Ciudades de humo (Fuego #1)(104)
—?De qué vas? —le preguntó Kenneth, de pronto.
—?Que de qué... voy? —Alice no sabía muy bien qué significaba eso.
—Sí, eso te he preguntado.
—Ni siquiera sé que... Oye, ?puedes dejarme en paz de una vez? He intentado ser amable contigo, pero ya me estás cansando. Si es lo que piensas, no estoy interesada en ti, lo siento. Seguro que encontrarás a alguien que lo esté, pero esa no soy yo. Ahora, ?puedo irme?
Kenneth se había quedado mirándola con una mueca cada vez más enfadada. Alice permaneció firmemente de pie delante de él, sosteniéndole la mirada, aunque su instinto le gritaba que le diera una patada en la ingle y saliera corriendo.
—Eres una calientapollas —le soltó él de repente.
Alice parpadeó, confusa.
—?Que soy una calienta... qué?
—Estás jugando conmigo, ?no? ?Eso te divierte?
—Mira, no sé de qué me estás hablando, pero no quiero seguir con esta conversación, así que...
Volvió a intentar pasar. Esta vez no la agarró del brazo, sino que la empujó contra la pared, haciendo que, cuando su espalda chocó contra ella, Alice se quedara un breve momento sin poder respirar.
Las ganas de practicar los golpes que Rhett le había ense?ado en la cara de Kenneth acababan de aumentar exponencialmente.
—Pues yo sí que quiero seguirla —le dijo él brusco—. Un día te pasas el rato insinuándote y al siguiente me tratas como si fuera la peor mierda.
—?Yo nunca he insinuado nada! —Alice frunció el ce?o.
—?Te crees que soy idiota?
—?No creo nada! ?No estoy interesada en ti, nunca lo he estado y nunca lo estaré!
—Eso no puedes saberlo.
—?Créeme, estoy segura!
—?Por qué?
—?Porque me gusta otra persona! ?Puedes entender eso? —Alice ya estaba de los nervios—. No me gustas. ?Te lo tengo que decir en otro idioma para que lo entiendas? Porque sé más de veinticinco. ?O mejor te lo escribo en la pared? ?Así me dejarías en paz de una maldita vez?
Se había prometido ser amable con él, pero había llegado al punto en que le daba igual herir los sentimientos de Kenneth —si es que tenía—. Se había comportado como un idiota y estaba casi segura de que la había insultado.
—Mentira —le dijo Kenneth, mirándola con suspicacia.
Pero ?cómo se podía ser tan pesado?
—?Cómo dices? —preguntó ella lentamente, exhalando los últimos restos de su pobre paciencia malherida.
—Que es mentira. No te gusta nadie más.
—Eres muy insistente, ?no? —Alice puso los ojos en blanco.
—Es un farol.
—?No lo es!
—Muy bien, ?quién es?
—?Y a ti qué te importa?
Kenneth dio un paso hacia ella y Alice notó que su pu?o preparado empezaba a cosquillear de la emoción.
—Te lo estás inventando. Quieres hacerte la difícil, ?eh? —dijo, con una sonrisa maliciosa.
—Mira, no lo voy a repetir. Apártate ahora mismo o...
—?O qué? —él se inclinó hacia ella.
Y ahí fue cuando vio, servida en bandeja de plata, la oportunidad perfecta de practicar una de las técnicas favoritas de Rhett.
él la llamaba la antipesados.
Perfecta para Kenneth.
Levantó los brazos, colocó las piernas separadas alineadas con sus hombros y, antes de que él pudiera reaccionar, enganchó una pierna con la suya, lo mantuvo sujeto y le clavó un pu?etazo con todas sus fuerzas en la nariz.
Y, como había enganchado su pierna, Kenneth se cayó de culo al suelo.
Perfecto.
El chico se tocó la nariz y se miró las manos, sorprendido. Su cara se volvió lívida cuando vio la sangre en ellas.
Alice no se quedó a comprobar los da?os ni a esperar a que se vengara. Pasó por su lado haciéndose la segura, pero en cuanto estuvo sola empezó a correr con el corazón latiéndole fervientemente, presa de la emoción, la adrenalina y la seguridad que le daba saber que, por fin, podía defenderse sola.
Aunque, por otro lado, Kenneth no se olvidaría fácilmente de lo que había sucedido, ?verdad?
Y podía ser un pesado, pero estaba en los avanzados de lucha. ?De lucha! Era capaz de asesinar a Alice de un pellizco si quisiera. De hecho, el único motivo por el que no la había bloqueado es que estaba distraído. Y sospechaba que eso no volvería a pasar.
Estaba ya por la mitad del camino cuando le empezó a doler la mano, especialmente la mu?eca. Al principio fue un poco, después, mucho, como si le hubiera dado un pu?etazo a una pared en lugar de a la cara de alguien. El término ?caradura? cada vez iba mejor con Kenneth.
Llamó a la puerta de Rhett con la otra mano. él la abrió con cara de dormido, pero pareció despertarse por completo al ver manchas de sangre en su camiseta.
—?Qué...? —empezó frenético.