El mapa de los anhelos(95)
Me incorporo y encuentro una caja de barritas de cereales que Grace acepta encantada. Me pongo la ropa interior y coloco la cafetera al fuego. Ella observa todos y cada uno de mis movimientos como lo haría un ave rapaz.
—Tengo más preguntas, Will.
Sonrío porque los dos sabíamos que esto pasaría. Me apoyo al lado del hornillo con los brazos cruzados. Es lo justo. Es lo que haría en su lugar.
—Adelante.
—?Por qué Tayler no te ha reconocido?
—?De verdad te sorprende? Han pasado muchos a?os desde que me marché y por aquel entonces era un ni?o y tenía un aspecto muy diferente. Además, la persona que recibe el da?o suele mantener el recuerdo muy nítido, pero la que lo inflige…
—No tanto —concluye ella.
—Exacto. —Apago el café.
—?Lo sabes por experiencia?
—Un poco —admito, e intento no pensar en esos rostros borrosos que han quedado desdibujados en mi memoria.
—La noche que Tayler fue al pub y quiso incordiarte con lo de las cervezas, recuerdo lo que me dijiste en aquel callejón.
—Mmm. —Finjo estar distraído.
—?No soy así. No soy como él?.
—?Eso dije? —Cojo una taza.
—Sí. Y ahora lo entiendo. Es eso lo que te da miedo, ?verdad? Y necesitas saber quién eres para poder respirar.
Tiene un arco en la mano y va lanzando una flecha tras otra, todas directas al centro de la diana, aunque no sé ni cómo lo consigue porque lo hace con los ojos cerrados.
—No voy a discutirte eso, pero después de pasar la noche en vela no me apetece reflexionar sobre la vida y sus profundidades. ?Quieres leche en el café?
—Sí, por favor.
Se acomoda en la cama con la taza caliente en las manos y los dos permanecemos en silencio: Grace contemplando el día que se abre paso a través de la ventana y yo mirándola a ella. Mientras lo hago, no dejo de pensar en los baches que he puesto en el camino para que no existiera un ?nosotros? y también en todos los que he esquivado. No creo ser la persona idónea para alguien que está ordenando su vida y que tiene el mundo a sus pies, esperándola. Sé lo que su hermana deseaba, el potencial que veía en ella y que ahora conozco, y me pregunto si no terminaré siendo un lastre.
—Ya casi no quedan casillas —le digo.
—Sería bonito que el final del juego coincidiese con el final del verano —comenta Grace, y se abraza las rodillas—. Todavía queda tiempo.
—Sí. ?De quién era la dirección donde te llevé?
—Ah, eso. —Se relame los labios pensativa y luego sonríe—. Una amiga. Una de verdad. Se llama Olivia, nos conocemos desde que éramos peque?as, pero tuvimos un malentendido… ?Recuerdas lo que ocurrió con Sebastien?
—Sí.
—Pues estaba relacionado.
—No sé si quiero saberlo.
—Probablemente no.
Me termino el café, limpio la taza y la seco con un trapo antes de guardarla. Siento los ojos de Grace clavados en mí y, después, sus manos me rodean la cintura.
—Me gusta eso que haces —dice.
—?El qué?
—Ser tan metódico, tan puntilloso. Yo jamás he limpiado una taza al terminar de beber. Siempre pienso que puede hacerse ?después?, todo para después.
—?Y qué piensas cuando llega ?después??
—Que ojalá lo hubiese hecho antes.
Se ríe y siento en el pecho un cosquilleo que solo puede ser felicidad. La manera en la que se relaja cuando deja que una carcajada le suba por la garganta es perfecta y suena como un instrumento musical que se agita sin control. Debería hacerlo sin parar. Yo también termino riéndome cuando trepa hasta colgarse de mis caderas y nos damos un beso que sabe al café del desayuno. Caemos en la cama. Grace me acaricia la línea de la mandíbula, sube por la barbilla, baja por la barbilla…, lleva toda la noche analizando cada centímetro de mi cuerpo como si estuviese en clase de Anatomía.
—Quiero contarte algo —susurra, y yo la miro y espero—. Cuando regresé a casa la otra noche después de la feria estaba… confusa.
—Confusa. —Me sorprende la palabra porque a estas alturas sé que Grace suele ser bastante precisa a la hora de elegir cada una de ellas.
—Sí. Quizá fue porque acababa de cumplir veintitrés a?os y en las fechas significativas es fácil caer en la tontería de hacer un balance de vida o porque el día fue un cúmulo de emociones después de verte del todo…
—O por mis besos —bromeo.
Grace entrecierra los ojos y se ríe.
—Sigues siendo un arrogante.
—Eso ha dolido —bromeo.
—La cuestión, Will, es que sí, estaba confusa. Así que, cuando llegué a casa, cogí papel y boli y empecé a escribir una solicitud para entrar en la universidad.
—?Cómo has dicho?
—Es una locura, ?verdad? Además, la carta no tenía sentido. Siempre he oído que es algo que tienes que aprovechar para exponer tus dotes, pero en mi caso fui sincera, dije la verdad: que la mayoría del tiempo me siento perdida y que ni siquiera ser consciente de que me estoy muriendo, de que todos lo hacemos conforme pasa el tiempo, es capaz de hacer que me levante y decida hacer algo útil o interesante con mi vida. Y escribí sobre mi hermana. Conté que había nacido para salvarla, pero que ahora ella ya no estaba y yo… en ocasiones siento que en cualquier momento me diluiré en la nada hasta desaparecer.