Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(136)
—?Oh, Dios mío, lo siento mu…! —Todo desapareció en un familiar estallido de ardiente agonía e infinito éxtasis, sus células sufrieron una alteración a un nivel rotundamente cambiante.
Judd se quedó petrificado mientras el mundo se disolvía en un resplandor multicolor alrededor de Brenna. Había presenciado la metamorfosis de otros lobos, pero aquello era diferente en el más fundamental de los sentidos. Aquella era su compa?era. Podía sentir lo que le estaba sucediendo como si estuviera teniendo lugar en su propio cuerpo. Puro tormento y dicha absoluta, una exquisita mezcla distinta a todo cuanto había experimentado.
Segundos después, había acabado. Delante de él tenía a una elegante loba de pelaje gris claro que le instaba a acariciarla. Sin pensarlo dos veces, se arrodilló y le pasó la mano por el cuello, con la mirada clavada en aquellos ojos rebosantes de inteligencia y tan únicos que solo podían ser de Brenna… a pesar de que en la transformación sus iris habían perdido esa llamarada de azul ártico.
Brenna era lo más hermoso que había contemplado en su vida.
Recibió algo a través del vínculo de pareja: incertidumbre, miedo.
—?Qué sucede? —pensó sin demora—. Eres perfecta, hermosa —la tranquilizó—. No hay errores en la transformación.
Dentro de su mente sintió risas, alegría. Tras zafarse de él, Brenna cruzó corriendo el claro en el que habían estado jugando. El la dejó ir, con una extra?a sensación oprimiéndole el pecho. Sabía que necesitaba su libertad, por mucho que ansiara ir con ella.
Brenna se detuvo al borde del claro y volvió la vista hacia él. Su compa?era había cambiado de forma, pero podía leer sus pensamientos alto y claro. Le estaba lanzando un desafío. Sintiendo que una sonrisa caldeaba todo su cuerpo, pese a que solo un mínimo atisbo alcanzó su rostro, se puso en pie.
—Acepto, Brenna Shane.
La reunión podía esperar. El mundo entero podía esperar.
Brenna no le dio tregua, y se internó entre los árboles como un relámpago plateado. Judd corrió tras ella empleando sus poderes telequinésicos en aquel simple ejercicio para poder volar junto a la preciosa mujer que era su compa?era.
La tarde dio paso a la noche y seguían correteando, jugando al escondite, tratando de acercarse sigilosamente al otro, alborotando las hojas caídas a veces solo para verlas moverse. Un juego sin más, y lo más cerca que Judd había estado de sentirse como un ni?o.
Cuando Brenna se sació, habían regresado al punto de partida. Ambos resollaban, pero el aire estaba cargado de energía. Ella se transformó y, esta vez, era aún más hermosa, pues Judd pudo sentir su dicha desde el principio. Apareció en medio de una lluvia de chispas; una preciosa mujer desnuda con una deslumbrante sonrisa en los labios.
—?Judd! —Le tendió los brazos abiertos y él se inclinó para levantarla en vilo. Luego Brenna le rodeó la cintura con las piernas mientras él se enderezaba, y rompió a reír—. ?Puedo transformarme!
Dando vueltas con ella en brazos, la besó en el cuello y a continuación en la boca. Ella le devolvió el beso con abandono, y bajo sus manos sintió su piel suave, caliente y acogedora. Privilegios de piel. Judd puso fin al beso para contemplar su felicidad.
—Eres increíblemente hermosa. En cualquiera de tus formas.
El rostro de Brenna fue invadido por la ternura.
—Temía que no… que te pusieras histérico al verme como a un lobo. Entonces me dijiste que era perfecta, que no había ?errores?. —La última palabra fue una tomadura de pelo.
Judd se alegraba enormemente de que su respuesta la hubiera tranquilizado, aunque había malinterpretado la razón de su preocupación.
—Así es. —La sostuvo con un brazo y le acarició el muslo con la otra mano hasta la curva de su trasero—. Y estás desnuda.
Ella abrió los ojos como platos.
—?Mi ropa! —Miró a su alrededor como si esperase que reapareciera por arte de magia, a pesar de haberse desintegrado durante el proceso de metamorfosis—. ?Qué voy a hacer?
Judd notó que sus labios se movían nerviosamente.
Brenna le golpeó en el hombro con su peque?o pu?o.
—?No tiene gracia!
—Creo que desnuda tienes un aspecto delicioso. —La besó en la barbilla—. Claro que tendré que matar a cualquiera que se atreva a ponerte la vista encima.
—?No puedo pasearme así por la guarida! —se quejó.
Judd ya se había percatado de eso; por displicentes que fueran acerca de la desnudez en otras circunstancias, los lobos seguían unas reglas estrictas dentro de la guarida en cuanto a ir vestidos. Los cachorros eran la única excepción.
—Para ser una loba tan lista —murmuró contra sus labios—, estás revelando una clara falta de lógica.
—?Lógica? —Frunció el ce?o, pero le devolvió el beso.
—Mmm. —Judd le apretó el trasero—. Transfórmate. Vístete con tu pelaje. —Aquel era un comportamiento aceptado. Era frecuente que los soldados no tuvieran ropa a mano y que tuvieran que regresar en forma animal.
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