Puro (Pure #1)(20)
—Luego voy —le dice Perdiz—. Ve tú primero.
—?Has echado un vistazo por las zonas comunes? —pregunta Hastings, asomado a la ventana que da al césped que separa los dormitorios de las chicas de los de los chicos—. Weed le está mandando mensajes con su lápiz láser a una chica. ?Te imaginas al muy friki pidiéndole salir a otra friki a través de un mensaje de lápiz láser?
Perdiz mira al césped y ve los peque?os zigzagueos de un punto rojo por la hierba. Alza la vista hacia las ventanas iluminadas de los dormitorios de las chicas, donde tiene que haber alguna que sepa interpretarlo. Es alucinante lo que tienen que inventarse para poder hablar con las chicas.
—Supongo que cada cual tiene su estratagema —comenta Perdiz.
Hastings no tiene ninguna estratagema con las chicas, de modo que no está en posición de juzgar a Weed en ese aspecto, y lo sabe.
—Que sepas, compa?ero, que me parte el corazón que ni siquiera puedas venir conmigo al baile. Vas a acabar conmigo poco a poco.
—?Qué? —pregunta Perdiz haciéndose el tonto.
—?Por qué no me cuentas lo que te pasa de verdad, eh?
—?De verdad?
—Has estado pasando de mí porque no me soportas. ?Por qué no me lo dices a la cara y ya está? No me lo tomaré como algo personal. —Hastings es conocido por decir que no se toma los insultos como algo personal, pero nada más lejos de la realidad.
Perdiz decide decirle parte de la verdad, aunque solo sea un poco, para que se relaje.
—Mira, tengo muchas cosas encima. Mi padre me quiere llevar a una sesión especial de moldes de momia. Me van a anestesiar y todo.
Hastings se apoya en el respaldo de su silla de escritorio; se ha quedado en blanco.
—Hastings, que es a mí, no a ti. No te lo tomes tan a pecho.
—No, no. —El chico se aparta el pelo de la cara, en un tic nervioso que tiene—. Es que… ya habrás oído los rumores sobre esa clase de sesiones. Por lo que dicen, así es como te intervienen.
—Ya lo sé, te pueden poner lentillas en los ojos y grabadoras en los oídos y vas por ahí paseándote como un espía, quieras tú o no.
—No son los típicos cacharros con chips que ponen los padres histéricos a sus hijos para saber dónde están en todo momento. Es tecnología punta: lo que ves y lo que oyes es monitorizado a todo color a través de pantallas de alta definición.
—Bueno, pero eso no va a pasar, Hastings. ?A quién se le iba a ocurrir convertir al hijo de Willux en un espía?
—?Y si es peor aún? ?Y si te ponen una tictac?
En teoría una tictac es una bomba que implantan en la cabeza de la gente y que se acciona por control remoto. Si de buenas a primeras les resultas más peligroso que útil, pulsan el interruptor. Perdiz se niega a creer que las tictacs existan.
—Eso no es más que una leyenda, Hastings. Esas cosas no existen.
—Entonces ?qué es lo que quieren?
—Obtener información biológica, nada más.
—Para eso no hace falta que te anestesien. Tienen ADN, sangre, orina… ?Qué más pueden necesitar?
Perdiz sabe lo que quieren de él: están tratando de alterar su codificación conductiva pero por alguna razón no son capaces. Y su madre tiene algo que ver con eso. Ya le ha contado a Hastings más de la cuenta. Y es que no debe contarle a nadie que está planeando salir. Sabe cómo escapar de la Cúpula; ha investigado, ha hecho cálculos y va a salir a través del sistema de filtrado del aire. Solo necesita una cosa más, un cuchillo, y lo va a conseguir esa misma noche.
—No hay de qué asustarse, Hastings. No me va a pasar nada; nunca me pasa, ?no es verdad?
—No debe de ser agradable tener una tictac, tío, no debe ser nada agradable.
—Mira qué elegante vas, Hastings. Anda, no te preocupes y ve a divertirte. Como tú dices, ?es un baile, joder!
—Vale, vale —concede Hastings, que de una zancada de sus largas piernas se planta en la puerta—. No me dejes ahí esperando media vida, ?vale?
—Si dejases de darme la vara iría más rápido.
Hastings se despide con el saludo militar y cierra la puerta.
Perdiz se deja caer en la cama con todo su peso. ?Será idiota este Hastings?, se dice para sus adentros, pero no sirve de nada. Su compa?ero le ha asustado al hablarle de la tictac; ?por qué iban a querer unos oficiales aniquilar a sus propios soldados? Tendría que haberle dicho que se preocupase por sí mismo. Es muy probable que la codificación conductiva de su compa?ero ya esté algo alterada; tal vez sea incluso una de las razones por las que no quiere llegar tarde al baile: en la Cúpula la puntualidad es una virtud.
Perdiz no puede ni imaginarse cómo debe de ser empezar a actuar de forma distinta, aunque sea en detalles mínimos. ?Es como hacerse mayor, madurar?, eso es lo que piensan los padres de la codificación conductiva, al menos para los chicos. A las chicas no las codifican por algo relacionado con lo delicado de sus órganos reproductores, salvo que no sean válidas para la reproducción; en tales casos, se les aplica potenciación cerebral. A Perdiz no le hace ninguna gracia cambiar; quiere saber en qué se convierte por sí mismo, aunque no sea bueno. En cualquier caso tiene que escapar antes de que consigan manipular su codificación conductiva o, de lo contrario, nunca lo sabrá. Se pondrá trabas a sí mismo y puede que no vuelva a experimentar el impulso de salir. Pero ?qué hay fuera de la Cúpula? Lo único que sabe es que es una tierra llena de miserables, la mayoría de los cuales fueron o demasiado tontos o demasiado testarudos para unirse a la Cúpula; o estaban mal de la cabeza, o eran criminales desequilibrados o enfermos peligrosos, de esos que ya estaban por entonces ingresados en instituciones. En aquella época la cosa no iba nada bien, la sociedad había enfermado, el mundo había cambiado para siempre. Ahora la mayoría de los miserables que sobrevivieron son engendros, con deformidades que hacen difícil reconocerlos como humanos, distorsiones de sus formas vitales anteriores. En clase les han ense?ado fotografías, imágenes sacadas de los vídeos nublados por la ceniza. ?Será capaz de sobrevivir fuera en aquel ambiente mortecino, entre aquellos miserables violentos? Además, es posible que, una vez fuera, no lo busquen, a fin de cuentas no se permite salir de la Cúpula a nadie bajo ningún pretexto, ni siquiera para reconocer el terreno. ?Es la suya una misión suicida?