Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(108)
—No —dijo Aegan con los dientes apretados y la mandíbula tensa. Por un instante incluso vi que un ojo se le cerró primero que otro. Me quedé asombrada.
Regan sonrió ampliamente. La dentadura era perfecta, como no podía ser de otro modo siendo un Cash. Extendió un brazo y le arrancó las hojas del discurso a Aegan con un descaro encantador.
—Entonces todo resuelto —dijo, alternando la vista entre la rectora y el medio hermano a punto de estallar que tenía a un lado—. No hay nada más que hablar.
La rectora le dijo a Regan que debía estar allí a las seis en punto y luego se fue. En cuanto se alejó lo suficiente, Aegan se plantó frente a Regan.
No diferían en altura, pero eran por completo diferentes si los mirabas bien. Estilos distintos, posturas distintas, quizá una crueldad más evolucionada en uno que en el otro... Me refiero a que Regan era impresionante, sí, pero había algo en él que me transmitía malas sensaciones. Tal vez era que destellaba esa insoportable aura Cash de poder o eso que...
—Dime qué demonios haces aquí, porque tú nunca estás de paso en ningún lugar, solo llegas con todo planeado para joder cualquier cosa —exigió Aegan, mucho más afilado y tenso que un momento atrás.
—Aegan, por favor, hacía mucho tiempo que no veíamos a Regan —intentó intervenir Aleixandre, pero Aegan mantuvo su postura con los ojos retadores y fijos en su medio hermano.
—?Cuánto tiempo? ?Un a?o desde la última Navidad? —inquirió Regan, falsamente pensativo.
—Contesta, Regan —insistió Aegan entre dientes, tan amenazante como perturbador.
La verdad era que jamás había visto que alguien se mantuviera tan tranquilo ante la ira de Aegan. Ni siquiera la serenidad e indiferencia de Adrik te sorprendía si veías cómo Regan lo ignoraba, cómo se burlaba de la ira del mayor de los Perfectos mentirosos de una forma indirecta, pero chocante.
—No hay ninguna razón. —Se encogió de hombros—. Solo que... papá me dio un mes libre y decidí quedarme en la casa de campo. Eso es todo.
Aegan lo miró un instante más. La cólera destelló en sus ojos claros y fieros, pero después de un segundo fue como si algo se aclarara para él y entonces hizo un gesto leve pero perceptible mostrando su horror.
—Fue él... —susurró, pero de inmediato se escuchó un carraspeo.
—Aegan —dijo Aleixandre, y paseó su mirada entre sus dos hermanos, como si él supiera qué cosas tan malas podían pasar si ambos continuaban hablando—. Este no es el lugar para empezar a discutir, ?de acuerdo? —Hizo un gesto para que vieran que había mucha gente cerca, y también nosotras, tan atentas que solo nos faltaban palomitas y lentes 3D para disfrutar más de la función.
Aegan giró la cabeza y nos observó a las tres con el ce?o fruncido. Artie fingió mirar a otro lado, yo fingí jugar con una piedra imaginaria y Laila se ensortijó el cabello.
Aegan dio un paso hacia atrás y pareció guardarse toda su furia. No obstante, tenías las venas tensas.
—Jude, vamos —me ordenó de golpe.
Solo le faltó tirarme de la correa. Quise contradecirle, pero ya no tenía ganas de estar allí, así que no dije nada y avancé hacia él. Sin embargo, me detuve apenas escuché la pregunta dirigida a mí:
—?Te conozco? —El tono de Regan tenía una nota de intriga. Me observó con una curiosidad que me causó un escalofrío.
—No creo —respondí, encogiéndome de hombros.
—Jude, que te muevas —insistió Aegan, mirándonos a ambos.
No obstante, la curiosidad de Regan se intensificó.
—?Estás segura? —volvió a preguntar, algo pensativo—. Creo que...
—Ya te ha dicho que no —intervino Aegan de forma repentina y se acercó a mí. Me colocó una mano en la espalda para impulsarme a caminar—. Además, es mi novia. Apunta en otra dirección.
Hasta yo lo miré con algo de sorpresa. La nota recelosa y posesiva en las palabras ?es mi novia? habría convencido a cualquiera.
—?Ah! —asintió Regan, como si todo se hubiera aclarado. De todos modos, ignoró por completo a su hermano y me dijo—: Tú eres la de las fotos de la fiesta. —Un destello tentador y pícaro realzó su asombrosa sonrisa—. Estabas preciosa, por cierto.
Miré de reojo a Artie y a Laila, ambas observaban a Regan con total fascinación. Me preparé para darle las gracias, pero apenas pude abrir la boca...
—Sí, ?verdad? Pues aún estuvo más preciosa en mi cama esa noche —tajó Aegan, y entonces me tiró del brazo y, sin permitirnos decir algo más o despedirnos, me arrastró con él.
Le permití al menos tener una salida triunfal. Vamos, ya había quedado en ridículo al ser reemplazado para dar el discurso. Pero cuando estuvimos lo suficientemente lejos, me zafé de él de mala gana.
Lo analicé un momento. Su rostro se había contraído. Estaba molesto, asqueado; nada que ver con cómo se mostraba tras una discusión con Adrik o Aleixandre. Eso era más complejo...