El lado bueno de las cosas(77)
… me despierto en un hospital e inmediatamente empiezo a vomitar sobre mí mismo, hasta que llegan las enfermeras y me dicen que mueva la cabeza, y estoy llorando y llamando a Nikki, pero ella no viene. Me duele muchísimo la cabeza. Cuando me toco la frente, noto las vendas pegadas alrededor del cráneo, pero entonces las manos se ven forzadas a bajar a los lados. Las enfermeras están gritando y sujetándolas hacia abajo, y luego también los médicos, y siento un pinchazo en el brazo y…
Cuando parpadeo, veo mi reflejo en la pantalla de televisión. El vídeo se ha acabado. En la pantalla plana de mi padre parezco tener tama?o real; puedo ver a mi madre durmiendo en el sofá. Mientras continúo mirándome, la cicatriz de la frente me empieza a picar, pero realmente no quiero golpearme la frente contra algo duro otra vez.
Me pongo en pie y con las muletas voy hacia la cocina. La agenda de direcciones aún está en el armario de la cocina. Llamo al apartamento de Jake. Mientras marco, miro hacia el microondas y veo que son las 2.54 de la madrugada, pero recuerdo que Jake está en una ostentosa fiesta en un hotel y que no llegará a casa hasta ma?ana, por lo que decido dejarle un mensaje.
—?Hola, este es el contestador de Jake y Caitlin. Por favor deja tu mensaje después de oír la se?al. Bip?.
—Jake, soy tu hermano, Pat. Necesito un favor enorme…
LAS MEJORES INTENCIONES
Pat:
Ha pasado mucho tiempo; con suerte, el suficiente.
Si todavía no has hecho pedazos esta carta, por favor, léela hasta el final. Como habrás descubierto, en este momento de mi vida soy mucho mejor escritora que interlocutora.
Todo el mundo me odia.
?Sabías que tu hermano vino a mi casa y amenazó con matarme si me ponía en contacto contigo? Su sinceridad me asustó lo suficiente para que te escribiera antes. Incluso mis padres me han reprochado que me hiciera pasar por Nikki. Mi terapeuta dice que mi traición puede que no sea perdonable y, por cierto, no deja de repetirme la palabra ?imperdonable?; podría decir que está muy decepcionada conmigo. Pero lo cierto es que lo hice por tu bien. Sí, esperaba que de una vez por todas pusieras punto final y pasarás página con Nikki. Querrías pegarme un tiro, sobre todo porque somos una gran pareja de baile, disfrutamos corriendo, la vivienda en la que vivimos es similar y, afrontémoslo, los dos estamos luchando mucho para mantenernos aferrados a la realidad. Tenemos mucho en común, Pat. Todavía creo que apareciste en mi vida por algún motivo.
Porque te quiero, quiero decirte algo que nunca le he dicho a nadie, excepto a mi terapeuta. Es algo que me hizo da?o, así que espero que lo sepas tratar. Al principio no iba a decírselo a nadie porque imaginaba que la situación no podría ir a peor, y puede que si soy un poco honesta, vaya bien ahora mismo.
No sé si sabes esto, pero Tommy era policía. Trabajaba para el Departamento de Policía de Haddonfield y le asignaron ser una especie de consejero en el instituto. Así que la mitad de sus horas las pasaba trabajando y aconsejando a adolescentes problemáticos, y la otra mitad era un simple policía más. Te estoy diciendo esto porque es importante que entiendas que Tommy era un hombre bueno. No se merecía morir, y su muerte demuestra que la vida es un azar y es arbitraria, hasta que encuentras a una persona que para ti puede darle sentido a todo eso, aunque solo sea temporalmente.
En cualquier caso, Tommy era muy bueno con los adolescentes, e incluso organizó un club en el instituto dise?ado para concienciarlos sobre los peligros de conducir después de beber alcohol. Muchos padres pensaban que el club consentía que los menores bebieran porque no era un club para que los menores no bebieran, sino un club para que no condujeran después de haber bebido, por lo que Tommy tuvo que luchar mucho para sacarlo a flote. Tommy me contaba que muchos chicos del instituto bebían cada fin de semana y que el que los menores bebieran lo consentían incluso muchas de las familias más prominentes de la ciudad. Y lo que me pareció más gracioso fue que los chicos iban a él y le pedían que montara un club porque estaban preocupados por si alguien resultaba herido o moría si sus amigos conducían hasta casa después de las fiestas. ?Te imaginas hablarle así a un poli cuando eras un adolescente? Ese era el tipo de tío que era Tommy, la gente confiaba en él enseguida.
Así que Tommy organizaba asambleas, e incluso montó esa noche de karaoke de profesores en la que los estudiantes podían pagar para escuchar a sus profesores preferidos cantando los éxitos del momento. Tommy podía convencer a la gente para que hiciera cosas como esa. Yo iba a estos eventos y Tommy se subía al escenario con todos esos adolescentes y cantaba y bailaba con los otros profesores a los que había convencido para que se vistieran con disfraces salvajes, y padres, estudiantes, directores, todos sonreían. No podías evitarlo porque Tommy era todo un derroche de energía positiva. Y siempre pronunciaba discursos durante estos eventos, y explicaba listas de hechos y estadísticas sobre conducir y beber. Era como Martin Luther King con un podio delante de él. La gente escuchaba a Tommy. Tommy los quería. Lo quería jodidamente, tanto, Pat…
Algo divertido sobre Tommy es que le encantaba tener mucho sexo. Siempre quería hacer el amor. Quiero decir que aún no había llegado a casa de trabajar, y ya tenía sus manos encima de mí. Me despertaba cada ma?ana y estaba encima de mí machacándome. Prácticamente no podíamos tener una comida juntos sin que deslizara las manos por debajo de la mesa buscándome las piernas. Y si Tommy estaba en casa, no había forma de ver un programa de televisión, porque aún no había empezado la publicidad, y ya estaba él balanceándose con fuerza y mirándome de aquella manera. Era bastante salvaje, y durante los primeros diez a?os de matrimonio me encantaba. Pero después de diez a?os de sexo sin parar, empecé a cansarme. Quiero decir, la vida es algo más que sexo, ?no? De modo que una brillante y soleada ma?ana, justo después de acabar de hacer el amor debajo de la mesa de la cocina, el hervidor de agua del té empezó a silbar, me levanté y vertí dos tazas.