El lado bueno de las cosas(36)
—?Por eso tarareas una nota siempre que alguien menciona a Stevie?
Cierro los ojos, tarareo una nota y cuento en silencio hasta diez dejando la mente en blanco.
Cuando termino, Cliff dice:
—Eso te permite mostrar tu disgusto de una manera única, y desarma a los que están a tu alrededor. Es una táctica muy interesante. ?Por qué no la utilizas en otras áreas de tu vida? ?Qué habría pasado si hubieras cerrado los ojos y tarareado cuando el aficionado de los Giants te empujó?
No había pensado en eso.
—?Crees que habría seguido empujándote después de que hubieras cerrado los ojos y te hubieras puesto a tararear?
Probablemente no. El aficionado de los Giants habría pensado que yo estaba loco, justo lo que yo pensaba de Nikki las primeras veces que usaba esa táctica conmigo.
Cliff sonríe y asiente al ver mi cara.
Hablamos un poco de Tiffany. él piensa que Tiffany tiene algún interés romántico en mí y cree que está celosa de mi amor por Nikki, lo cual yo opino que es estúpido pues Tiffany ni siquiera me habla, y cuando estamos juntos está muy distante. Aun así, Tiffany es muy hermosa y yo no estoy envejeciendo bien.
—Solamente es una mujer extra?a —digo yo a modo de respuesta.
—?No lo son todas? —me responde Cliff, y entonces nos reímos un poco, pues las mujeres realmente son difíciles de entender a veces.
—?Qué hay de mi sue?o? ?De lo de ver a Nikki con un jersey de los Giants? ?Qué significa eso?
—?Qué crees tú que significa? —me pregunta Cliff, pero cuando me encojo de hombros cambia de tema.
Cliff dice que la novela de Sylvia Plath es muy deprimente y que, recientemente, su hija había sufrido al tener que leerla, pues está dando un curso de literatura americana en el Instituto Eastern.
—?Y por qué no te has quejado a la administración? —pregunto.
—?Sobre qué?
—Sobre el hecho de que obliguen a tu hija a leer historias tan deprimentes.
—No, por supuesto que no; ?por qué debería hacerlo?
—Porque esa novela les ense?a a los ni?os a ser pesimistas. Les ense?a que no hay final feliz, no hay rayo de esperanza. Deberían ense?arles que…
—La vida es dura, Pat, y los ni?os deben saber lo dura que puede llegar a ser.
—?Por qué?
—Para que puedan sentir compasión por los demás. Para que sepan que hay personas que tienen más dificultades que ellos. Esta vida puede ser una experiencia muy diferente para cada uno, según lo que tenga en la cabeza.
No se me había ocurrido esa explicación, no se me había ocurrido que libros como ese podían ayudar a hacer que otros comprendieran qué se siente siendo Esther Greenwood. Ahora me doy cuenta de que siento verdadera compasión por Esther; si fuera una persona real trataría de ayudarla, pues la entiendo lo suficiente para saber que no solo está loca, sino que el mundo ha sido cruel con ella y está sufriendo. Que estaba deprimida por todo lo que tenía en la cabeza.
—?No estás enfadado conmigo? —digo cuando veo que Cliff mira el reloj porque nuestra sesión ya casi ha terminado.
—No, en absoluto.
—?En serio? —pregunto porque sé que Cliff probablemente escribirá todos mis fracasos en un expediente en cuanto me vaya, y lo más seguro es que piense que ha fracasado como mi terapeuta (al menos esta semana).
Cliff se pone en pie, me sonríe y luego mira por la ventana al gorrión que hay en el alféizar.
—Antes de que te vayas, Pat, tengo que decirte algo muy importante. Es un asunto de vida o muerte. ?Me estás escuchando? Quiero que lo recuerdes, ?de acuerdo?
Empiezo a preocuparme; Cliff parece muy serio, pero trago saliva, asiento y le digo:
—De acuerdo.
Cliff se vuelve.
Cliff me mira.
Su cara está muy seria y yo estoy nervioso.
Pero entonces Cliff levanta las manos y grita:
—?Ahhhhhhhhh!
Yo me río, porque Cliff me ha gastado una broma, así que me pongo en pie, levanto las manos y grito:
—?Ahhhhhhhhh!
—?E! ?A! ?G! ?L! ?E! ?S! ?EAGLES! —cantamos al unísono mientras tratamos de representar las letras con nuestras extremidades, y debo decir, aunque suene estúpido, que cantar con Cliff me hace sentir mucho mejor, y a juzgar por la sonrisa que veo en su peque?a cara marrón, él lo sabe.
COLOCADA CON MUCHO CUIDADO, COMO SI PUDIERA CAERSE CUANDO SOPLEN LOS VIENTOS OTO?ALES
Desde el sótano, oigo a mi padre decir: —Va aquí, en esta mesa.
Oigo a tres personas moverse por la salita y pronto parece que colocan algo muy pesado. Quince minutos después oigo el estruendo de un partido de fútbol americano universitario (bandas tocando, tambores a porrillo y cánticos) que llega de arriba; entonces me doy cuenta de que mi padre ha reemplazado el televisor de la salita. Oigo las pisadas de los transportistas al marcharse, y entonces papá sube tanto el volumen que puedo oír cada cosa que dicen los comentaristas, a pesar de que estoy en el sótano y tengo la puerta cerrada. No sigo el fútbol americano universitario, así que realmente no conozco a los jugadores sobre los que hablan.