Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(97)
—?Te has desintegrado o explotado por decirlo? —dijo, menos frío que un instante antes.
—No te burles —susurré, ce?uda—. Sabes que el hecho de que me gustara no está bien, Adrik; no está nada bien.
Soné en verdad afligida, frustrada, y él lo notó. Hundió las cejas mostrando su desacuerdo.
—?Quién dice que no está bien?
—Es que tú no tienes ni idea... —murmuré, sintiéndome demasiado agobiada y culpable—. No sabes nada...
... del plan, de lo que estoy haciendo en secreto, de que estoy fingiendo... Había muchas posibilidades de que Adrik fuese cómplice de Aegan o de que supiera que yo solo quería atacar a su hermano, pero como a veces demostraba ser todo lo contrario a lo que era un Cash, no sabía qué pensar. Y lo supe menos cuando sus manos me sostuvieron el rostro y me exigieron que lo mirara.
—?Qué es lo que no sé? ?Que no esperabas que te gustara el idiota que te deja callada todo el tiempo? —preguntó dando en el punto justo—. ?Eso es lo que te molesta? No importa, las cosas pasan y ya está.
—Yo no te gusto, Adrik —contesté, intentando no sé qué cosa estúpida para convencerlo de algo que no tenía sentido.
él apretó los labios y me dedicó una mirada algo dura.
—Puedes dejar de ser todo menos una insoportable sabelotodo, ?verdad? —se quejó.
—?Qué? —dije, molesta, y después solté una risa absurda—. ?Me vas a decir que sí te gusto, aunque sea un poco?
No dijo nada por un instante. Soltó aire por la nariz. Se quedó pensativo. Quizá se debatió entre decir o no decir algo, pero al final habló.
—La verdad es que tú no me gustabas, Jude —admitió, serio, decidido—. Ahora no tengo ni idea de si me gustas un poco o mucho, pero averiguaré qué demonios es esto.
Sus labios presionaron los míos antes de que yo entendiera qué pretendía. Atrajo mi rostro hacia el suyo y me besó, no de la misma manera que la otra vez, no con esa efusividad inconsciente, sino con una suavidad, una lentitud y una esperteza que volvió a desarmarme el cuerpo.
Que si había un plan yo no me acordé. Los labios de Adrik separaron los míos con sumo cuidado y trazaron un roce cuidadoso y pausado que me quemó la boca. Sus manos bajaron como una caricia desde mi cara hasta mi cuello, siguieron por mis brazos y luego se detuvieron en mi cintura y me pegó a su cuerpo. Entonces, en un arranque imprevisto, intensificó el beso y su lengua se coló con agilidad en mi boca hasta que hizo contacto con mi lengua.
Oh, Dios, fue el beso más delicioso que me habían dado en la vida. Nunca me habían hecho retumbar el corazón de esa forma; toda yo era nervios y ansias. Nunca me habían hecho temblar como lo hizo Adrik con aquellos movimientos expertos. Por eso ni siquiera me di cuenta de en qué momento nos movimos. Solo entendí que Adrik cayó sentado sobre el sofá y que yo me situé a horcajadas sobre él. Puse las manos en sus mejillas para atraer su rostro al mío y que su boca no se separara de la mía. No quería perder ni una mordida, ni una succión a su lengua. Era exquisito, fresco, como lo que experimentas la primera vez que pruebas el plato que luego se convertirá en tu favorito.
Adrik colocó las manos en mis nalgas y me reacomodó sobre su cuerpo. Apenas lo hizo, sentí una corriente en el vientre, ya sabes, esa punzada que te da cuando estás comenzando a excitarte. La verdad es que ni pensar eso me avergonzó. Las cosas como son. No había otra manera de decirlo: yo ya estaba caliente. él apretó ligeramente mis nalgas y otra corriente me encendió, pero fue peor en el instante en que sus manos subieron hasta pasar por debajo de la camisa que yo llevaba puesta.
—Adrik, ?qué ha...? —dije sobre sus labios en un intento de detenerlo.
El intento falló porque, en cuanto sus dedos tocaron mi piel desnuda, me estremecí. Fue un contacto caliente, suave, pero poderoso. Dio un apretón a mi cintura y lo acompa?ó con unas mordidas a mis labios. Tuve que respirar hondo ante la locura de sensaciones que comenzaron a despertarse en mí.
—?Qué hago? Te beso... —dijo de pronto en un tono ronco, bajo, con la respiración algo pesada. Sonó tan sensual, tan ansioso que entre mis piernas se acumuló un pálpito doloroso—. Y te toco...
Las manos subieron un poco más, acariciándome con las palmas. Eran grandes para mi torso, y eso era fabuloso. Sentí que podía sostenerme de cualquier manera. Me imaginé tantas situaciones que cerré los ojos apenas sus pulgares tocaron la curva de mis pechos.
—?Quieres que deje de hacerlo? —susurró.
—No... —jadeé en un hilo de voz.
—Ah, mira, esta es la primera cosa en la que estamos de acuerdo —murmuró, maliciosamente divertido.
Subió hasta que encontró uno de mis pechos. Lo apretó con suavidad y al mismo tiempo fue a por mis labios de nuevo. Los atendió un rato con exigencia, sin limitaciones, sin dudas. Luego decidió descender a mi cuello, y allí me besó con cuidado, dejando un rastro de humedad y de peque?os mordisquitos. Pensé que no podía gustarme más hasta que, con la mano que todavía mantenía en mi pecho, su pulgar y su índice me dieron un pellizco que me hizo soltar un gemido sobre su boca.