El lado bueno de las cosas(49)



No digo nada.

—?Qué pasa?

—No estás en tu sillón de piel.

Cliff se sienta, toca el asiento del autobús y dice:

—Tendremos que conformarnos con polipiel.

Me siento junto a Cliff y digo:

—Es solo que me siento mal por T.O., eso es todo.

—Gana millones de dólares para soportar las críticas. Y lo sobrelleva. Lo hace con sus bailes cuando marca touchdowns. Esta gente no quiere que T.O. se muera, lo único que quieren es que no haga un buen partido. Es parte de la diversión.

Sé a lo que Cliff se refiere, pero a mí no me parece divertido. No me importa que sea millonario o no, unas camisetas que animan a la gente a volarse la cabeza no deberían ser aprobadas por mi terapeuta. Pero no digo nada.

Fuera del autobús de nuevo, veo que Jake y Ashwini han llegado a la final del torneo de kubb, así que me pongo a animarlos para olvidarme de todo el odio que hay a mi alrededor.

Dentro del Linc, la gente canta durante toda la primera parte: ?S.D., S.D., S.D., S.D., S.D., S.D.?. Jake me explica que antes le cantaban: ?T.O., T.O., T.O., T.O., T.O., T.O.?, cuando era un Eagle. Veo que Owens, aunque hoy aún no ha hecho muchas paradas, baila al ritmo de la música. Me pregunto si realmente es inmune a setenta mil personas burlándose de su sobredosis o si en su interior se siente mal. Yo no puedo evitar sentirme mal por él. Me pregunto cómo me sentiría yo si setenta mil personas se burlasen de mí por no recordar los últimos a?os de mi vida.

En el medio tiempo, Hank Baskett ha hecho dos paradas de 25 yardas, pero los Eagles pierden 21-17.

En el tercer cuarto, el Lincoln Financial Field hierve. Los aficionados de los Eagles sabemos que nos jugamos el primer puesto de la liga NFC Este. Cuando solo faltan ocho minutos para terminar el tercer cuarto todo cambia.

McNabb lanza el balón hacia la izquierda del campo. Todo el mundo de mi sección se pone en pie para ver lo que pasa. El número 84 coge la bola en la línea de la yarda 46 de los de Dallas, esquiva a un defensa, se dirige hacia la zona final y de repente estoy en el aire. Scott y Jake me llevan a hombros. Todo el mundo choca las manos conmigo porque finalmente Hank Baskett ha marcado su primer touchdown en la NFL, uno de 87 yardas, y yo llevo su jersey. Los Eagles van ganando y estoy tan feliz que pienso en papá, en que estará viendo el partido en su tele gigante y pienso que quizá las cámaras me han enfocado cuando Jake y Scott me han llevado a hombros. Puede que papá me viera en tama?o real por la tele y hasta esté orgulloso de mí.

El momento tenso llega al final del último cuarto, cuando vamos 31-24. Leto Sheppard intercepta a Bledsoe, que se dispone a marcarnos un touchdown, y todo el estadio entona el cántico de la lucha; la victoria es nuestra.

Cuando el reloj marca el final del partido busco a T.O. y veo que se dirige rápidamente a los vestuarios sin siquiera darles la mano a los del equipo contrario. Me siento mal por él.

Jake, Scott y yo salimos del Linc y nos dirigimos hacia la Invasión Asiática. Resultan fáciles de encontrar porque son cincuenta hombres indios vestidos con camisetas de Brian Dawkins.

—Solo hay que buscar cincuenta camisetas con el número ?20? —dicen Jake y Scott.

Cliff y yo nos reunimos, chocamos las manos, chillamos y gritamos y los indios comienzan a cantar:

—?Baskett, Baskett, Baskett!

Estoy tan feliz que cojo a Cliff en brazos y lo llevo a hombros hasta el autobús de la Invasión Asiática, como si él fuera Yoda y yo fuera Luke Skywalker entrenando en el Sistema Dagobah en la película El imperio contraataca (que como ya he dicho antes es una de mis películas favoritas). Mientras buscamos el lugar en el que aparcamos, cantamos una y otra vez el cántico de la lucha. Cuando llegamos a nuestro sitio en el Centro Wachovia, los hombres gordos nos esperan con cervezas heladas para celebrarlo. Yo no paro de abrazar a mi hermano, de chocar palmas con Cliff, de golpearme con el pecho contra los hombres gordos y de cantar con los indios. Me siento muy feliz. Me siento inmensamente feliz.

Cuando la Invasión Asiática me deja en casa es muy tarde, así que le pido a Ashwini que no toque la bocina y él accede, pero cuando doy la vuelta a la esquina escucho el sonido de las voces de cincuenta indios cantando: ??E! ?A! ?G! ?L! ?E! ?S! ?EAGLES!?, y no puedo evitar sonreír mientras entro en casa de mis padres.

Estoy listo para ver a papá. Después de una victoria como esta, que coloca a los Eagles en el primer puesto de la liga, seguro que querrá hablarme. Pero al entrar en la salita no hay nadie. No hay botellas en el suelo ni platos en la pila; en realidad, toda la casa está impecable.

—?Papá? ?Mamá?

Pero nadie responde. He visto que sus coches estaban fuera cuando he llegado, así que estoy muy confuso. Empiezo a subir la escalera. La casa está muy silenciosa. Entro en mi habitación y mi cama está vacía. Así que llamo a la puerta del cuarto de mis padres, pero nadie contesta. Abro la puerta e inmediatamente deseo no haberlo hecho.

—Tu padre y yo hemos hecho las paces después de que ganasen los Eagles —dice mamá con una sonrisa divertida—; dice que es un hombre nuevo.

Están tapados hasta el cuello con la sábana, pero sé que debajo de la sábana mis padres están desnudos.

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