Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(81)



Nos quedamos allí un rato besándonos despacio. No sé cómo no me había percatado antes de lo mágico que podía ser un beso. Tan íntimo. Un gesto tan peque?o, tan bonito. Con ella solo quería cerrar los ojos y sentir cada roce y cada suspiro suave.





82



LEAH

Hasta entonces, pensaba que el amor era como una cerilla que prende de golpe y se enciende temblorosa. Pero no. El amor es un chisporroteo suave que precede a los fuegos artificiales. Era su barba contra mi mejilla al despertar, cuando el sol todavía no había salido. Era el vuelco en el estómago que sentía al tocarlo. Eran sus movimientos lentos cuando hacíamos el amor y su voz ronca susurrando mi nombre. Era el sabor del mar en su piel. Era las ganas que tenía de congelar cada momento que pasábamos juntos. Era su mirada traviesa e intensa.

El amor era sentirlo todo en un solo beso.





83



LEAH

Blair se echó a reír cuando terminé de contarle las últimas novedades.

Estábamos tumbadas en la cama de su habitación mirando el techo recubierto de estrellas fluorescentes que brillaban en la oscuridad.

Le di un codazo.

—?De qué te ríes?

—No lo sé. De ti. De la situación.

—Muy graciosa. —Me di la vuelta en la cama, cogí un oso de peluche y lo achuché—. Tengo miedo, Blair.

—Pues no lo tengas. Deberías estar disfrutando de este momento. Es lo que siempre has querido, ?no? Y ahora lo tienes. Al chico inalcanzable, el que decías que jamás se fijaría en ti.

—Es que pensé que nunca lo haría.

—La vida es así de impredecible.

—Ya. Pero… —Me llevé un mechón detrás de la oreja y pensé lo que iba a decir, el temor que me rondaba por la cabeza—. Es demasiado bonito para ser verdad. Y demasiado complicado, también. Nadie lo sabe, solo tú.

No me gusta eso, tener que esconderlo, pero entiendo…, entiendo que puede ser un problema. No puedo ni imaginarme cómo reaccionaría mi hermano si se enterase.

—Eres mayor de edad, Leah.

—Supongo que sí.

—Pues ya está. Quizá él tenga razón en esperar a ver cómo va todo antes de implicar a vuestras familias. No lo pienses más, ya lo decidiréis cuando llegue el momento.

Llamaron al timbre y Blair se levantó para abrir. Apareció con Kevin en la habitación un par de minutos después. Yo lo saludé con una sonrisa.

—?Tarde de chicas y cotilleos?, ?qué me he perdido? —Se sentó en la silla del escritorio.

—Si te lo dijésemos, tendríamos que matarte. —Blair le dio un beso antes de sentarse a mi lado en la cama al estilo indio.

Yo me reí, contenta por verlos tan felices. Y porque casi parecía una tarde cualquiera como en los viejos tiempos.

Me despedí de ellos un rato después y regresé caminando a casa. Paré en la cafetería de la familia Nguyen y saludé a Justin desde la puerta. él me miró sorprendido.

—Vaya, qué sorpresa.

—Pasaba por aquí.

—?Quién ha venido? —Georgia salió de la cocina y sonrió al verme.

Se limpió las manos llenas de harina en el delantal y me dio un abrazo tan fuerte que por poco me deja sin aliento—. Qué bonita estás, cielo.

—?Te apetece tomar algo? —intervino Justin.

—No, pero había pensado en llevarme un trozo de tarta de queso a casa.

—Claro. Te lo pongo para llevar.

Ella me peinó con los dedos y me frotó la mejilla como si hubiese encontrado una mancha en la piel o algo así.

—?Pasa algo? —pregunté asustada.

—No, es solo un ara?azo —sonrió.

Y yo volví a abrazarla, así sin avisar, algo que a ella la pilló un poco desprevenida. También a mí. Fue un impulso. No sé si por ver lo mucho que siempre se preocupaba por mí, por todos nosotros, incluso aunque al hacerlo se equivocase, pero me gustó la sensación de calidez y familiaridad.

Cuando la solté, vi que tenía lágrimas en los ojos y que intentaba limpiárselas.

—Lo siento, es que…, no sé…

—Ah, no lo sientas, cielo. ?Sabes? Me hacía mucha falta un abrazo. Y

más tuyo, con lo cari?osa que tú eras siempre. Ven, dame otro achuchón — dijo mientras reía a pesar de estar llorando.

Yo dejé que me abrazara otra vez y cerré los ojos tranquila. Nos separamos cuando un cliente entró en la cafetería.

—Vamos, acompá?ame a la cocina.

Me quedé un rato allí con la madre de Axel, tan solo haciéndole compa?ía, aunque no hablásemos demasiado. Me hizo recordar las tardes que pasaba con ella y mi madre en la cocina de casa, sentada en un taburete mientras ellas cocinaban y yo las oía hablar de sus cosas, del día a día, de las tonterías que sus maridos hacían a veces y de los planes para el siguiente fin de semana. A mí me encantaba que me dejasen escuchar conversaciones de mayores , porque era como abrir una ventana a un mundo diferente al que yo tenía con Blair y la gente del instituto.

Alice Kellen's Books