Ciudades de humo (Fuego #1)(101)
—Es imposible no temblar un poco.
—No es imposible si te relajas.
Rhett se acercó y le colocó la cadera de lado, de manera que ella hizo de todo menos relajarse.
Intentó que no se le notara que acababa de invadirla una oleada de nervios, pero no sirvió de nada. él no dejaba de quejarse de lo mucho que le temblaban las manos.
—?Ya sé que me tiemblan! —soltó ella al final, irritada.
—Relájate —repitió, esta vez en un tono un poco más suave—. Intenta centrarte solo en el objetivo y será más fácil.
No, no estaba siendo más fácil. Seguía nerviosa.
—Coloca un dedo en el gatillo. Eso es. Ahora, cálmate... Intenta concentrarte solo en lo que quieras disparar. Que no te tiemblen las manos. Quizá no tengas otra oportunidad si fallas una vez. Se trata de adivinar dónde irá. Cuál es su próximo movimiento. Cuando estés segura, inspira hondo por la nariz y suéltalo por la boca.
Alice tardó unos segundos, pero hizo exactamente lo que le pedía. Al sentirse más segura, finalmente apretó el gatillo.
No esperaba un retroceso tan brusco. Le dio la sensación de que el arma empujaba su hombro hacia atrás con tanta fuerza que le sacudía el cuerpo entero. Se apartó, sorprendida, intentando no caerse de culo.
—?Estás bien? —Rhett le puso una mano en el hombro.
—Sí. —Y era cierto, solo se había asustado—. ?Le he dado? Apuntaba a la cabeza.
—Al cuello —le informó Rhett, bajando los prismáticos—. No está mal para empezar.
—?Puedo volver a intentarlo? Quiero romper esa maldición.
—Claro —sonrió—. Pero primero practica con otros objetivos.
Estuvieron allí toda la tarde, practicando, pero Rhett no dejó que Alice disparara a nada vivo. Era una lástima, porque, como le comentó a su instructor, más de una vez había fantaseado con pillar a Kenneth en una posición perfecta para que le diera una bola de pintura en la frente.
—Ni se te ocurra —le advirtió Rhett.
—Aburrido. Solo es una bola de pintura.
—Por eso. A ese prefiero que le dispares con balas reales.
Alice sonrió, divertida, y volvió a centrarse en lo que hacía.
Consiguió acertar en cinco estómagos, tres hombros, y en la cabeza a la figura más fácil, cosa que ya consideró todo un logro. No estaba mal para ser la primera vez. Rhett le había dicho que la mayoría ni siquiera rozaba los objetivos.
Tenía el hombro ya palpitante y los brazos doloridos cuando devolvió el arma al coche, cansada. Jake se había quedado dormido profundamente en la hierba y Rhett tuvo que cargarlo hasta el coche como a un ni?o peque?o.
—Seguro que está fingiendo para no tener que guardar todo esto —masculló Rhett después, mientras los dos cargaban el material otra vez.
—Yo también lo haría —le aseguró Alice.
—?Por qué? —él enarcó una ceja, bromeando—. ?Quieres que te lleve en brazos?
—Mmm..., puede.
—?Puede?
—Si eso implica no tener que andar, tal vez lo consideraría.
—Bueno, tampoco sería la primera vez que te llevo en brazos. Cargué contigo el primer día hasta el hospital. Todavía me duele la espalda.
Alice se detuvo en seco en cuanto escuchó esa última parte.
—?Qué insinúas?
Rhett también se detuvo y la miró, confuso.
—?Eh?
—?Me estás llamando pesada?
—?Cómo?
—?Sí o no?
—No, claro que no —murmuró confuso—. Solo...
—?Y por qué lo has dicho de esa forma?
—Alice..., era una broma.
—?Pues no lo parecía!
—?Sabes? Podrías decirle a Jake que en lugar de ense?arte a decir cosas sarcásticas todo el rato, te ense?ara a pillar bromas.
—?Si fuera una chica normal, probablemente esa broma —hizo énfasis en la palabra, irritada— habría hecho que te diera una bofetada!
—?Qué? ?Ahora quieres pegarme?
—?Dejarías que lo hiciera?
—No lo sé. Si eso implicara que esta conversación absurda terminara, a lo mejor sí.
—?Pues... igual debería hacerlo!
—Alice —dio un paso hacia ella—, no iba en serio. Vamos.
Hizo una se?a hacia el coche, esperando que Alice se subiera, pero ella se limitó a cruzarse de brazos.
—?Puedo conducir yo?
Rhett enarcó las cejas.
—No —le dijo enseguida—. De eso nada.
—Déjame conducir.
—Para eso deberías saber conducir y, para saber conducir debería ense?arte, y no puedo hacerlo ahora porque está oscureciendo. Y, además, estamos fuera de la ciudad. Otro día, podríamos...
—No necesito que me ense?es. Ya sé. ?Vine aquí en coche, por si se te había olvidado!