El mapa de los anhelos(50)
Si aprietas el freno con fuerza, todo es más fácil.
21
Amigos
Pedaleo con fuerza.
Podría haber cogido el coche, pero la temperatura templada de comienzos de verano me ha animado a reencontrarme con mi vieja bicicleta. Me gusta sentir el aire en la cara. Y ser consciente de cómo se mueven mis rodillas cada vez que me impulso. Y girar el manillar a un lado y a otro simulando que es el timón de mi caótica vida.
Ato la bici en la farola que hay en la puerta del local y entro.
Paul sonríe al verme. Me acerco hacia la barra donde está y me acomodo en uno de los taburetes altos. El sitio permanece envuelto entre luces y sombras, un poco como los dos chicos que lo mantienen a flote.
—?Cómo estás? —Paul se acerca.
—Bien. ?Ha llegado ya Will?
—Sí. Ahora saldrá, supongo.
Miro alrededor. Hay unos cuantos jóvenes en una mesa circular al fondo y me suena de vista uno de ellos. Más allá, dos hombres juegan a las cartas y beben cerveza. Y cerca de la puerta están sentadas tres mujeres que parecen disfrutar de una noche sin responsabilidades y sueltan sonoras y estridentes carcajadas.
—Will me comentó que el ambiente de los viernes era tranquilo.
—Sí, desde que abrió el pub que hay al otro lado de la calle la clientela ha disminuido bastante. Ponen música actual, o eso creo. Pero casi mejor así, no nos va el alboroto. —Coge un vaso—. ?Qué te sirvo? Invita la casa.
—Y eso es todo un cumplido de parte de Paul. —Will aparece de pronto—. No conocerás a nadie tan taca?o como él, te lo aseguro.
—Tiene razón. Soy ahorrador. —Paul se ríe.
—Quiero un refresco de naranja, pero si va a quitarte el sue?o la idea de invitarme, te lo pago. No te preocupes, llevo dinero suelto —me burlo.
—Qué graciosa. No esperaba menos de la única amiga de Will que he conocido y que probablemente tenga. ?Cómo te sientes siendo la excepción de la regla?
—Afortunada, aturdida, asombrada. Soy la elegida.
La risa de Paul se me contagia. A su lado, Will pone los ojos en blanco, pero no parece molestarle que bromeemos sobre él y permanece callado mientras me sirve el refresco y su compa?ero se aleja para seguir ocupándose de las mesas.
Le sonrío sin dejar de remover el líquido naranja.
—Así que soy tu única amiga. Qué exclusividad.
—Soy selectivo —dice encogiéndose de hombros.
Will deja a un lado la botella que tenía en la mano, alza la vista hacia mí y sonríe antes de seguir trabajando. Es un gesto minúsculo, casi imperceptible, pero logra que me invada una sensación cálida y reconfortante. Empiezo a darme cuenta de que con él los silencios y los detalles valen más que las palabras.
Sigo observándolo: se dedica a preparar bebidas y atiende a unos clientes que acaban de entrar. Paul va y viene mientras se ocupa de las mesas. Cuando ve que me he terminado el refresco, Will me sirve otro sin decir nada. Le ha puesto hielo, una rodaja de fruta y una pajita de color rosa por la que bebo mientras él me mira.
—Así que fue bien con tu madre durante la sesión de ayer…
—Sí. Al menos está dispuesta a intentarlo. Es un progreso.
—Me alegro por ti. Y por ella.
—Gracias.
La mirada de Will permanece suspendida en mis labios cuando suelto la pajita. Sonrío, y él carraspea incómodo y llena otro chupito de licor.
—Imagino que encontraste lo que buscabas.
—?De qué estamos hablando?
—De la belleza —aclara él.
—Sí, descubrí dónde se escondía.
Sus ojos me atraviesan y hay algo tan intenso en ellos que, por un instante, pienso que puede verme de verdad y que en cualquier momento dirá: ?Claro, Grace, la belleza estaba en ti, con todas tus heridas e imperfecciones, con todos los descosidos y las dudas flotantes, las inseguridades y los temores que aún no has logrado dominar?. Pero no lo hace. Aparta la mirada y sirve otra ronda de chupitos.
—?Brindamos con uno de esos? —propongo—. Por nuestra exclusiva amistad. O por lo que quieras, en realidad no necesitamos una razón.
—No bebo.
Paul aparece a mi lado y, tras pasarle el siguiente pedido, se lleva la bandeja llena de los chupitos que Will ha estado preparando.
—En cuanto a la siguiente casilla…
—Tengo el sobre en el bolsillo del pantalón —dice mientras se seca las manos en un trapo—. Cuando tenga un momento libre lo abrimos si quieres.
—Vale. No me importa esperar.
Antes de que pueda volver a sorber por la pajita, la puerta se abre y entran en el establecimiento Tayler, Nelson, Rick y otros dos amigos más.
Tayler me lanza una sonrisa burlona que no augura nada bueno. Ha pasado más de un mes desde la última vez que acabamos la noche juntos y creo que los dos sabemos que en esta ocasión no se trata de un episodio en el que nos tomamos un respiro para estar con otras personas y después volver al punto de partida. Y no es porque mi corazón se salte algún latido cuando Will me mira de esa manera suya tan particular, sino porque la noche que me vi delante del espejo me di cuenta de lo que poseía y de que el valor que le había dado hasta entonces era directamente proporcional a mi tendencia a establecer relaciones vacías, de esas que tan solo suman decepciones.