Ciudades de humo (Fuego #1)(99)



—No me puedo creer que estemos fuera de la ciudad —dijo Jake—. ?Esto es genial!

—Nos ha quedado claro la primera vez que lo has dicho —bufó Rhett tan simpático como de costumbre.

Jake lo miró con mala cara y luego se volvió hacia Alice.

—No sé cómo lo aguantas.

Ella sonrió, divertida.

—Ojalá lo aguantara.

—?Y eso qué quiere decir? —Rhett frunció el ce?o.

—Era broma, relájate.

—Pues qué graciosa...

—?Yo creo que, en el fondo, bajo esa gran fachada de gru?ón, nos quieres! —Jake le pellizcó la mejilla—. Aunque no lo admitas, claro.

—No —le aseguró.

—?Ni siquiera a Alice?

—Ah, Alice es mucho más soportable que tú —le aseguró.

—Pero a mí también me qui...

—No.

—Pero...

—No.

Rhett lo ignoró. Al menos, por un rato. Hasta que se hartó de que le siguiera pellizcando la mejilla y frenó bruscamente, para mirarlo.

—Se acabó, vete atrás. Alice, ven aquí y sálvame de esta tortura.

—?Qué? —gritó Jake—. ?No puedes hacer eso!

—Claro que puedo.

—?Yo quiero ir delante!

—?Y yo quería pasar el día con mi alumna, pero la vida es injusta!

—?YO QUIERO IR DELANTE!

—?Pues mira cómo lloro por ti! —Le abrió la puerta, irritado—. Fuera.

—?Quién eres tú para exigirme que cambie de sitio? ?El rey del coche?

—Pues no. Pero resulta que sí soy uno de los instructores que te examinará para la prueba de intermedios.

Jake cambió su expresión al instante.

—Sabes que bromeaba, ?no? Eres mi instructor favori...

—Jake. —Rhett lo miró—. Fuera. Ya.

Alice intercambió su lugar con él, dedicándole al guardián una sonrisa divertida. Durante unos segundos, el silencio se apoderó del coche mientras cada uno pensaba en sus cosas y Rhett seguía conduciendo con una mano en el volante y un brazo apoyado en la ventanilla abierta.

Hasta que Jake se asomó entre los dos asientos delanteros, claro. Tenía una sonrisa maliciosa.

—?Al final fuiste a su habitación la otra noche, Alice?

Silencio.

La chica miró a Rhett al instante, que había dado un peque?o volantazo al escucharlo.

—Jake, ?estás seguro de que quieres que te abandonemos en medio del bosque? Porque mis ganas van aumentando dramáticamente.

—Entonces, sí que lo hiciste —dedujo él.

—No sé de qué hablas —murmuró Alice avergonzada.

—Ni yo —murmuró Rhett, a su vez.

—Ah, pero yo lo sé per-fec-ta-men-te —Jake remarcó cada sílaba.

—Tú estás muy atento cuando te interesa, ?no? —Ella lo miró.

—?Yo? Lo estoy siempre, pero disimulo. En fin, ?al final os visteis o no? ?Tengo que encargar una cuna porque habéis hecho cosas malas? ?Necesitáis una peque?a charla sobre... ya sabéis qué?

—?Puedes intentar mantenerte en silencio durante cinco minutos, Jake? —sugirió Rhett, que estaba claramente empezando a enfadarse.

—No me gusta el silencio. Me aburre.

—Pues a mí me encanta, así que cierra el pico o pararé el coche otra vez.

Jake se inclinó hacia él con una sonrisita burlona.

—Con ese mal humor, Rhett, no conseguirás gustarle a nadie.

—No necesito gustarle a nadie.

—Todo el mundo lo necesita.

—A mí me gusta Rhett —sonrió Alice.

—Será porque te deja sentarte delante...

—Será porque ella no es ni la mitad de molesta que tú —masculló él, mirando hacia atrás.

—?Céntrate en la carretera! —exigió Alice, girándole la cara hacia el frente.

—Sí, ya. —Jake volvió a clavar un dedo en su mejilla—. Seguro que Alice te gusta sooolo por eso, ?eh, Rhett?

El coche se detuvo de golpe y el instructor apretó los labios, poniendo el freno de mano.

—Se acabó. Tú mismo te lo has ganado.

Y, cinco minutos más tarde, Jake estaba sentado de brazos cruzados junto a las cajas de munición en la parte descubierta de atrás, enfadado.

—?Y si se cae? —preguntó Alice preocupada.

—Un problema menos.

—Rhett...

él suspiró.

—Iré más despacio —aceptó al final.

Jake no se cayó, lo que eran buenas noticias. Además, cuando llegaron a la colina volvía a estar de buen humor. Su sonrisa no cambió cuando Rhett lo obligó a ayudarlos a descargar el material.

Las cocineras habían estado encantadas de poder preparar algo diferente por una vez, así que cuando abrieron la cestita que les habían dado para almorzar, los tres se sorprendieron. No era mucho, pero a todos les pareció demasiado. Demasiado bueno. Alice, feliz, se hizo con uno de los platos mientras Jake y Rhett se peleaban por hacerse con una tableta de chocolate. Alice tuvo que partirla por la mitad para que no hubiera discusiones.

Joana Marcus's Books