Cuando no queden más estrellas que contar(80)
Regresamos a casa poco después de que terminara el espectáculo, agotados y felices.
Al empujar la puerta principal, oímos música y voces en el jardín trasero. Los encontramos a todos reunidos en torno a la mesa de la terraza, salvo los ni?os, que dormían en el sofá de mimbre cubiertos por una colcha. Mantenían una conversación acalorada, en la que parecía haber dos bandos bastante posicionados.
—?Sobre qué discutís? —se interesó Lucas.
—Sobre el primer amor —respondió ángela, acurrucada en los brazos de su marido—. Julia dice que el primer amor siempre será el más importante, el más intenso y especial.
—Porque todo es nuevo, desconocido, y se nos queda grabado —comentó la aludida.
—Y yo pienso que el primer amor solo es el nombre romántico que se le da a las primeras pulsiones sexuales. Inocentes púberes que confunden amor con excitación, y el impulso erótico con mariposas en el estómago —replicó Roi.
—?No sabes hablar sin parecer una enciclopedia? —rezongó Julia.
—?Disculpa?
—Eres tan prepotente que te sacudiría.
Roi se limitó a alzar una ceja y sonreír con picardía.
—Yo también creo que el primer amor es el más importante. Según cómo haya sido y lo hayamos vivido, nos marca de un modo u otro para el resto de relaciones que podamos tener más adelante —comentó Iria—. Si ese primer amor nos ha hecho da?o, seremos más cautos a la hora de abrir nuestro corazón. Pero si ha sido feliz, nuestras defensas son inexistentes. No sé si me explico.
—Pues no mucho, la verdad —saltó Blas—. Porque si no estoy equivocado, soy tu primer y único amor, y parece que hablas con mucho conocimiento.
—?De verdad te creíste eso? —inquirió Iria con un mohín travieso. Los ojos de Blas se abrieron como platos. Ella se echó a reír y le dio un beso en la mejilla—. Mira que eres tonto.
—Yo creo que el primer amor está sobrevalorado —declaró Lucas.
Ladeé la cabeza y lo miré. él jugueteaba con el cubito que flotaba dentro de su bebida.
—?Ah, sí? —se interesó Catalina.
Asintió convencido.
—El que cuenta es el último, el que eliges para que se quede contigo.
Me lanzó una mirada fugaz y sonrió para sí mismo, como si fuese due?o de un gran secreto.
Yo tragué saliva y me abracé los codos con un estremecimiento.
—?Tienes frío? —me susurró.
—Sí, creo que voy a subir a por un jersey.
—Yo te lo traigo, tengo que ir al ba?o.
—Hay un par en el primer cajón de mi armario.
—No tardo.
Se puso en pie y entró en la casa con paso rápido.
—Yo pienso que el primer amor no es lo que marca, sino la ruptura con esa persona. La prima volta che ti spezzano il cuore —dijo Dante.
—Todas las rupturas marcan, sobre todo si te dejan. Yo sigo sin superar que Francesco cortara conmigo en primaria —apuntó ángela.
—?Te refieres a aquel ni?o con gafas que ceceaba? —preguntó Catalina entre risas.
La conversación fluyó hacia la inocencia y las primeras veces. Hacia recuerdos y confesiones, que esa noche se compartieron.
—Hay una frase que dice: ?Al primer amor se le quiere más, pero a los otros se les quiere mejor? —intervino Giulio.
—Me gusta —dijo Catalina.
A mí me costaba concentrarme en aquellas divagaciones, aderezadas con el efecto del licor. Lucas tardaba mucho en bajar y empecé a preocuparme. Tras disculparme, fui en su busca. Subí las escaleras hasta el tercer piso y entré en la casa. La luz de mi habitación estaba encendida. Me asomé y vi a Lucas sentado en mi cama, con los codos apoyados en las rodillas y mis fotos colgando de sus dedos. Había abierto el cajón de la cómoda.
El corazón me dio un vuelco muy brusco y un vacío inmenso se abrió a mis pies. él alzó la barbilla y me miró. Su expresión me hizo dar un paso atrás.
—Te dije que miraras en el cajón del armario —musité a la defensiva.
Los ojos de Lucas centellearon. Se puso en pie y vino hacia mí con una mueca airada, agitando en mi cara las fotografías y fotocopias que Fiodora me había conseguido.
—?Qué haces con esto? ?Y por qué la chica de la foto tiene tus mismos apellidos?
—Devuélvemelas.
Apartó la mano cuando traté de quitárselas.
—?Por qué cojones aparece Giulio con ella?
—No es asunto tuyo.
—?Que no es asunto mío? ?Y una mierda, Maya! Claro que lo es. Porque me has mentido desde el primer momento que llegaste aquí.
—Yo no te he mentido.
Pasó por mi lado hecho una furia. Dejó las fotos con un golpe en la mesa del salón y agarró la cajetilla de tabaco. Prendió un cigarrillo sin dejar de mirarme, tan cabreado que casi podía ver su rabia fluyendo hacia mí en oleadas.