alquilar durante el semestre. Pues era esa, y se notaba la diferencia. Tenían más pisos, más ventanas y parecían más urbanos que estudiantiles. Por dentro, claro, eran incluso mejor.
Al subir al último piso y entrar, lo primero que vi fue que tenían un ventanal enorme, la cocina conectada con la sala de estar y un pasillo que llevaba a cuatro habitaciones. Había un poco de desorden y todo olía a loción de afeitar, pero era normal considerando que vivían tres chicos. Y no estoy diciendo que todos los chicos sean desordenados, pero esos sí lo eran.
Mi vistazo se detuvo en la cocina porque había una persona. Solo cuando cerró la puerta del refrigerador vi que era Adrik. Nos miró con el ce?o fruncido mientras sostenía una lata de Coca-Cola, y luego, muy lentamente, amplió la boca hasta que formó una peque?a sonrisa.
La hija oscura de La familia Addams y él tenían el mismo espíritu.
—Dejen que me haga mi propia historia mental sobre esto —pidió con lo que podía ser la forma en la que Adrik demostraba entusiasmo.
Aleixandre nos pidió esperar en la sala y se perdió por el pasillo.
Adrik, por otro lado, se apoyó en la isla de la cocina, bebió un trago de Coca-Cola y nos observó con los ojos entornados, en silencio. El espejo sobre el peque?o bar cerca del ventanal me hizo darme cuenta de que estaba despeinada, tenía la ropa rota y aún se notaba la marca enrojecida del balón de vóleibol en la cara. Era un desastre.
—Sospecho que ha habido una pelea —comentó Adrik, como si estuviera sumergido en sus propias teorías—, pero no tengo idea de por qué.
—Entraron en el club —le reveló el rubio, apoyado junto a la puerta con las manos hundidas en los bolsillos.
Adrik pesta?eó con incredulidad.
—Bueno, ganaron —aceptó—. Eso no me lo esperaba.
Así como Adrik no se esperó que hiciéramos eso, yo tampoco esperé lo que llegó a mi móvil en ese momento con una vibración. Lo saqué de mi bolsillo para mirar la notificación. Un número desconocido me había enviado un mensaje de texto. Decía:
?Quédate con ellos esta noche?.
Automáticamente le respondí:
??Quién eres??.
Su respuesta fue la misma:
?Quédate con ellos esta noche?.
Lo intenté otra vez:
?Dime quién eres primero?.
Insistió:
?Quédate con ellos esta noche?.
Hum, demasiado raro. ?Por qué debía quedarme con los Cash esa noche? ?Y quién era la persona que me mandaba el mensaje? ?Acaso conocía mis intenciones? Se me erizó la piel de temor.
Aleixandre apareció de nuevo con un par de papeles en la mano e interrumpió mis pensamientos. Guardé el móvil y él nos entregó una hoja a cada una junto con un bolígrafo, fijando en nosotras sus ojos grises más considerados, como para quitarle peso al hecho de que no era un simple menú para mirar, sino algo muy importante.
—Tenemos que leerlo todo —dije con dureza—. Y preferiblemente con un abogado.
—Sin abogados —contestó Aleixandre con seriedad.
—Un abogado siempre es un derecho —me defendí.
—Es que es solo una hoja con cláusulas simples que pueden entender a la primera lectura —aseguró él.
Miré a Adrik porque quería ver su cara con respecto al tema. él no había estado en ese sitio oculto bajo el club, sino ahí en casa, comiendo. ?Por qué?