Cuando no queden más estrellas que contar(87)



—No. —Gimió como si algo le doliera—. No... No lo sé.

—Non lo sai, davvero? ?Te acostaste con su madre, sí o no?

Giulio alzó las manos con un gesto suplicante. Eran tantas las emociones que inundaban sus ojos que no podía identificarlas.

—Dante, cállate.

—?Lo hiciste?

—?Tenía dieciocho a?os y pensé que quizá hacerlo me arreglaría! —gritó Giulio para los dos.

—Nunca has estado roto —susurró Dante en tono compasivo.

—Pero ?no lo sabía entonces! —Se volvió hacia mí—. Mira, no sé qué te ha hecho pensar que yo podría ser tu... —No era capaz de decirlo. Resopló y apretó los párpados muy fuerte—. No es posible. No. Yo no tengo hijos, tampoco los quiero. Eso no va conmigo.

Las dudas se me clavaban como garras heladas.

—?Y las fotos?

—Te has equivocado. —Su expresión se volvió muy dura e hizo que el trocito de corazón que aún me latía se parase—. Un lunar no te convierte en mi hija. Ni hablar.

Una emoción dolorosa inundó mi pecho tan rápido, tan de repente, que apenas podía dominar el llanto que me estremecía por dentro. Su mirada fría me atravesó como si yo fuese una extra?a para él.

En realidad, lo era.

—Llegaste aquí con esa historia en la cabeza, ?verdad? ?Qué idiota he sido! Demasiadas casualidades para que fuese algo fortuito. Llevas semanas fingiendo conmigo y con mi familia...

Yo no podía dejar de temblar.

—Es que no sabía cómo decírtelo, porque la mayor parte del tiempo me parecía...

—?Absurdo? —me cortó con una mezcla de pena y desdén—. Lo es. Y por mi parte todo se acaba aquí. Este asunto queda zanjado ya mismo. Enterrado en esta habitación. No quiero oír nada más.

—Giulio...

—Cállate.

—Por favor...

—No. Eres. Nada. Mío. —Esas palabras fueron susurradas con una profunda desesperación y la cadencia de un hachazo.

Durante un instante detenido en el tiempo, se limitó a mirarme. Después dio media vuelta y desapareció. Dante salió tras él y escuché sus voces perdiéndose en la escalera.

No lograba asimilar lo que acababa de pasar. Tenía la extra?a sensación de estar dentro de una película. Todo me parecía irreal, como si mi conciencia estuviese flotando sobre mi cuerpo y lo contemplara desde arriba.

Me senté en el sofá. No podía respirar. Inspiré. Intenté tomar aire, pero mis esfuerzos eran insuficientes. Las lágrimas me quemaban las mejillas y me las limpié con el dorso de la mano. Me ahogaba. Un sollozo agudo escapó de mi garganta. Intenté calmarme y parar, pero no podía. Las lágrimas se agolpaban, caían y fluían otras.

—Maya, ?qué te pasa?

La voz de Lucas terminó de romperme. Estaba en ruinas. Alcé la barbilla y me encontré con su mirada preocupada, mientras avanzaba hasta llegar a mi lado. Se agachó y apoyó sus manos en mis mejillas.

—?Por qué estás así?

Otra cascada de lágrimas. Sollocé contra su cuello cuando me abrazó.

—Ha sido horrible.

—?El qué?

—Se lo he confesado todo a Giulio y no ha ido bien.

Me apretó con más fuerza.

—?Y por qué lo has hecho ahora?

—Dante ha aparecido aquí completamente desquiciado y ha empezado a decirme cosas terribles. Cosas que... —Yo seguía llorando. Respirando y llorando—, que me hacían da?o y quería que parara. Porque lo que piensa de mí es asqueroso y...

—?Qué piensa de ti?

—Que tengo interés en Giulio.

Lucas se apartó para mirarme.

—?Interés?

Asentí con vehemencia.

—Que él me gusta. ?Cómo ha podido pensar que me atrae? —Me froté las mejillas y sorbí por la nariz—. Entonces lo he soltado sin pensar. Le he dicho que era mi padre... Giulio lo ha oído todo.

—Y no ha reaccionado bien.

—No —le aseguré rotunda—. No cree que yo pueda ser su hija. Ni siquiera que exista una posibilidad. No quiere saber nada del tema ni de mí.

—Ponte en su piel, Maya. Dale tiempo.

El recuerdo de lo que había sucedido unos minutos antes se me clavaba como esquirlas de cristal. Negué con un gesto.

—Tú no lo has oído. No quiere volver a verme.

Lucas suspiró y se inclinó para darme un beso en la frente. Sus labios permanecieron pegados a mi piel un largo instante. Noté que le temblaban, también sus manos sobre mí. Entonces me fijé en él. En sus ojos un poco rojos y brillantes.

—?Y a ti qué te pasa?

—Nada.

Me estaba mintiendo.

—Lucas —insistí.

—No es importante. Tú sí lo eres. —Intentó besarme, pero no lo dejé. Lo sujeté por las mu?ecas y lo obligué a que me mirara. Soltó una profunda exhalación—. Mi hermana me ha llamado. Mi padre tuvo un ataque. Lo operaron de urgencia y ahora está en la UCI. No creen que vaya a salir de esta.

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