Cuando no queden más estrellas que contar(48)
—Yo pienso en eso casi todo el tiempo —me susurró con picardía.
Me llevé la pajita a la boca.
él observó mi cara en silencio, con descaro, durante lo que me pareció una eternidad. Entonces, su mirada bajó hasta mi boca. Y yo... Yo necesitaba pensar en otra cosa.
—No le has contado nada a nadie sobre mí. Ni siquiera a Catalina, ?por qué?
Se encogió de hombros, como si le quitara importancia.
—Podrías haberme mentido y decir cualquier cosa que te hiciera quedar bien para conseguir la habitación, pero fuiste sincera de un modo que ni yo mismo esperaba. —Bajó la mirada a su vaso y recorrió el borde con la punta del dedo—. Lo que me contaste es demasiado personal, y yo voy a respetarlo.
—Gracias.
—Te he buscado en internet —me confesó, y sus mejillas enrojecieron un poco—. No es que haya encontrado mucho, pero lo suficiente para hacerme una idea.
—?Y?
—Eres buena. En lo que haces, quiero decir. ?Como bailarina eres la hostia! Y supongo que en todo lo demás, tienes pinta de ser bastante metódica.
—Si con metódica te refieres a ser insufriblemente perfeccionista, sí, tienes razón. Creo que esa es otra de las cosas de las que quiero alejarme.
—Yo te veo bastante soportable.
Hundí un dedo en mi bebida y lo salpiqué, lo que le arrancó una risita.
—Tampoco soy buena, ya no —suspiré.
—No digas tonterías. El talento no se gana ni se pierde, se nace con él. Es tuyo aunque ya no puedas demostrarlo como antes.
—Y no puedo, esa es la verdad. Aunque... —Inspiré hondo— cuesta aceptarlo.
—?Tanto te gustaba tu trabajo?
—No era solo un trabajo, Lucas, era una forma de vida. ?Iba a formar parte del American Ballet y vivir en Nueva York! Superé una audición a la que se presentaron cuarenta bailarinas de todo el mundo para una sola plaza y me seleccionaron. ?A mí!
él sonrió y cambió de postura, un poco más cerca.
—Suena alucinante.
—He dedicado cada minuto de mi existencia a conseguir algo así. No te haces una idea del esfuerzo y el sacrificio que cuesta destacar en ese mundo —confesé mientras agitaba el hielo de mi vaso con la pajita.
—Siento mucho que no saliera bien.
—Y yo.
Alargó la mano y me rozó la rodilla. Me quedé sin aire. La punta de su dedo trazó la cicatriz que yo era incapaz de tocar. Lo hizo despacio, con suavidad, hasta dibujarla por completo. Su mano envolvió mi pantorrilla y se quedó allí.
—?Qué te pasó?
Traté de respirar con normalidad, pero su contacto era como una quemadura que me costaba ignorar.
—Un coche se saltó un semáforo y me destrozó la pierna. Tuvieron que operarme varias veces. Los médicos hicieron todo lo posible, pero no ha quedado bien. —Retiré la pierna y nos miramos—. ?Sabes? El mismo día del accidente recibí la carta de admisión en el ABT.
—?Qué putada!
—La peor.
Aparté la mirada y jugueteé con el hielo de mi vaso. Aún sentía las yemas de sus dedos marcadas en mi piel y me ponía nerviosa que me observara de ese modo tan intenso. Hacía que el corazón me martilleara dentro del pecho. Sorbí los últimos restos de mi bebida.
—?Te apetece otra? —me preguntó. Asentí, pese a que no solía beber y ya notaba la mente un poco turbia—. ?Lo mismo o quieres probar algo diferente?
Miré el cartel y me mordisqueé el labio mientras leía los ingredientes de cada cóctel.
—Quiero probar otro. Dudo entre Sex on the beach y Orgasm, ?cuál me aconsejas?
—En este caso, el orden es importante.
Percibí la diversión en su voz. La risa que intentaba contener. El juego que había tras sus palabras. Y mi pulso se aceleró. Ladeé la cabeza para mirarlo y alzó las cejas con una expresión pícara que me robó el aire.
Rompimos a reír.
Lucas pidió otra ronda y la camarera no tardó en servirnos.
él se inclinó hacia mí en modo de confidencia.
—?Puedo hacerte una pregunta?
—Sí, claro.
—Los chicos... Los bailarines... He visto esas mallas que se ponen y... —Se le escapó una risita y vi que le brillaban los ojos por el alcohol—. ?Joder, son muy finas! ?Cómo hacen para que no se les note, ya sabes, el paquete?
Empezaron a arderme las mejillas. ?De verdad acababa de preguntarme eso?
—Usan unos suspensores especiales que... —comencé a decir en el mismo tono susurrante— lo recogen todo de forma discreta.
—Vale, eso tiene más sentido.
—?Por qué? ?Qué habías pensado?
—Nada.
Se disparó mi curiosidad al ver que se avergonzaba un poco.
—Venga, suéltalo.
—?Sabes lo que es el tucking? Lo hacen las drag queens para disimular...
Asentí y me llevé las manos a las mejillas.