El lado bueno de las cosas(37)
Hago algunos ejercicios y me dedico simplemente a escuchar. Me gustaría que papá bajase al sótano y me contase lo de la tele, y que incluso me pidiese que fuese a ver el partido con él. Pero no lo hace.
De repente, quizá una media hora después de que hayan traído la tele, advierto que mi padre baja el volumen y oigo que mamá pregunta: —?Qué demonios es eso?
—Es un televisor de alta definición con altavoces —responde mi padre.
—No, eso es una pantalla de cine y…
—Jeanie…
—No digas ?Jeanie?.
—Trabajo muy duro para ganar dinero ?y ahora me vas a decir en qué tengo que gastarlo?
—Patrick, eso es ridículo. Si ni siquiera cabe entero en la mesa. ?Cuánto has pagado por eso?
—No importa.
—Rompiste el televisor antiguo para comprar uno nuevo, ?verdad?
—Dios santo, Jeanie. ?Puedes dejar de fastidiarme de una maldita vez?
—Sabes que tenemos un presupuesto, acordamos…
—Oh, está bien, tenemos un presupuesto.
—Acordamos que…
—Tenemos dinero para alimentar a Pat. Tenemos dinero para comprarle ropa nueva a Pat. Tenemos dinero para comprarle a Pat un nuevo gimnasio. Tenemos dinero para las medicinas de Pat. Bueno, según lo veo yo, también hay dinero para un jodido televisor nuevo.
Escucho los pasos de mi madre, ha salido de la salita. En ese instante mi padre pone el partido de nuevo. Oigo cómo mi madre sube a su habitación. Sé que ahora llorará por lo que ha dicho mi padre.
Es culpa mía que no tengan suficiente dinero.
Me siento fatal.
Hago abdominales con el Stomach Master 6000 hasta que es hora de salir a correr con Tiffany.
Cuando finalmente subo la escalera veo que el televisor de papá es una de esas teles nuevas de pantalla plana, de esas que anunciaban el día que vimos el partido de los Eagles contra Houston, y tiene casi el tama?o de la mesa del comedor. Es inmensa, solo tres cuartas partes de la tele caben sobre la mesa y parece que haya sido colocada con mucho cuidado, como si pudiera caerse cuando soplen los vientos oto?ales. Aun así, a pesar de que me siento mal por mamá, he de admitir que la calidad de la imagen es excelente. El sonido de los comentaristas llena la casa y casi parece que se esté jugando el partido en la salita (y me entran ganas de ver el próximo partido de los Eagles en esta tele, pues los jugadores casi parecerán de verdad).
Me quedo de pie detrás del sofá durante un instante, admirando el televisor nuevo de mi padre, esperando que se dé cuenta de que estoy ahí. Aun así, digo: —Papá, ?te has comprado un televisor nuevo?
Pero no me contesta.
Está enfadado con mamá porque le ha cuestionado la compra, así que ahora no le hablará a nadie el resto del día. De modo que salgo de casa y me encuentro a Tiffany corriendo calle arriba y abajo.
Tiffany y yo corremos juntos pero sin hablar.
Cuando vuelvo a casa, Tiffany se va corriendo sin siquiera decir adiós, y cuando yo llego a casa, el coche de mamá no está.
QUIZá UN XILóFONO DISTANTE
A las once de la noche mi madre aún no ha vuelto y yo empiezo a preocuparme, porque cada noche a las 10.45 me tomo las pastillas que me ayudan a dormir, y no creo que mamá quiera fastidiarme el horario de las medicinas.
Llamo a la puerta de la habitación de mis padres. Cuando nadie responde abro la puerta. Mi padre está durmiendo con el peque?o televisor de la habitación encendido. El brillo azul que refleja en su piel hace que parezca un extraterrestre (también parece un pez gigante en un acuario iluminado, pero sin las branquias, las escamas y las aletas). Me acerco a papá y lo sacudo con suavidad.
—?Papá? —Lo sacudo un poco más fuerte—. ?Papá?
—?Qué, qué quieres? —dice sin abrir los ojos. Está tumbado de lado y la parte izquierda de su boca está apretujada contra la almohada.
—Mamá aún no ha vuelto a casa, estoy preocupado.
No dice nada.
—?Dónde está?
Sigue sin responder.
—Estoy preocupado por mamá; ?crees que deberíamos llamar a la policía?
Espero una respuesta, pero mi padre esta roncando suavemente.
Después de apagar el televisor, salgo de la habitación de mis padres y bajo a la cocina.
Me digo a mí mismo que si papá no está preocupado, yo no debería estarlo. Pero sé que no es propio de mamá dejarme solo sin decirme dónde va a estar, especialmente sin decirme nada de las medicinas.
Abro el armario de la cocina y saco ocho botes de pastillas con mi nombre puesto. En las etiquetas hay nombres deprimentes de medicamentos, pero solo conozco las pastillas por los colores, así que abro los botes para saber cuáles necesito.
Dos blancas y rojas para dormir y también una verde con una raya amarilla, pero no sé qué es lo que hace la verde con la raya amarilla. ?Quizá para la ansiedad? Me tomo las tres pastillas porque quiero dormir y porque sé que es lo que mamá querría que hiciera. Quizá mamá me está poniendo a prueba. Como mi padre le habló mal antes, yo quiero tener a mamá más contenta que un día normal, aunque no sé muy bien por qué razón.