Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(78)



—?Me dejaste colgado el viernes, cabrón! —gritó.

—Chsss, los ni?os están cerca. Nada de tacos —advirtió Emily.

—Estaba resfriado —mentí.

—Pues haberte traído un pa?uelo.

—Muy gracioso —gru?í.

Evité saludar a Leah dándole un beso en la mejilla como solía hacer porque acercarme tanto a ella…, no estaba muy seguro de que fuese una buena idea.

Capté de reojo su mirada decepcionada.

Mi madre salió con la comida y nos pidió que nos sentásemos ya a la mesa. Me acomodé en mi sitio, al lado de Leah. Y me pasé toda la maldita comida deseando colar la mano bajo el mantel y rozar la suya. O, peor aún, deslizarla entre sus piernas. Estaba muy jodido y no mejoraba tener a Oliver justo enfrente, hablándome sin parar y recordando anécdotas. Apenas probé bocado cuando me levanté antes del postre y anuncié que me iba ya.

—?Tan pronto? ?Por qué? —Mamá parecía horrorizada.

—Tengo… trabajo pendiente que entregar ma?ana.

Mi hermano fue el único que frunció el ce?o cuando mentí, como si supiese que no era cierto. Me despedí rápido después de quedar con Oliver en que esa misma tarde se pasaría por casa para dejar a Leah antes de irse al aeropuerto.

Unas horas. Solo eso. Horas.

Cogí la tabla y me perdí entre las olas.





SEPTIEMBRE



(PRIMAVERA)





80



LEAH

Oliver llegaba tarde al aeropuerto, así que solo bajó del coche para sacar la maleta del asiento trasero. Me despedí de él con un beso y la promesa de que lo llamaría al menos cuatro veces por semana. Recorrí el sendero hasta la casa de Axel mientras el coche se alejaba. Llamé a la puerta, pero, como nadie abrió, terminé buscando las llaves. Entré. Todo estaba en silencio. Fui a mi habitación y vi que Axel había estado hojeando el bloc de dibujo que dejé a la vista para él.

Sonreí, aunque por dentro estaba temblando.

Temblando porque me daba miedo que Axel volviese a decirme que no había nada entre nosotros. Temblando porque ya no era capaz de fingir que no estaba enamorada de él. Temblando porque había empezado a sentir como antes, en toda su magnitud, y no soportaría volver a quedarme en casa una noche más mientras él besaba a otra.

Dejé la maleta encima de la cama y empecé a sacar toda la ropa guardándola en el armario. Aún no había terminado de hacerlo cuando lo oí llegar.

Los nervios me encogían la tripa. Salí y contuve el aliento al verlo en ba?ador mientras dejaba la tabla a un lado. él alzó la cabeza y sus ojos me atravesaron.

—Hola —logré susurrar.

—Hola. —Dio un paso hacia mí.

—Yo… acabo de llegar.

—Ya. —Se acercó más.

Me mordí el labio.

—?Quieres que hablemos?

—?Hablar? —Se paró delante de mí y sus ojos descendieron hasta mi boca—. Creo que hablar es lo último en lo que estoy pensando.

—?Y en qué se supone que estás…?

No pude terminar. Sus labios cubrieron los míos y fue un beso implacable, un beso diferente en medio del silencio de la casa. Real.

Intenso. Duro. Cerré los ojos, memorizando aquel momento con el que había so?ado tantas veces. él tenía la piel fría y el pelo y el ba?ador aún mojados, pero no me importó cuando lo abracé como si no pensase volver a soltarlo jamás. Solo quería estar más y más cerca de él. Y pese a todas las dificultades, aquello parecía tan natural como respirar, la manera en la que se acoplaban sus labios sobre los míos…

Axel me alzó y yo enredé las piernas en su cintura. Avanzó hacia su habitación y chocamos contra el marco de la puerta. Me apretó contra la pared. Supe que nadie volvería a besarme nunca así, tan salvaje, tan emocional, sin pensar en nada más.

Me dejó en el suelo despacio, deslizando las manos por cada curva de mi cuerpo. Temblé. De ganas. De tenerlo así. De amor. Y luego me armé de valor y me quité la camiseta. Axel respiró profundamente por la nariz cuando la prenda cayó al suelo. él se quedó quieto, sin tocarme, mientras me desprendía también del sujetador.

Sus ojos se perdieron en mi piel…

Se me aflojaron un poco las rodillas. Estuve a punto de rogarle que dijese o hiciese algo, pero entonces su mirada se enredó con la mía y no me hicieron falta las palabras, porque ahí lo vi todo. Vi el miedo, pero también la determinación. El anhelo.

Dio un paso adelante. Nuestros torsos desnudos se encontraron cuando apoyó su frente contra la mía. Sus manos me acariciaron la tripa, subieron hasta cubrirme un pecho. Su pulgar me rozó el pezón con un movimiento suave, y tuve que agarrarme a sus hombros de la impresión.

—Abre los ojos, Leah. ábrelos.

Obedecí. Axel desabrochó el botón de mis pantalones cortos y los dejó caer. Deslizó el dedo índice por la goma de las braguitas, matándome lentamente, y las bajó poco a poco hasta que quedaron a mis pies. Puede que no fuese la primera vez que me veía desnuda y, en realidad, ir en bikini era algo habitual para mí, pero nunca me había sentido tan expuesta ante sus ojos, tan abierta en canal. De haber querido, Axel podría haber extendido la mano y coger lo que quisiese de mí. Habría sido incapaz de negarle nada porque sería como negármelo a mí misma.

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