La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(4)



El panel de comunicación pitó en la quietud infinita que era su vida. Era una interrupción inesperada a una hora avanzada; los psi-m le habían prescrito unas cuantas horas de sue?o.

Al final apartó la mirada de la ventana. Mientras caminaba pareció envolverla una sensación de desastre inminente, un siniestro conocimiento que yacía en algún lugar de las sombras, a caballo entre una visión real y un vago presentimiento de lo que podría llegar a suceder. Aquello también era nuevo, esa insistente certeza de que algo la acechaba maliciosamente a la espera de que bajase la guardia.

Adoptando una expresión que no dejaba entrever el más mínimo atisbo de la confusión interna que la embargaba, presionó la tecla de responder. El rostro que apareció en la pantalla no era ninguno de los que había previsto.

—Padre.

Anthony Kyriakus era el cabeza de familia. Hasta que ella alcanzó oficialmente la edad adulta a los veinte a?os, su padre había compartido su custodia con Zanna Liskowski, con quien había formalizado un contrato de fertilización hacía veinticinco a?os. La opinión de ambos había contado en su educación, aunque nadie habría descrito su infancia como tal. Tres a?os después de nacer fue apartada del cuidado de sus padres, con el absoluto consentimiento de los mismos, y colocada en un entorno controlado donde sus habilidades pudieran ser orientadas y aprovechadas al máximo.

Y donde pudieran mantener a raya la invasora estela de la locura.

—Faith, tengo malas noticias concernientes a la familia.

—?Sí?

Su corazón comenzó súbitamente a latir como un mazo y empleó todas sus fuerzas en reprimir su reacción. Aquello no solo era algo inusual, sino también el anuncio de una posible visión. Y no podía tener una visión en ese instante. No la clase de visión que había estado teniendo últimamente.

—Tu hermana, Marine, ha fallecido.

Su mente se quedó en blanco.

—?Marine? —Era su hermana peque?a, una hermana a la que nunca había tenido la oportunidad de conocer de verdad, pero de la que siempre había estado pendiente desde la distancia. Marine era una telépata que había escalado muy alto en las empresas familiares—. ?Cómo? ?Se ha debido a una anomalía física?

—Por fortuna no.

Afortunadamente, porque eso significaba que Faith no estaba en peligro. A pesar de que contar con dos cardinales excepcionales había hecho de la NightStar una familia de considerable poder, era indiscutible que Faith era su activo más importante. Era ella quien generaba ingresos y trabajo suficientes para situar a su clan psi por encima de las masas. Lo único que importaba realmente era la salud de Faith; la muerte de Marine era un mero inconveniente. Tan frío, tan brutalmente frío, pensó Faith, aunque sabía que ella era igual de fría. Se trataba de una cuestión de supervivencia.

—?Un accidente?

—Ha sido asesinada.

Faith se negó a escuchar el ruido blanco que ahora zumbaba en el vacío que se había apoderado de su mente.

—?Asesinada? ?Por un humano o por un cambiante? —preguntó.

Los psi no tenían asesinos entre su población, y había sido así desde hacía cien a?os, cuando se implantó el protocolo del Silencio. El Silencio había erradicado la violencia, el odio, la rabia, la ira, los celos y la envidia en los psi. El efecto secundario había sido la pérdida de todas sus otras emociones.

—Por supuesto, aunque no sabemos quién ha sido. La policía está investigando. Descansa un poco.

Anthony puso punto final a la conversación asintiendo de forma concisa.

—Espera.

—?Sí?

Faith se obligó a hablar:

—?Qué método empleó el asesino?

Anthony ni siquiera pesta?eó al responder.

—La estrangulación manual.





2


Vaughn escaló hasta el porche exterior de la casa colgada que Sascha compartía con Lucas y se cruzó con Mercy cuando esta bajaba. No le agradó nada ver a Sascha fuera pues, aunque el porche se encontraba a gran altura, era bien entrada la medianoche, y al Consejo de los Psi nada le gustaría más que ver a aquella cardinal muerta.

—Hola, Vaughn. ?Por qué no te transformas y me haces compa?ía?

El centinela le hizo saber lo que le parecía esa idea con un áspero rugido característico de su especie.

—Sí, soy consciente de que debería estar durmiendo, pero no puedo. —Se recostó en la silla de madera que al parecer había sacado del interior—. Mercy ha jugado conmigo al ajedrez. —En la oscuridad, sus ojos estrellados estaban iluminados por chispas blancas, y no dejaba de tamborilear con los dedos en el brazo de la silla.

Tras responderle con un gru?ido, Vaughn entró en la casa. Se transformó en el dormitorio, luego agarró unos vaqueros y una vieja camiseta negra del baúl donde todos los centinelas guardaban una muda de ropa. Cuando salió de nuevo, Sascha se?aló con la mano la silla vacía situada al otro lado de la peque?a mesa plegable que tenía frente a sí. Vaughn enarcó una ceja y se sentó en la barandilla que rodeaba el porche enganchando las piernas en los postes.

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