Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(98)
Y eso fue como presionar el botón de encendido. Adrik cogió el borde de la camisa para quitármela. Instintivamente, alcé los brazos para que pudiera hacerlo más fácilmente y luego él la lanzó al suelo. Quedé expuesta ante él. Sentí en la piel el frío que entraba por el ventanal. Contempló mis pechos durante un instante, pero no sentí vergüenza, al contrario. Me encantó ver esa chispa de deseo brillar en sus ojos, esa tensión en su mandíbula. Le gustaba. Mi cuerpo, que no era la gran maravilla del mundo, que no era especial, que no era curvilíneo en exceso, le gustó.
Yo le gusté.
Sin embargo, no se limitó a mirar. Me movió con suma agilidad hasta que quedé recostada en el sofá. Se colocó entre mis piernas y yo me enganché a él con facilidad, como la pieza del rompecabezas que encaja a la perfección. Entonces presionó su pelvis contra mí y sentí la dureza oculta en su pantalón. Comprobar que se sentía igual yo, me motivó más, así que enredé los dedos en su cabello y lo atraje hacia mí para besarlo. él jugó con mis pechos un rato hasta que quiso darles otro tipo de atención.
Yo ya había..., bueno, mi primera vez fue con un imbécil del que prefiero no hablar, ?de acuerdo? No fue horrible, pero tampoco fue fantástica. De hecho, fue insignificante. Lo admití finalmente cuando descubrí que no sabía nada sobre qué era estar con otra persona hasta que Adrik me ense?ó el placer que se sentía al ser besada en los pechos. Yo sabía que podían ser una zona muy sensible, pero no tenía ni idea de cuán explosivos llegaban a ser si quien los tocaba, quien los rozaba con la lengua y los pellizcaba era alguien que te excitaba tanto.
Solté algunos gemidos peque?os hasta que él volvió a mi rostro. Tanteé su pecho. El gimnasio le daba buenísimos resultados; moderados, pero muy atractivos. Su piel gritaba ??Tócame!? por todos lados. Sus brazos, su pecho y su abdomen estaban duros, y se veía enorme encima de mí.
Toqué la cadenilla que colgaba de su cuello.
—?Qué significa? —le pregunté en un susurro mientras jugaba con ella.
Me tomó la mano para que soltara el dije y la presionó por encima de mi cabeza en un gesto dominante.
—Nada —respondió, y me atacó con un beso que no me dejó ganas de seguir hablando.
Estuvimos en un jugueteo de besos y mordidas durante un rato. Lo que emanaba de nuestros cuerpos era calentura pura. Nuestras respiraciones se aceleraban cada vez más. Cuando Adrik se movía un poco contra mí, sentía la dureza entre sus piernas más firme, más grande que antes. Una humedad brotaba de mi zona íntima. Era una humedad exigente que controlaba mis pensamientos. Quería saber cómo me sentiría teniéndolo dentro de mí, calmando ese delicioso pero tortuoso dolor. Estaba segura de que lo sentiría como si fuera mi primera vez, porque Adrik superaba con mucho al idiota con el que me había acostado a los diecisiete.
No era capaz de describir por completo lo que experimentaba. Se me antojó enterrar las u?as en su espalda, así que terminé ara?ándolo con suavidad. Adrik soltó un par de gru?idos y comenzó a tocarme en cada parte de mi cuerpo, pero me sentí mucho más ansiosa cuando su mano se deslizó por mi vientre hacia la cremallera de mis tejanos para bajarla y...
Entonces lo detuve.
Reaccioné.
Algo dentro de mí gritó: ?Mija, ??qué estás haciendo?!?.
Recordé. Puse los pies en la tierra. Volví a la realidad tan rápido como me había alejado de ella y tomé su mano justo antes de que me tocara en ese punto sensible. Si permitía que Adrik llegara hasta allí, estaría perdida. Si accedía a que me causara un placer tan grande, tan nuevo, no habría vuelta atrás. Y tenía que haber un retorno. No podía lanzarme de lleno por más que quisiera que nos quitáramos la ropa y nos tocáramos hasta la epidermis.
En serio, tenía muchísimas ganas de dejarlo hacerme lo que quisiera, pero no estaba bien. No podía. Eso nunca estuvo en mis planes y no debía a?adirlo ahora.
—No, esto no puede pasar, Adrik —solté con rapidez, agitada—. No puede. Tengo que irme.
Lo empujé para apartarlo de mí. Se enderezó en el sofá, confundido. Tenía el pelo hecho un lío, los labios entreabiertos, la respiración acelerada y un bulto enorme en el pantalón que me tentó..., pero me mordí los labios con muchísima fuerza para contenerme y me puse en pie.
—?Qué? ?Por qué? —preguntó, desconcertado, siguiendo cada uno de mis movimientos mientras yo recogía la camisa para ponérmela—. ?He hecho algo que no te ha gustado?
—No, no es eso, Adrik, es que no tiene sentido porque... —intenté explicar, pero entre ponerme la camisa y buscar mis cosas no sabía cómo pronunciar las palabras—. Tengo que irme.
él se levantó del sofá y me interceptó cuando me dirigía a la puerta. Tragué saliva apenas contemplé su enormidad ante mí. Joder, quería seguir. Quería volver a besarlo, engancharme a él, retenerlo la noche entera, pero me aguanté. Sabrá diosito cómo pude contenerme, pero logré reprimir el impulso de abrazarlo.