El lado bueno de las cosas(39)
—?Yo llevaba camisetas largas y Nikki llevaba trenzas. Ya sabía que la amaba?.
La cicatriz de la frente me empieza a doler. Desesperadamente, quiero golpearme contra algo duro, abrir la cicatriz y dejar que todos esos pensamientos terribles escapen, pero, en cambio, mantengo los ojos cerrados, tarareo una nota, cuento en silencio hasta diez y dejo la mente en blanco.
—?Sabes que mi padre no lo aprobó. Mi madre tampoco. Pero les dije una y otra vez…?.
Siete, ocho, nueve, diez.
De repente se hace el silencio.
Cuando abro los ojos, veo la cara pecosa de Nikki y le doy un beso a la foto enmarcada sintiéndome aliviado porque Stevie Wonder ha dejado de cantar. Salgo del saco de dormir y busco por la buhardilla (muevo algunas cajas sucias y algunas otras cosas, busco entre percheros sobre los que cuelga la ropa de otras temporadas, pero Stevie Wonder se ha ido).
—Le he vencido —digo en un susurro—, no me hizo abrirme la cicatriz y…
Veo una caja en la que pone ?Pat? y empiezo a tener esa sensación que ya he tenido alguna vez antes de que pase algo desagradable. Siento como si tuviera que ir al ba?o, pero no sé por qué.
La caja está en la otra punta de la buhardilla y está escondida debajo de una alfombra que he movido al buscar a Stevie Wonder. Tengo que abrirme paso entre otros trastos para llegar, pero pronto encuentro la caja. La abro y lo primero que encuentro es mi cazadora del equipo de fútbol americano del Instituto Collingswood. La saco de la caja y sostengo la polvorienta prenda en alto. Parece peque?a. Probablemente le rompería las mangas amarillas de piel si me la probase ahora. Dejo la reliquia en otra caja cercana. Cuando miro de nuevo en la caja que pone ?Pat? me sorprendo y asusto tanto que me dedico a ponerlo todo donde estaba antes de que empezara a buscar a Stevie Wonder.
Cuando la buhardilla está en orden, me tumbo en el saco de dormir. Me siento como si estuviera en un sue?o. Varias veces a lo largo de la noche me levanto, muevo la alfombra y miro la caja de ?Pat? para asegurarme de que lo que he visto antes no ha sido una alucinación. Y cada vez que miro, el contenido condena a mamá y me hace sentir traicionado.
LA CALIGRAFíA DE MAMá
Los rayos de luz entran por la ventana de la buhardilla y me acarician la cara, calentándola, hasta que despego los párpados y saludo al nuevo día con los ojos entrecerrados. Después de un beso, devuelvo a Nikki al armario y veo que mamá aún está dormida en la cama. Me doy cuenta de que el vaso de agua que dejé está vacío, así que me alegro de habérselo dejado, aunque ahora esté enfadado con mamá.
Mientras bajo la escalera, percibo un fuerte olor a quemado.
Cuando llego a la cocina, mi padre está de pie frente al fuego. Lleva el delantal rojo de mamá.
—?Papá?
Cuando se da la vuelta, veo que lleva una espátula en una mano y una manopla rosa en la otra. Detrás de él la carne sisea y el humo sube hacia el extractor.
—?Qué estás haciendo?
—Cocinando.
—?Cocinando qué?
—Un filete.
—?Por qué?
—Tengo hambre.
—?Lo estás friendo?
—Lo estoy cocinando al estilo cajun. Ennegrecido.
—Quizá deberías apagar el fuego —sugiero, pero mi padre sigue a lo suyo, continúa dándole vueltas y más vueltas a la carne, así que yo decido bajar al sótano para empezar mi entrenamiento diario.
Cuando regreso a la cocina, dos horas después, la sartén que utilizó para cocinar está toda negra y cubierta de grasa, y el plato y los cubiertos están en la pila. Papá está frente a su nuevo televisor y el sonido que emerge por los altavoces sacude la casa. El reloj del microondas marca las 8.17 de la ma?ana. Mi madre ha vuelto a olvidarse de mis medicinas, así que saco los ocho frascos, les quito la tapa y busco los colores correctos. Pronto tengo media docena de pastillas alineadas en la encimera y confirmo que los colores son los correctos. Me tomo las pastillas; quizá mi madre me esté poniendo a prueba otra vez. A pesar de que en teoría estoy enfadado con ella, me preocupo por mamá, así que subo la escalera, entro en mi cuarto y veo que sigue durmiendo.
Bajo, me coloco detrás del sofá y digo:
—?Papá?
Pero me ignora, así que regreso al gimnasio del sótano y continúo con mi trabajo mientras escucho lo que los comentaristas de los partidos universitarios pronostican para la próxima liga NFL. Sus voces llegan de manera sucinta al sótano. Por el periódico, sé que los Eagles son favoritos para ganar el partido contra los de San Francisco, por eso me emociono al pensar en ver el partido con mi padre, pues estará de muy buen humor si los Eagles salen victoriosos y, por lo tanto, estará más predispuesto a hablar conmigo.
A media ma?ana mamá baja y eso supone un alivio para mí, ya que empezaba a pensar que estaba enferma. Estoy montando en bici y (tras haber encontrado esa noche la caja de ?Pat?) cuando mamá me llama yo continúo pedaleando sin mirarla a la cara. Aunque con mi visión periférica veo que se ha duchado, se ha peinado, se ha maquillado y lleva un vestido de verano muy bonito. Mamá también huele bien.