La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(2)



Era la mejor.

Toda predicción hecha por Faith, si no se evitaba de forma deliberada, se cumplía. Por esa razón valía incalculables millones. Posiblemente incluso billones. El clan NightStar la consideraba su activo más valioso. Como a todo buen activo, la mantenían en las mejores condiciones para que funcionase de forma óptima. Y al igual que cualquier otro empleado, si resultaba defectuosa, se le haría una puesta a punto y sería utilizada por partes.

Faith abrió los ojos ante aquel furtivo pensamiento. Levantó la vista al techo verde pálido y se esforzó por normalizar su ritmo cardíaco. Si ella no lo hacía, los psi-m podrían optar por hacerle una nueva visita y no deseaba que nadie la viera en esos momentos. No estaba segura de lo que revelarían sus ojos. A veces, incluso los ojos estrellados de un psi cardinal contaban secretos que era mejor guardar.

—Por partes —susurró en alto.

Su declaración estaba siendo grabada, naturalmente. Los psi-c realizaban de vez en cuando predicciones mientras se encontraban en estado de trance. Nadie quería perderse una palabra. Quizá fuera esa la razón por la que los que tenían su misma designación prefiriesen guardar silencio cuando podían.

?Utilizada por partes.?

Parecía una afirmación ilógica, pero cuanto más pensaba en ello, más se daba cuenta de que sus habilidades le habían avisado una vez más de un futuro que jamás podría haber imaginado. Los psi más defectuosos eran sometidos a rehabilitación, sus mentes borradas mediante un lavado de cerebro psíquico que los dejaba reducidos a obreros serviles; pero eso no les pasaba a los psi-c. Eran demasiado raros, demasiado valiosos y únicos.

Si perdía la cabeza y la locura superaba los niveles aceptables, los niveles en que aún pudiera realizar predicciones, lo más seguro era que los psi-m se encargasen de que sufriera un accidente del que su cerebro saliera ileso. Luego utilizarían ese órgano imperfecto para la experimentación científica, lo someterían a estudio. Todo el mundo quería saber qué era lo que hacía que los psi-c fueran así. De todas las designaciones existentes en la raza psi, ellos eran los menos estudiados, los más misteriosos; era difícil encontrar sujetos para experimentación cuando su incidencia en la población apenas superaba el uno por ciento.

Faith hundió las manos en el grueso tejido rojo del sillón, plenamente consciente de que su respiración comenzaba a alterarse. La reacción no había alcanzado aún el punto en que se estimaría necesaria la intervención de los psi-m, ya que los psi-c mostraban un comportamiento inusual durante sus visiones, pero no podía arriesgarse a que el estrés degenerase en una crisis mental.

Mientras procuraba relajar su cuerpo, en su mente se sucedían imágenes en las que aparecía su cerebro colocado sobre un grupo de básculas científicas en tanto que unos fríos ojos psi lo examinaban desde todos los ángulos posibles. Sabía que las imágenes eran disparatadas. Nada semejante tendría lugar en un laboratorio. Su conciencia simplemente intentaba encontrarle el sentido a algo que no lo tenía. Como los sue?os que llevaban atormentándola desde hacía dos semanas.

Al principio no fueron más que un vago presagio, una oscuridad que presionaba contra su mente. Había pensado que podría anunciar una visión que estaba por llegar —un desplome bursátil o una quiebra financiera repentina—, pero esa oscuridad había ido creciendo día tras día hasta alcanzar proporciones titánicas, sin mostrarle nada concreto. Y había sentido. Aunque nunca antes había sentido nada, en esos sue?os el miedo la dominaba, se ahogaba bajo el peso del terror.

Menos mal que hacía mucho tiempo que había exigido que su dormitorio estuviese limpio de cualquier dispositivo de vigilancia. De algún modo había sabido lo que se avecinaba. Algo dentro de ella lo había sabido siempre. Pero esta vez no había sido capaz de encontrarle lógica a la cólera desgarradora y feroz que casi la había dejado sin respiración. Durante los primeros sue?os se había sentido como si alguien la estuviera ahogando, privándola de aire hasta que el terror invadía todo su ser.

La noche anterior había sido diferente. La noche anterior no se había despertado cuando las manos se cerraron alrededor de su garganta. Pese a haberlo intentado desesperadamente, no había sido capaz de liberarse de ese horror, de aferrarse a la realidad.

La noche anterior había muerto.

Vaughn D’Angelo saltó de la rama que había recorrido con sigilo y aterrizó con elegancia sobre el suelo del bosque. A la luz plateada que había dado paso a la oscuridad tras el crepúsculo, su pelaje anaranjado debería haber destacado como un faro, pero era invisible, un jaguar que sabía cómo emplear las sombras de la noche para ampararse y ocultarse en ellas. Nadie veía a Vaughn cuando no deseaba ser visto.

La luna se alzaba por encima de su cabeza como un brillante disco en el cielo, visible incluso entre las tupidas copas. Durante un buen rato se quedó inmóvil y observó a través de la oscura filigrana de extensas ramas. Hombre y bestia se sentían atraídos por aquella resplandeciente belleza, y aunque ninguno sabría decir por qué, tampoco importaba. Esa noche el jaguar estaba al mando y simplemente aceptaba aquello sobre lo que el hombre habría estado tentado de reflexionar.

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