Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(101)



—Bueno, es que tienes reglas estúpidas como que no debo hacerte muchas preguntas, ?no? Creo que una vez lo mencionaste en el auto, aunque no te estaba prestando mucha atención, a ser sincera.

—?Y desde cuándo tú cumples las reglas? —Se rio como si fuera algo absurdo.

Ah, vaya.

—?Es que te pones nervioso cuando no te fastidio? —inquirí, esbozando una falsa sonrisa—. Has debido de echarme mucho de menos...

—?Cómo no iba a echar de menos a mi rara, fastidiosa y escandalosa novia? —Sonó divertido, pero solo yo entendía la falsedad y la malicia de esas palabras. De pronto pareció acordarse de alguna cosa—. De hecho, te he echado tanto de menos que te he comprado una cosa.

Metió la mano en el bolsillo de su short y sacó una peque?a cajita dorada, amplió su perfecta y retorcida sonrisa apenas notó mi expresión, y abrió la tapa para mostrar el regalo. Abrí los ojos como platos porque no me esperaba eso.

Adentro había un anillo. Era de un plateado delicado, fino, y en el centro se unía en una ?A? también de plata. Era un anillo sencillo.

—Aegan —dije, porque sabía que eso significaba la ?A?.

él asintió con orgullo y satisfacción.

—Su mano, por favor, se?orita Derry —me pidió en un tono caballeroso y masculino que me dejó pasmada.

No supe qué rayos decir. Intenté que se me ocurriera algo, pero la boca se me secó tanto que terminé tragando saliva. Hice lo que me pedía como una mu?eca mecánica y seguí, estupefacta, cada uno de sus movimientos. Aegan me tomó la mano que se vio peque?ísima sobre la de él, sacó el anillo de la caja y lo deslizó por mi dedo medio.

Solté una risa rara, incómoda.

—?Por qué en ese dedo?

—Para que se lo muestres al mundo y digas: ?Jódanse todos, soy la novia de Aegan Cash? —respondió él sin más, pero con mucho entusiasmo como si esperara que yo en verdad hiciera algo así.

—No puedo usarlo —me negué, inquieta e indecisa.

—?Por qué no? Eres mi chica... Puedo regalarte cosas mejores, pero elegí este anillo porque sé que no te gusta lo extravagante.

?Y desde cuándo él sabía qué me gustaba y qué no? ?Desde cuándo me hacía regalos y me llamaba ?su chica??

Caí en la cuenta de que los demás en la mesa nos estaban mirando con unas sonrisas de fascinación, como si la escena fuera lo más romántico y genial que habían presenciado en su vida. Volví a mirar el anillo, pero no sentí la misma alegría que el resto. Algo agrio me sacudió el estómago. No estaba bien, aquello no estaba bien, pero debía disimular.

—Gracias —logré decirle a Aegan, dedicándole una media sonrisa—. Tienes buen gusto para estas cosas.

—Tengo buen gusto para todo —alardeó él, como acostumbraba hacer. Luego acercó una mano a mi rostro y me pellizcó la mejilla en un gesto que odié—. ?Estás más guapa o son cosas mías? —me preguntó, juguetón.

Claro que Aegan no podía dejar de ser odiosamente sarcástico ni por un minuto.

—Son cosas tuyas —le espeté—. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a orinar.

él soltó una risa y se puso a hablar con los demás sobre las cosas para la feria. Salí de la zona de la piscina, bajé las escaleras, pero no llegué hasta el ba?o. Atravesé los pasillos del club tan abrumada que el lugar me pareció a un enorme y complejo laberinto. Durante un momento tuve que detenerme y apoyarme en una pared. Inhalé hondo y miré el anillo con espanto.

Esa ?A? no era de Aegan. Para mí, esa ?A? era de ?Ahora estás liándolo todo, Jude?, y ese nunca fue el objetivo. Esa ?A? debía de ser de ??Acaso sabes lo que va a pasar si sigues por el camino que vas? Si sigues besándote con Adrik, sintiendo la necesidad de ir a buscarlo para comprobar que todo está bien (que era lo que me había impulsado a llegar ahí), confundida por lo que debía hacer el día de la feria...?.

No tuve que esforzarme demasiado en buscar. De pronto, de una de las habitaciones salió Adrik. Se había cambiado de ropa, ahora llevaba puesto el pantalón y las botas que usaba para ir al establo. Su cara y todo su ser transmitían amargura y algo de enfado.

—Adrik —lo llamé, pero él pasó junto a mí y me ignoró.

No lo dejé irse. Más rápida que él, me coloqué frente a él para detenerlo.

—Adrik, te estoy hablando.

—Quítate —me exigió, y sin esperar a que yo me moviera, me apartó de su camino con un leve empujón.

—??Qué demonios crees que haces?! —solté, y le di un manotazo en la espalda apenas pasó por delante de mí.

Entonces se giró en un arranque furioso.

—??Qué crees tú que haces?! —rebatió. Su voz era afilada, fuerte, capaz de herir—. ?A qué demonios estás jugando, Jude?

—No estoy jugando a nada —me defendí con el mismo tono que él—. Eres tú el que te has ido de la reunión de forma muy extra?a.

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