El mapa de los anhelos(86)



—Te llevo a casa de Anne —dice mamá.

De manera que nos dirigimos hacia allí. La lluvia fina ha dejado de caer cuando llegamos y bajo del coche. No soy la única que lo hace: mi madre me sigue.

—?Vienes? —pregunto confundida.

—Sí, así aprovecho para hablar con ella sobre unos asuntos…

Deja la frase inacabada. Anne nos recibe con su cordialidad habitual e insiste en preparar café y en que nos reunamos un rato en el salón. Mr. Flu me sigue porque sabe que soy su pasaporte para salir a trotar por el barrio y perseguir a los pájaros del parque.

—Rosie, ?has pensado en lo que hablamos la semana pasada? —pregunta Anne tras echarse una cucharadita de azúcar en el café—. No negarás que es un proyecto interesante. Creo que me sería de gran ayuda contar contigo.

—?Qué me he perdido? —pregunto.

Había olvidado que Anne insistió en reunirse con mi madre para consultarle algo la última vez que estuvimos aquí. Han sido unas semanas extra?as, de esas en las que el tiempo transcurre de manera diferente en la cabeza y en la vida real. Tengo apelotonados los últimos recuerdos como si una apisonadora hubiese pasado por encima: la noche que subimos juntos a la monta?a en busca de la belleza, el viaje para salir del estado y la celebración de mi cumplea?os. Todo está ahí apretado y contenido. Pero, entre medias, me doy cuenta de que la vida ha seguido su curso de forma inexorable.

—Anne me explicó un proyecto que está llevando a cabo. Han llegado a un acuerdo para que la inmobiliaria ceda temporalmente algunas casas que hay junto al parque de caravanas para convertirlas en viviendas sociales hasta que el alcalde ofrezca una solución a largo plazo, pero esos hogares están a medio construir, la promotora se declaró en bancarrota, y aún no hay luz verde para el presupuesto…

—Razón por la que me sería muy útil tener una aliada. Si te animas a acompa?arme al vecindario sé que comprenderás que es una pena que esas casas estén inacabadas y vacías. Hay que hacer algo al respecto.

—Anne…

—Recuerdo que tenías el don de la persuasión.

—Es probable que lo haya perdido —suspira.

—Bien. Averigüémoslo. Y si al final tengo razón, me ayudarás con el proyecto. ?Quién sabe? Quizá hasta te apetezca volver a formar parte de la plantilla. Estoy segura de que te recibirían con los brazos abiertos si quisieses regresar.

Por primera vez en mucho tiempo veo la duda aflorando en la mirada de mi madre. Es un segundo, solo uno, pero está lleno de esperanza. Y la entiendo. La entiendo porque sé lo que es que una parte de ti quiera hacer algo, lo desee con fuerza, pero que la otra no se atreva a dar el paso. Cuando uno se encuentra indeciso en una intersección junto a las vías del tren, en ocasiones necesita que una mano amiga le dé un empujoncito suave que le recuerde que debe decidir, que no puede quedarse ahí eternamente. Y en este momento sé que en eso consiste el juego de ?El mapa de los anhelos?, casi puedo sentir el aliento de mi hermana en la nuca. Es lo que me impulsa a decir: —Deberías intentarlo, mamá.

—?Tú crees? —Me mira nerviosa.

—Sí. Sí lo creo. No pierdes nada.

O nada que valga la pena, por lo menos. Puede perder a la sombra de ella que quiere quedarse para siempre en esa intersección donde solo hay un sofá frente a un televisor, pero seguro que no la echará de menos dentro de un tiempo.

—De acuerdo. Lo haré.

—Qué alegría. —Anne posa su mano sobre la de mi madre y le da un apretón suave. Es cuando me doy cuenta de lo mucho que ella necesitaba una amiga, de lo mucho que lo necesita todo el mundo, de lo mucho que lo necesito yo.

Las dejo a solas y salgo a pasear a Mr. Flu.

Damos una vuelta por el barrio y me siento en un banco cuando llegamos al parque. Cojo un palo y se lo lanzo un par de veces al perro, que lo olisquea todo aquí y allá. Se está bien en este lugar. El cielo continúa gris y los árboles parecen hablar cuando el viento sacude sus ramas. ?Qué intentarán decir? Aún más intrigante: ?qué se sentirá siendo una hoja? Parecen tan frágiles ahí balanceándose a la espera de la caída…

Mi móvil emite un pitido. Y es él. Sé que es él.

Will: Siguiente casilla. Te recogeré ma?ana a las cinco.

Pero no contesto antes de guardar el teléfono. En este momento no me importa nada excepto la efímera vida de las hojas que penden sobre mi cabeza.





36


Will


Sé que es una mala idea en cuanto salgo del coche, igual que sabía lo que ocurriría cuando le contase a Grace quién soy. Pero el juego es más importante. El juego no debería verse afectado por lo que sea que ocurra entre ella y yo.

Por eso estoy aquí, delante de la puerta de su casa.

He esperado enfrente durante veinte largos minutos. No ha contestado a los mensajes. Es evidente que no tiene intención de seguir adelante con el plan y, en cualquier otra situación, me apartaría a un lado y se acabó. Pero tengo una carta en el bolsillo con una dirección y debemos ir hasta allí. Imagino a Lucy planeando cada casilla, pensando en los detalles, hablándolo con su abuelo, creando aquello para su hermana, y no puedo consentir que por mi culpa todo lo que ella hizo se quede a medias.

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