Cuando no queden más estrellas que contar(28)
Solo tardé unos pocos segundos en sopesar la situación. Lucas parecía un buen tío y me estaba ofreciendo su casa. Intentaba que me sintiera segura y lo había logrado con ese gesto. Un gesto amable que me hizo pensar que era muy mono.
—No tengo novio. —No sé por qué fue eso lo primero que dije—. Bueno, lo tenía hasta hace poco, pero ya no. Me puso los cuernos... con otra chica... Así que se acabó. Del todo. Y me vendría bien quedarme en tu casa esta noche, gracias.
Sonrió, solo un poco, y no dejó de mirarme, lo que hizo que me pusiera más nerviosa aún.
—Vamos —dijo de pronto.
Agarró mi maleta y la levantó en peso. Yo cargué con la bolsa de mano. Me pidió que lo siguiera y caminamos uno al lado del otro en silencio. Vi que sacaba unas monedas de su bolsillo. Pasó de largo al llegar a las escaleras y continuó hasta lo que parecía un túnel en la pared del acantilado, de la que colgaba un cartel: LIFT-ASCENSORE.
—?Venga ya! ?En serio? —mascullé. Lucas me miró por encima del hombro—. Casi me mato al bajar por esas escaleras.
él se echó a reír y sacudió la cabeza. Lo seguí hasta una taquilla en el interior, donde una mujer se distraía mirando un diminuto televisor. Compró dos tiques, los pasó por un escáner y nos adentramos en el túnel. No tardamos en alcanzar los ascensores. Las puertas se abrieron y entramos sin decir nada. Poco después, salíamos a un parque con vistas a la bahía.
—Por aquí, mi coche no está lejos.
—?Qué hacías en la playa? —me atreví a preguntar.
—Cuando tengo turno de noche, siempre doy un paseo hasta aquí. Me fumo un cigarrillo mientras escucho el mar y entonces vuelvo a casa.
—?Es una especie de ritual?
—Solo es algo que me gusta hacer. —Nos miramos, y yo sonreí—. ?Y tú qué haces aquí? ?Ese novio tuyo tiene algo que ver? ?Viaje espiritual para un corazón roto?
Aparté la mirada para escaparme de la suya, tan penetrante.
—Ex —apunté en voz baja. Me encogí de hombros—. él no tiene nada que ver. Rompimos y ya está. Sin dramas. ?De qué sirve sentirte mal o cometer una estupidez por alguien que ha decidido hacerte da?o de forma deliberada?
—No sirve de nada, pero cuando alguien a quien quieres te hace da?o, lo normal es sufrir. Es inevitable. —Hizo una pausa e inspiró por la nariz—. Y sí, hay personas que cometen estupideces cuando sufren, como largarse a cualquier parte, lo más lejos posible, sin planes ni reservas.
Mis ojos volaron hasta los de él un segundo, con la sensación de que no se refería solo a mí. Contuve el aliento y contemplé el fondo de la calle. Ver a Antoine en esa ducha con Sofía me había hecho mucho da?o. En ese instante me sentí herida y traicionada. Me lastimó. Sin embargo, solo lo hizo durante un momento. Después fue perdiendo intensidad, hasta convertirse en un eco sordo. Y todo ese proceso solo había durado unos pocos días.
Un pensamiento incómodo se abrió paso en mi cerebro. ?Significaba eso que yo nunca había querido a Antoine de verdad? Rechacé esa idea. No estás con una persona todo un a?o, compartiendo tantas cosas como habíamos compartido nosotros, sin quererla. ?O sí?
Noté que aún contenía la respiración y la solté de golpe.
—?Y a ti qué te ha hecho quedarte aquí? —le pregunté.
él giró la cabeza para mirarme.
—Ayudé a alguien en apuros. Me invitó a tomar un helado y después... ella... me hizo una proposición que no pude rechazar. Ya han pasado casi dos a?os desde entonces, y aquí sigo.
Por el brillo que iluminó sus ojos y la sonrisa sincera que curvó su boca, ?ella? debía de ser muy especial para él.
—?A alguien en apuros como yo?
Me arrepentí de inmediato de haber hecho esa pregunta. Ni siquiera sabía de dónde había salido ni por qué. De nuevo me azotó esa sensación extra?a. El cosquilleo en el estómago. La piel erizada. El corazón acelerado.
Nuestras miradas se enredaron.
—No, como tú no.
Me ruboricé por el modo en que lo dijo.
Frené en seco, consciente de repente de sus palabras. Había una persona en la vida de Lucas.
—Oye, pensándolo mejor, quizá no sea buena idea que me quede en tu casa.
—?He dicho algo que te haya molestado?
—?No! Es por la chica que has mencionado. Tu novia, supongo. O mujer, rollo, no sé... Quizá no le guste que aparezcas con una desconocida en plena madrugada.
él hizo una mueca y sonrió.
—La ?chica? de la que hablo es mi casera y la única due?a de mi corazón, te lo aseguro. Aún intento convencerla de que debe casarse conmigo, pero se niega. Dice que con setenta a?os y dos maridos difuntos, pasa de enterrar a un tercero. Eso me dolió.
Me lo quedé mirando con los ojos muy abiertos, alucinada. él me devolvía la mirada muy serio. De repente, rompimos a reír con ganas. Las carcajadas brotaban de mi pecho sin control. Eran de esas que te dejan sin aire y al mismo tiempo te ayudan a respirar, porque se llevan consigo toda la tensión. Te liberan de la rigidez y sueltan nudos.