El mapa de los anhelos(34)
—?Nos metemos en la piscina? —preguntó Olivia.
—Luego. Antes quiero otra copa. ?Hay ginebra?
—Creo que dentro —dijo Sheila distraída.
Me dirigí hacia la puerta trasera de la casa. Al entrar, hice un buen repaso de lo que veía, fijándome en los detalles, como el paragüero vacío o las fotografías enmarcadas. Me desvié y dejé atrás la cocina. Subí a la planta de arriba. Solo echaría un vistazo rápido a las habitaciones. Un vistazo de nada. Sabía que estaba mal, pero…
—?Qué estás haciendo aquí?
Tayler apareció en mitad del pasillo.
—?Qué estás haciendo tú?
—Coger la camiseta que olvidé la otra noche en la habitación de la anfitriona.
—?Esperas un aplauso por alardear como un orangután?
La expresión de Tayler cambió y se tornó más cauta, como si hubiese decidido que tenía que medir bien sus siguientes palabras, aunque no fueron demasiado brillantes: —No has contestado a la pregunta.
—Cierto. Ups, me he desorientado.
Lejos de molestarle, a Tayler le hizo gracia.
—?Nos hemos visto antes? ?Cómo te llamas?
—Me llamo No Me Interesas.
—Oye, espera, espera…
Di media vuelta dispuesta a volver al jardín, pero él se interpuso en mi camino antes de que alcanzase las escaleras. Tenía el ce?o fruncido y, entonces sí, me miró con atención. Supongo que la única razón fue que no estaba acostumbrado a que una chica no pareciese interesada en él. No hay nada que demuestre más simpleza que desear algo tan solo porque no puedes tenerlo.
—?Puedes apartarte?
—Puedo, pero no quiero.
—Eres de lo más irritante.
—Vamos, dime tu nombre.
—?Y qué recibo a cambio?
—Toda mi atención.
—Oh, qué gran honor.
Tayler sonrió ante mi ironía.
—Lo es. Tú aún no lo sabes, pero lo entenderás más adelante —replicó burlón, y bajó la vista hasta fijarla en la parte superior de mi biquini violeta—. ?Quieres una copa?
Lo medité unos instantes. Tenía varias cosas a su favor: un sentido del humor aceptable, la belleza de las causas perdidas y que ese verano me aburría profundamente.
—Es lo único interesante que has dicho hasta ahora —contesté.
él curvó los labios, aceptando el reto, y yo pasé de largo y bajé las escaleras. Ya en la cocina, seguimos tonteando y lo animé a que adivinase mi nombre.
—Tienes cara de Aubrey.
—Prueba otra vez.
—?Amy?
—No, aunque me gusta.
—?Holly?
—Frío, frío.
—?Daisy?
—Tienes un fetiche extra?o con los nombres acabados en ?y?.
—Es posible. No me había dado cuenta. —Se acercó hasta que su cuerpo rozó el mío—. Dame una pista. No es justo, tú sí que sabes cómo me llamo.
—?Cómo estás tan seguro?
—Porque todos saben quién soy.
—Solo porque hace a?os ibas a clase con mi hermana —mentí para no alimentar su ego—. Se llama Lucy Peterson. Por problemas de salud, acudía a temporadas.
—Me suena, sí…
—?Me preparas esa copa?
—?Me dices tú cómo te llamas?
Nos miramos fijamente unos segundos.
—Grace.
—No me estarás mintiendo, ?verdad?
—No es mi estilo.
—Vale, Grace —lo pronunció despacio—. Pues ?qué te parece si tú y yo cogemos nuestras cosas y nos largamos de esta fiesta tan aburrida?
No lo dudé antes de aceptar. Es fácil tomar decisiones si no tienes expectativas. Así que me despedí de Olivia cuando ya empezaba a anochecer y monté tras Tayler en su moto. Le rodeé la cintura cuando aceleró calle abajo. Hicimos una parada en un pub, bebimos cerveza y jugamos al billar. Le gané tres veces. Al principio le hizo gracia, pero cuando entendió que no era casualidad empezó a mostrarse irritado.
—Este juego es una mierda. ?Vamos a mi casa?
Acabamos entre las sábanas de su cama. Fue rápido, intenso y sincero. Solo deseo, solo dos cuerpos buscándose, solo un instante de abandono antes de volver a la realidad.
Permanecimos tumbados boca arriba.
—Oye. —Tayler aún respiraba de forma entrecortada—. Olvidé decirte que no estoy buscando nada serio. No quiero hacerte da?o, pero…
—Cállate.
—?Qué?
—Que te calles. No hace falta que pierdas el tiempo poniendo excusas. Ya te lo dije antes: no me interesas. Puedes estar tranquilo.
Me levanté y busqué mi ropa mientras Tayler me miraba en silencio. No sé qué bombilla se debió de encender en su cabeza, pero se acercó, me sujetó la barbilla y me dio un beso. Luego, también empezó a vestirse.