Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(34)



—?Qué, Artie? —insistí—. Dímelo.

Suspiró sonoramente, y su expresión se mezcló con la preocupación y la valentía.

Lo susurró:

—Creo que Aegan la hizo desaparecer.

Madre santa de todas las madres santas. ?Aquello en verdad estaba pasando? ?De verdad Artie acababa de decir eso? Tampoco vas a entender esto aún: pero se me aceleró el corazón de una forma extra?a, como si esas palabras me emocionaran, asustaran, sorprendieran y confundieran; todo al mismo tiempo, todo en el mismo nivel.

—Es una acusación muy seria... —fue lo que salió de mi boca.

Artie asintió con aflicción y volvió a dar una ansiosa calada a su cigarrillo, para evitar echarse a llorar de nuevo.

—Lo sé, lo sé, pero es que...

Entonces me lo contó.

Un día del a?o anterior, ella había salido del campus con un chico. Fueron al restaurante de un hotel popular fuera de Tagus. Justo antes de entrar, Artie vio a Aegan salir del hotel con una chica desconocida. Salir de un hotel con alguien puede no ser sospechoso, pero verlos besarse, que fue lo que ella presenció, fue una confirmación de que no habían estado ahí solo hablando. El día anterior a eso, Eli no volvió a verse por las facultades. No regresó a sus clases habituales. Había desaparecido de Tagus y no se la había vuelto a ver en ningún sitio.

—Pues no me sorprende que Aegan le fuese infiel —admití, porque, a ver, ?tú te lo imaginas fiel? Yo no—. Es posible que Eli se fuese al descubrir ese enga?o.

—Que se fuese de Tagus por eso, sí, es posible, pero ?que desapareciera por completo? —enfatizó Artie—. Porque te puedes ir enfadada, pero ?borrar todas tus redes, que no aparezca nada sobre ti aun cuando tu familia es muy activa socialmente, que ellos no te mencionen nunca? Como... como si te hubieras muerto.

?Muerto?.

La palabra me causó un escalofrío.

Se hizo un silencio en la habitación, que olía al humo de cigarrillo. Artie fumó con las cejas arqueadas, presa del miedo y la duda. Veía que continuaba luchando contra sus emociones, y eso me indicó que podía seguir explotando, lo cual era bueno porque, más que nunca, estaba segura de que tenía más cosas que revelar. Y que hubiera más en todo ese nuevo e intrigante tema de Eli estaba aumentando mi nivel de adrenalina... Oh, sí... Oh, sí....

Estaba mal, pero necesitaba saber el resto. De ahí no se iba nadie hasta que me lo contara todo.

Presioné.

—Pero no hay ningún indicio de que lo que tú crees sobre que Aegan le hizo algo malo sea cierto... —Me encogí de hombros—. Así que solo podemos pensar que se fue enfadada al saber que él le había enga?ado, ?no?

Los dedos de Artie que sujetaban el cigarrillo temblaron más mientras daba otra profunda calada.

—?O hay más? —me atreví a preguntarle con cautela.

Dudó, asustada. Yo puse una mano sobre su pierna para transmitirle mi apoyo.

—Puedes contar conmigo —agregué—. Sabes que jamás estaré del lado de ellos. Además, si se trata de secretos, créeme que sé guardarlos muy bien.

Tras un silencio en el que pensé que no diría nada más y que fracasaría, ella apagó con rabia el cigarrillo en un cenicero de la mesilla. De nuevo parecía decidida. Se levantó de la cama y otra vez alzó el colchón. Pero, por Voldemort, ?cuántas cosas guardaba ahí? Sacó algo diferente a los cigarrillos: una memoria USB.

Me quedé algo confundida por el rumbo que iba a tomar el tema, sin embargo, esperé mientras que de su mesilla de noche cogió su portátil, lo encendió y conectó el dispositivo.

—Te mostraré un vídeo —me dijo—. Es una grabación de una cámara de vigilancia instalada en la biblioteca de Tagus, pero no en la actual que todos conocen, sino en la antigua biblioteca, que el a?o pasado fue cerrada a los estudiantes normales para que solo fuese usada por profesores, personal administrativo o estudiantes pertenecientes al consejo.

Tras buscar el archivo, Artie me pidió que nos sentáramos juntas para ver las imágenes. Intrigada a un nivel que me tenía moviendo el pie compulsivamente contra el suelo, miré.

La grabación apareció en la pantalla. Se veía a color, pero con esa calidad característica de las cámaras de vigilancia. Apuntaba a una fila de mesas con ordenadores algo pasados de generación y una impresora. Frente a uno de los ordenadores estaba sentada una chica. Su cabello era rojizo, rizado y muy largo. Sus rasgos faciales no eran completamente claros, pero se captaba un rostro con forma de corazón, nariz peque?a y labios carnosos. Sospeché que Dash hubiera dicho: ?Es una diosa de piel caramelo?. Sin embargo, lo que más resaltaba era su expresión, porque parecía muy nerviosa. Estuvo un momento moviendo el ratón ansiosa, después se levantó de la silla y, con prisas, fue hacia la impresora. Esperó un instante a que la impresora le diera una hoja y a continuación corrió hacia su silla de nuevo, hizo algo en el ordenador y cogió su mochila. Se la puso muy rápido mientras miraba a todas partes. Finalmente se fue.

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