Ciudades de humo (Fuego #1)(107)
Además, ahora que había practicado tanto con Rhett, se sentía mucho más segura a la hora de enfrentarse a un oponente.
La siguiente hora fue precisamente la de él. Ese día utilizarían armas peque?as —sus favoritas después del fusil de francotirador, y las más usadas allí—, cosa que dominaba bastante bien, así que se colocó en su panel y empezó a disparar contra el mu?eco. Normalmente no acertaba directamente en la cabeza, pero no solía disparar fuera del mu?eco, logro del que estaba bastante orgullosa.
Había pasado casi media clase y Rhett no se había fijado en ella ni un momento. Normalmente prefería criticar o corregir a los que lo hacían mal que elogiar a los que lo hacían bien, así que era una buena se?al. Pero, pasado ese tiempo, Alice notó que se acercaba a ella. Tuvo que esforzarse para que no le temblara el pulso y seguir disparando igual de bien.
Rhett se apoyó en su panel con un hombro y miró el mu?eco, como hacía con los demás.
—Creo que debería replantearme dar clases de lucha —le dijo en voz baja.
—?Por qué? —preguntó ella, recargando.
—He visto la nariz de ese chico —sonrió.
Alice lo imitó, pero enseguida borró la sonrisa. Después de todo, estaba en clase y había compa?eros en los demás paneles. Y, por lo que había dicho Jake, ya había rumores circulando sobre ellos dos. No quería dar motivos para que crecieran —Pero también estoy un poco decepcionado contigo.
Alice bajó el arma y lo miró, confusa.
—?Por qué?
—Sigue disparando —le dijo él, y ella obedeció—. ?Cómo se te ocurre meter el pulgar adentro a la hora de dar un pu?etazo? Fue lo primero que te ense?é.
Alice notó que se le enrojecían las mejillas.
—No... no me acordé.
—Pudiste romperte el dedo, Alice.
—Bah, no es para tanto.
—Sí lo es. —él frunció el ce?o—. Estamos hablando de tu seguridad, no voy a bromear con eso.
Alice puso los ojos en blanco.
—Bueno, no me lo rompí. Y tengo la esperanza de no tener que volver a dar otro pu?etazo si no es en clase.
—Créeme, si sigues relacionándote conmigo, alguno me vas a dar en algún momento.
—Entonces, cuando tenga que golpearte, me aseguraré de sacar el dedito.
—Eso espero —Rhett se separó del panel—. Por cierto, hoy no hay clase particular.
—?Qué? —Alice volvió a detenerse, pero tuvo que centrarse en disparar cuando él la miró mal—. ?Por qué no?
—?Eso que percibo es desilusión? —bromeó él.
—Claro que no —mintió ella.
—Tenemos las pruebas de los intermedios —aclaró Rhett, volviendo al tema—. Jake y tus demás amigos participarán. Seguro que te pedirán que asistas.
Alice frunció el ce?o. Otra oportunidad de estar a solas con él perdida.
—Quizá me pase.
—?Quizá? —Rhett la miró extra?ado—. Oye, no te lo estaba ofreciendo.
—Sonaba como si lo hicieras.
—Pues era una orden de instructor profesional. ?Sabes lo aburrido que es tener que aguantar a más de cincuenta personas haciendo el mismo recorrido una y otra vez? A alguien tendré que molestar.
—Bueno, siempre te queda Jake.
—Si no vienes, me lo tomaré como si te hubieras quedado con el idiota de la nariz azul y haré que lo castiguen.
—?Me estás amenazando? —Alice lo miró, divertida.
—No es una amenaza, es un hecho. —él se inclinó para poder hablarle en voz más baja—. Tú ve; créeme, te gustará más de lo que piensas.
—?Me... gustará?
?Por qué de pronto notaba que su cuerpo entero temblaba?
—Me toca elegir a la mitad del grupo. —Alice estuvo a punto de preguntar sobre ello, pero Rhett negó con la cabeza—. No puedo decirte nada más. Ven y compruébalo o quédate con la curiosidad.
—Si lo dices así, sabes que voy a ir.
—Por eso lo digo así.
Y, dicho eso, se separó y volvió a adoptar la cara de instructor malhumorado.
—Sigue disparando —le ordenó.
—Sí, se?or —le respondió Alice igual de seria, aunque por dentro sonreía.
Rhett pasó por detrás de ella y siguió con su recorrido.
—?Todavía estás recargando, principiante? —le preguntó a un chico del fondo, que se apresuró a preparar el arma al verlo acercarse—. ?No se supone que esta es la clase de los avanzados? ?Si esto fuera la vida real, ya te habrían agujereado por todas partes!
*
—Así que eres tan mala pegando que te hiciste más da?o tú que él —observó Trisha algo divertida.
—Prefiero pensar que tengo tanta fuerza que no puedo dominarla, la verdad.