El mapa de los anhelos(35)



—Te llevo a casa.

Quince minutos después, apagó la moto delante de la acera y bajé. Le di el casco que me había dejado. Ya estaba a punto de darme la vuelta cuando dijo: —Entonces, ?haces algo ma?ana a las ocho?

Visto en perspectiva, nuestra relación ha cambiado muy poco desde entonces. Dejarse llevar con Tayler es fácil, sobre todo cuando no existe ningún compromiso: él ha seguido viendo a más chicas y yo también he tenido otros líos. Pero, al final, siempre volvemos a encontrarnos en algún desvío.

Esa noche, cuando entré en casa, me sobresalté al encontrarme a Lucy en la cocina. Llevaba un pijama de dibujos animados infantiles e iba descalza.

—?Me has asustado! —exclamé.

—?Ese de ahí era Tayler Parks?

—Sí. ?Me estabas espiando?

—No, solo he bajado a por algo de comer y te he visto de casualidad.

—?Son galletitas saladas lo que tienes en la mano?

—Ten cuidado con él, Grace.

—Dame las galletas.

—Lo digo en serio. Además, no entiendo qué es lo que puede interesarte a ti de un chico así. Estoy segura de que no ha abierto un libro en toda su vida y, probablemente, su película preferida sea Fast & Furious o alguna de esas comedias de humor estúpido que no tienen gracia. ?De qué piensas que podréis hablar cuando estéis juntos?

—Qué inocente eres, Lucy —repliqué con un tono mordaz del que me arrepentí al instante—. ?Y quién te dice que me interese hablar con él?

Ella puso una mueca de decepción y me dio las galletas antes de salir de la cocina.





14


Truenos en la cabeza


Me dejo arrastrar por la apatía durante las siguientes dos semanas.

Mi vida es una sucesión de conversaciones ficticias que no mantengo con nadie, trabajos que no consigo y horas tiradas a la basura en las que imagino vidas alternativas que nunca serán una realidad. Lo único interesante que he hecho desde la última vez que vi a Will ha sido pasear a dos perros nuevos y buscar una autoescuela, porque debo de ser la única aspirante a conductora que no cuenta con ningún adulto que pueda acompa?arla. Ma?ana me presento al examen.

Supongo que por eso estoy inquieta.

Por eso y porque la última carta que recibí de Lucy me colocó entre la espada y la pared. Aún no sé qué esperaba conseguir mi hermana con ?El mapa de los anhelos?, pero la ruta recorrida está siendo agridulce. En la nota tan solo ponía:

Dona toda mi ropa, por favor.

Y suerte con el examen de conducir. Lo harás bien.



Es posible que esté un poco, solo un poquitín, enfadada con Lucy. No entiendo que, de todas las cosas que podría decirme, eligiese algo tan vacío. Y la echo de menos. La echo tan profundamente de menos que me duele no encontrar consuelo en sus cartas.

He estado más sola de lo habitual estos días. Sin Tayler. Sin Will. Sin Olivia. Sin el abuelo. Sin mis padres. Este hecho provoca que sea consciente de lo peque?o que es mi universo emocional e imagino que la culpa es mía. Podría haber sido alguien distinto, de esas chicas que tienen un grupo numeroso de amigas o de las que buscan pareja estable al cumplir los dieciséis. Pero no. No hay nada de todo eso.

Contemplo la pared de la habitación.

La mayoría de las postales son instantáneas de fotógrafos famosos o láminas de algunas de las obras de arte más reconocidas. Las cuelgo al lado de las palabras que colecciono porque me despiertan algo. El arte remueve. Esa es la razón por la que siempre me he sentido atraída por ello. Pero ahora me siento tan entumecida que ni eso me alivia.

Aparto la vista y me pongo en pie.

Mi padre está en la cocina hablando por teléfono, pero cuelga en cuanto aparezco. Tiene en la mano una manzana mordida y me hace gracia que sea el símbolo del pecado.

—?Qué tal el día? —pregunta con aire distraído.

—Podría haber sido mejor. Y peor, supongo. —Me siento a la mesa redonda que hay en una esquina—. Por ejemplo, me podría haber tocado la lotería, sí, pero también podría haber terminado con todas las costillas rotas tras un atropello.

—Grace…

—Solo intentaba bromear.

Papá da otro mordisco y asiente.

—Ya lo sé. Entonces, ?todo bien?

?Sí, aquí, un día más, siguiendo las instrucciones de un juego que tu hija muerta decidió crear a modo de broma póstuma. ?Y tú qué tal??.

—Ma?ana me presento al examen.

—?Qué examen?

—El de conducir.

—No sabía… No lo sabía.

Tira el corazón de la manzana a la basura y me pregunto si algún día hará exactamente eso con el de mamá. Nos miramos a los ojos unos instantes.

—?Me harías una práctica?

—?Ahora? Ya es muy tarde…

—Me vendría bien —insisto.

Ni siquiera sé por qué se lo pido puesto que no la necesito. Lo que quiero es… un pedazo de él, quizá. Solo un pedazo más antes de que el hombre que creía conocer desaparezca del todo. Ya no queda apenas nada más allá del envoltorio; los pómulos altos, la intensa mirada que ha perdido brillo, el cabello abundante ahora salpicado de canas y esa forma de moverse un poco felina que siempre asocio a las auras rojizas.

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