Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(94)
—No preguntes —zanjé—. No ahora.
No dejaba de escuchar en mi cabeza: ?Está muerta, la chica está muerta, y fue Aegan quien la mató, justo como Artie había sospechado?. Todo me daba vueltas porque sospecharlo era una cosa, pero confirmarlo era... aterrador. De nuevo.
Todo de nuevo.
Me di cuenta de que habíamos llegado porque Adrik abrió su puerta. De forma automática hice lo mismo y caminé detrás de él hasta entrar en el edificio. Empezamos a subir las escaleras sin decir nada, aunque en un momento dado no pude subir el siguiente escalón. De forma inevitable, me cubrí el rostro con una mano. Mi control se desvaneció y me salieron unas estúpidas lágrimas. Como tenía los ojos cerrados, no me fijé en que Adrik había notado que me había detenido y en que él se había detenido también.
Hubo un silencio.
—Jude —dijo al cabo de unos segundos—. No sé qué hacer cuando la gente llora, pero me puedes contar qué ha pasado.
Negué con la cabeza, incapaz de contenerme.
—?Te ha ocurrido algo con Aegan? —preguntó.
Me froté los ojos para secarme las lágrimas, pero salieron otras.
—No te prometo que pueda decirte algo que te sirva de mucho, pero tal vez hablarlo te haga sentir mejor —insistió él.
Aspiré los mocos que amenazaban con unirse a mi patético momento.
Pero, en vez de contarle lo que había pasado, dejé fluir el raro impulso que me atacó en ese momento.
Eh, eh, alto ahí, loca/loco, que no fue el impulso que tú crees.
Me acerqué a él y apoyé la cabeza contra su pecho, así de atrevida y de confianzuda fui. Todavía tenía miedo y me acababa de empezar a sentir menos valiente que antes, por eso necesitaba de nuevo esa rara sensación de bienestar que había experimentado cuando Adrik me había abrazado en la caba?a. Era lo que quería sentir otra vez, aunque fuera solo un momento para recuperarme, porque no sabía por qué demonios, pero él era reconfortante.
Y sí, estaba mal, pero no era incómodo. Ni siquiera podía sentir vergüenza después de haber dormido semidesnuda con él y de habernos drogado con incienso. Era inevitable, algo había cambiado.
él se quedó desconcertado por mi gesto, pero enseguida posó sus manos en mi espalda. Olía a sudor, pero era un olor leve, masculino, nada desagradable, además también confirmaba sus palabras. Sí había estado en el gimnasio.
—?Adrik...? —susurré con el rostro hundido en su cuello.
—?Sí? —respondió en un tono bajo, algo tomado por sorpresa, pero íntimo, como si aquel fuera un momento romántico.
Un momento romántico que se rompió cuando dije:
—?Te vas a comer toda esa comida tú solo? ?Puedes compartirla conmigo?
Me separó de él y me miró con una expresión de divertida extra?eza. Con esas peque?as sonrisas su rostro perdía su amargura habitual y sus ojos se achinaban un poquito. Maldito. Era muy guapo. No lo podía negar.
—No hay cosa más rara que tú, Jude —me dijo, como si no tuviera remedio.
Llegamos al apartamento. No le conté lo del club, por supuesto. Tuve que mentirle, como siempre. Le dije que había ido a una fiesta muy loca a la que no debí haber ido y que me habían hecho una broma muy pesada. Me creyó. Según él, yo hacía cosas demasiado extra?as y ya no le sorprendía nada de lo que le dijera.
Ya en el apartamento, tuve que esperar a que se diera una ducha. Aguardé sentada en el sofá, mordisqueándome una u?a y moviendo la pierna con inquietud. El corazón aún me latía con una rapidez inusual. ?Y si Aegan aparecía? Le diría que había estado haciendo tareas de clase con Adrik. Era una coartada. Nunca pude haber estado en el club.
Volvió unos minutos después, limpio, con el pelo mojado y los hombros algo salpicados de agua y desnudos, ya que se había puesto una camiseta sin mangas. Me fijé en que una cadenilla con dije plateado en forma de ?M? le colgaba del cuello. Hum, ?qué significaría?
Nos sentamos a comer en el sofá ubicado frente al enorme ventanal de la sala. él se quedó en un extremo y yo en el otro. Se veía que el cielo estaba repleto de estrellas y afuera no se oían más que los grillos. La brisa era algo fría, pero, guau, su apartamento tenía la mejor vista de Tagus. Se veían los techos de los edificios, los grupos de árboles y terrenos verdes. Era hermoso.
—?Qué ha sido exactamente lo que te han hecho? —me preguntó mientras se llevaba fideos a la boca.
—Ha sido lo suficientemente horrible como para haber venido contigo aquí; así que imagina.
Adrik soltó una risa tranquila, algo burlona.
—?Qué? —Enarqué una ceja—. ?De qué te ríes?
—De nada. —Se encogió de hombros—. Pensaba que Jude Derry era capaz de enfrentarse a todo y de comerse el mundo. No esperaba verla llorar nunca.
Me sorprendió que admitiera haber creído eso de mí, que me creyera fuerte y valiente. Yo ahora no podía verlo a él igual que antes por culpa del jodido beso. De hecho, estaba notando cosas que antes no notaba, como que no tenía el aire de superioridad que tenía Aegan, que no era altivo, no necesitaba distinguirse entre los demás, ni controlarlo todo o ser admirado. Ni siquiera le interesaba mostrarse odioso o parecer indiferente. Y no necesitaba fingir que era agradable.