Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(95)
Adrik demostraba que no le importaba nada, pero al mismo tiempo yo sospechaba que le importaban demasiadas cosas.
Era diferente, sí, ya, y yo había sido grosera con él al tratar de defenderme.
—Eso de juzgarte solo por tu apellido estuvo un poco mal —le dije en cierto momento, jugando con mis fideos.
—No es la primera vez que me pasa, Jude —aseguró él, encogiéndose de hombros para restarle importancia—. Y tener dinero no hace la vida más fácil, como tú crees. Por ejemplo, no ha habido un solo dólar que haga que nuestro padre deje de ser un imbécil o que a mí me deje de parecer una mierda estar aquí.
Eso sí fue una sorpresa.
—?No te gusta Tagus? —pregunté, totalmente desconcertada.
—No me gusta la mayoría de las cosas que tengo que hacer solo porque así debe hacerlas mi familia —admitió. Luego sacudió la cabeza y avisté tensión en su mandíbula, como si le diera cierta rabia hablar de ello—. Siempre he podido elegir, tampoco es que sea una víctima, pero también me han dejado claro siempre que mis elecciones solo causarían problemas, y me da pereza enfrentarme a ese tipo de problemas.
Me pregunté cómo rayos conseguía dejarme tan impresionada cuando me contaba algo sobre él. Era como descubrir a una persona que no pertenecía a los Cash, como si lo que yo sabía de él y de su familia fuera una mentira bien armada.
—Pero siempre parece que haces lo que te viene en gana —se?alé.
—A veces me salgo con la mía, pero otras no —aceptó, aunque sin mucho ánimo—. Trato de no oponerme a Aegan porque prefiero que esté entretenido a que ande fastidiándome con que debemos dejar huella, con que somos importantes...
Y porque Aegan sabía algo. Algo con lo que trataba de controlar a sus hermanos. Me pregunté si tendría que ver con Eli y su muerte, pero si el causante era solo Aegan, ?qué tendrían que ver Aleix y Adrik? ?Acaso ellos sabían qué había ocurrido y lo encubrían?
No me agradó la idea de que Adrik fuera un cómplice.
—Lo dejas ganar para que te dé libertad —dije para confirmar si había entendido bien.
—Algo así —afirmó con una nota ácida.
—Es injusto. Al final estás haciendo lo que él quiere.
Adrik fijó la mirada en mí. Quise preguntarle por qué se veía cansado. ?Había algo que no le dejaba dormir? Esas ojeras..., ?qué o quién las causaba?
—Soy un Cash después de todo, como tú dices —soltó, elevando un poco la comisura derecha en una sonrisa agria—. Prefiero no enfrentarme a nada, solo lo dejo pasar. Si hay un problema, le presto atención cuando me golpea la cara, y si me piden que haga algo, lo hago, porque me parece tedioso contradecir o crear un lío que luego no quiero manejar.
Miré la botella con el ce?o fruncido, algo enojada por lo que me estaba contando. ?Es que, en todos los universos posibles, Aegan conseguía lo que quería de cualquier forma? Tener dominados a sus hermanos era algo muy rastrero.
—Pero tú... —empecé a decir, y apreté los labios con cierto disgusto—. No tienes por qué seguir ese juego de los noventa días solo para complacer a Aegan. Aunque supongo que estás enamorado de la chica de la foto porque...
Al instante en que lo solté entendí que fue un error. Adrik me miró con sorpresa, como diciendo: ??Cómo rayos sabes eso??.
—Olvídalo —agregué con rapidez, pero por supuesto que él no lo ignoró.
—?Qué chica de qué foto? —preguntó.
Bueno, ya lo había soltado... Quise pegarme con una piedra en la boca. En definitiva, ese no era mi día. Bebí un trago largo en un gesto de frustración y cogí impulso para continuar.
—La de tu habitación —respondí—. La vi, y también sé que te tiras unos pedos horribles.
Adrik soltó aire por la boca en una risa ácida y nada divertida, más bien me pareció algo absurda. Al mismo tiempo negó con la cabeza.
—No estoy enamorado de la chica de esa foto.
Tensó más la mandíbula y hundió un poco las cejas. Avisté un gesto de disgusto, así que sentí la necesidad de aligerar el momento.
—Mira, yo no te voy a pedir nada, ?de acuerdo? El hecho de que nos hayamos besado ni siquiera estuvo bien y...
—Es mi prima —me interrumpió, algo bajo. Cerré la boca abruptamente—. Bueno, era como mi hermana.
De acuerdo, eso no me lo esperaba. Ni siquiera supe qué decir, hasta que caí en cuenta del tiempo verbal que había usado.
—Espera, ?has dicho ?era?? ?Es que le pasó algo?
—Se fue, ya no está aquí —contestó, y miró hacia la calle, esa vez serio e inescrutable, de nuevo con esa expresión que no permitía descifrar nada.
Aun así, entendí que el hecho de que ese asunto le había afectado. Por eso abrí la boca para decir algo, para tratar de enmendar mi error, de salvar el momento, pero balbuceé y solo logré decir: