Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(105)



No supe dónde dirigirme. Ningún lugar me pareció adecuado, ninguno me pareció cómodo. No encajaba allí. Quise irme, pero me quedé quieta, mirando a Aegan, hasta que él sintió el peso de mis ojos. Me observó desde su lugar en la barra y frunció ligeramente el ce?o con extra?eza.

Como te dije antes, si hay algo que nunca debes hacer es subestimar a Aegan Cash. No conoces el poder hasta que lo conoces a él. Mientras avanzaba hacia mí con pasos seguros y confiados, tuve la impresión de que lo sabía todo, de que quizá siempre lo había sabido. Fue un ramalazo punzante el que me hizo ver que incluso desprendía un aire de triunfo.

Y no tuve el valor de confirmarlo.

Llegó hasta mí y me miró desde arriba, serio.

Seré sincera, no tenía ni idea de cómo lo hacía, pero Aegan conseguía imponer su voz para mover los hilos de Tagus y de las vidas que lo rodeaban. No era fácil anticiparse a sus jugadas. No era un simple chico malo y predecible, era una mente metódica, omnipotente, astuta. Por eso me pregunté: ?sabría que Adrik me pediría que eligiera entre los dos? ?Sabría que Adrik y yo discutiríamos? Sabiéndolo o no, había ganado.

Me sentí tan mal que pensé que, si lo único que tenía eran mis mentiras, me aferraría a ellas durante un rato.

Di un paso hacia Aegan y rodeé su torso con mis brazos, hundiéndome en su pecho. él me devolvió el abrazo y comenzó a acariciarme el pelo. Al mismo tiempo me susurró al oído en un tono tan tranquilizador como inquietante:

—Todo está bien, preciosa, yo siempre haré que esté bien.

Y entonces dejó un beso sobre mi cabello, así que me aferré a su cuerpo y fingí que era cierto que todo estaba bien, que yo no acababa de preferir la venganza a estar con el único chico que, por primera vez en mi vida, me había arrancado las armaduras con un beso.

—Necesito que finjas que me quieres —le susurré.

—Puedo incluso fingir que te amo.





24


Esa endemoniada sensualidad es cosa de genética...

Y la maldad también





48 horas antes de la feria


De acuerdo, las circunstancias me obligaron a idear un plan nuevo, y no estaba tan mal.

A falta de tiempo para seguir investigando, debía utilizar lo más valioso que tenía: la grabación de Eli saliendo asustada de la biblioteca y el vídeo que yo había grabado en el club nocturno en el que aparecía Aegan hablando de que estaba muerta. Podía mostrarlos el día de la feria a todo el mundo y el resto se haría solo, ya que las imágenes se difundirían por todas partes.

En cuanto a terminar con Aegan públicamente como esperaban Dash, Kiana y Artie, finalmente no lo haría. Confiaba en que la revelación de los vídeos sería tan impactante que bastaría con que yo, su inocente y nada sospechosa novia, dijera: ?Creo que esto es suficiente humillación para él, chicos. Está acabado?.

?Qué tal? Abrupto, pero podría funcionar.

Ese día salí del apartamento porque teníamos que reunirnos con Aegan para ayudarle con los preparativos de la feria, como nos había pedido. Aunque, para ser sincera, lo único que yo quería en ese momento era comer helado y hundirme en mi absoluta miseria porque no podía olvidar la discusión con Adrik.

—Deberías hacerlo, Jude. Harías que me sintiera orgullosa de ti.

—Cállate, estúpida conciencia.

—Uy, qué genio...

—?Que te calles ya!

—Oh, vale, conciencia fuera.

No, no podía hacer nada de eso. Tampoco debía pensar más en Adrik. Era mejor que me detestara porque jamás podríamos ?estar juntos? por razones muy obvias: yo quería destrozar a su hermano, y eso significaba destrozar su apellido de paso, lo que al mismo tiempo le afectaba a él. Al final también le haría un da?o irremediable. Esa peque?a parte me hacía sentir algo confusa, pero traté de ignorar mis emociones.

No tardé en llegar en bicicleta. El área de eventos de Tagus abarcaba varias hectáreas y varias estructuras: anfiteatro, salón audiovisual, salón de conferencias y salón de fiestas. Sin embargo, en el centro de todo, al aire libre, había una tarima parecida a las que ponían en los conciertos, y era allí donde estaba todo el jaleo. Había muchas cosas por todos lados: telas, cajas, amplificadores, mesas, sillas, estructuras de feria, carritos sin montar. La gente iba de un lado a otro decorando y colocando las cosas para que el homenaje que se haría el viernes resultara asombroso.

Busqué a Artie entre la gente. La encontré con Laila. Ambas tenían la pinta de chicas universitarias centradas en la organización de los eventos: short de mezclilla, camiseta con el logo de Tagus, zapatillas deportivas y coleta alta. Estaban mirando algo que pasaba a pocos metros.

Al acercarme no tuve que preguntarles de qué se trataba, porque la voz de Aegan se escuchó desde donde estábamos.

—?Si lo voy a decir yo, debe tener mi sello! —soltó en voz alta y autoritaria.

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