El mapa de los anhelos(82)



—Lo digo en serio, Will. Es terrible ser la causa de la tristeza de los demás, incluso después de irte. Estoy segura, aunque suene manido, de que tu abuela desearía que nadie llorase en su funeral. —Tosió y se sacó un pa?uelo de papel del bolsillo de la bata del hospital—. Me preocupa mucho qué será de mi familia si me muero. Por ejemplo, ?qué hará mi madre? Ha dedicado media vida a cuidar de mí. ?Y mi padre? ?Seguirá refugiándose en el trabajo? Con el abuelo he podido hablarlo, por suerte. Y en cuanto a Grace…

—?Qué pasa con ella?

—Quiero asegurarme de que esté bien.

Me puse la capucha de la sudadera porque tenía frío allí, a pesar de que la temperatura estaba regulada. Observé las luces de las casas de la ciudad. El oto?o había llegado y lo había cubierto todo con su manto de hojas y el olor a calabazas.

—Cuando era peque?a me encantaba esta noche —susurró Lucy—. Los disfraces, los caramelos, el ambiente misterioso, las casas decoradas…

—?Algún disfraz memorable?

—El de bruja era mi debilidad.

—Yo fui una vez de mazorca de maíz ensangrentada.

—?Estás bromeando! —Se echó a reír y tosió.

—No, va en serio. —Sonreí—. Lo cosió mi madre. Apenas podía caminar porque el hueco para las piernas era estrechísimo. Tendría unos seis a?os, no me acuerdo bien. Ahora que lo pienso… Quizá coincidimos por ahí aquella noche.

—Es posible. Puede que te tuviese al lado mientras pedía caramelos. Tuve una buena racha desde los cinco hasta los ocho a?os, sí. La mejor, junto al verano que cumplí los dieciséis. Me encontraba genial, tan fuerte… Pude ir al baile de fin de curso.

—?Y lo pasaste bien?

—Sí. Se celebró en el polideportivo y todo estaba lleno de luces. Semanas antes, mi padre trajo a casa un catálogo de vestidos y me dijo: ?Lucy, elige el que más te guste. No importa lo que cueste, no mires el precio?. Mi hermana se empe?ó en que tenía que ir de rojo porque desde peque?a la obsesiona asignar un color a cada persona, y hubo uno de gasa y en tonos granates que me enamoró. Mamá me hizo una trenza y mi amiga Marge llegó a casa puntual a las siete de la tarde; habíamos decidido no buscar pareja e ir juntas. Nos hicieron fotos en la escalera y en la puerta de la entrada.

—Ensé?amelas algún día —le pedí.

—Vale. ?Tú qué hiciste en tu baile?

—Nada que valga la pena recordar.

Lo pasé junto a Josh y el resto del grupo de amigos del instituto. Vaciamos una botella de alcohol en el ponche, me nombraron rey del baile junto a Jenna y después, de madrugada, me acosté con ella en el asiento trasero del coche.

—?Cuándo podrás volver a conducir?

—Aún me queda más de medio a?o.

—?Y los servicios comunitarios?

—Empiezo el mes que viene.

—?Y luego?

—?Luego?

—?Qué harás?

—Ni idea.

—?Te has planteado volver a Nueva York?

—Sí, pero se me pone el estómago del revés solo de pensarlo.

—Eso no es buena se?al.

—No. —Suspiré.

—?Y entonces?

—No lo sé, Lucy.

—Pero ?lo meditas o lo evitas?

—Creo que ya sabes la respuesta. últimamente meditar me da dolor de cabeza.

—Pues tómate una aspirina.

—Muy graciosa.

—Va en serio.

—Bueno… —Me rasqué el mentón—. Hace unos días me llegó una postal póstuma de mi abuela. Fue extra?o leer algo escrito por ella sabiendo que ya no podía responderle. Hablaba de la granja y de cuando vivíamos en Ink Lake.

—Qué bonito, es como un regalo.

—Supongo que sí. Y me hizo pensar en mis orígenes, en que quizá encuentre las respuestas que busco si regreso al lugar donde todo empezó, a la raíz. Puede que allí aún quede algo de la persona que fui antes de que todo cambiase.

—?Quieres volver a Ink Lake?

—Sí. Al menos, es un plan.

—?Y qué harás allí?

—Buscar trabajo, imagino. Recomponerme un poco. Empezar de cero. —Me bajé la capucha de la sudadera y me revolví el pelo—. Además, tú estarás allí cuando acabes el tratamiento. Probablemente eres la única amiga que he tenido en toda mi vida, así que…

—Will…

—Dime.

—Tengo que pedirte algo que no va a gustarte. —Tomó aire y bajó la mirada hasta sus manos llenas de cicatrices y piel rugosa—. Te agradecería que dejases de venir al hospital.

La miré confundido y fruncí el ce?o.

—?Por qué dices eso?

—Es que quiero que me recuerdes como estos últimos meses y no así, con un gotero al lado. Los médicos dicen que no estoy respondiendo como esperaban al tratamiento, así que… así son las cosas.

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