Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(28)
En fin, mi intención con esa salida era que el verdadero Aegan se manifestara. No quería ver al caballero sonriente de hoyuelos endemoniadamente encantadores y cara de póster político. Para conseguir mi objetivo, se me ocurrió que, además de fingir que me gustaba estar allí con ellos, podía refutar inteligentemente cada una de sus órdenes.
La pesadilla de un controlador, ?no crees?
—?Qué es lo de siempre? —pregunté con mi voz más agradable al chef.
—Fideos, rollos de salmón y cangrejo —contestó Aegan sin apartar la vista de mí.
Demonios, sonaba tan bien que consideré cambiar de estrategia y aceptar encantada su propuesta.
Pero Artie me salvó el día sin saberlo.
—Yo soy alérgica al salmón —dijo, y su voz sonó extra?a, afectada e incluso temerosa.
Pensé que Aegan le diría al chef que no preparara salmón porque no queríamos ver a Artie inflarse hasta explotar, pero se limitó a observarla, medio ce?udo, con cara de ??Y qué esperas que haga yo??, porque no le preocupaba en lo absoluto que ella fuera alérgica.
Otro rasgo descubierto: Aegan no era empático.
—Escoge algo diferente —sugirió Adrik con la perezosa simpleza de alguien que resolvía las cosas de la forma más rápida, sin molestarse. Me asombró un poco que eso saliera de él.
—No importa, los fideos y el cangrejo estarán bien para mí —asintió ella en un tono más bajo.
Artie desvió la mirada y me di cuenta de que tan solo unas horas atrás estaba preocupada por la ropa con la que la vería Adrik, y que ahora parecía querer meterse debajo del subsuelo con aire afligido y desanimado. Sospeché que también había notado la indiferencia de Aegan.
Pensé que, por un lado, estaba bien que se diera cuenta de que no era el tipo perfecto que todos decían que era, pero, por otro lado, no me gustó que la tratara de ese modo.
Así que encendí a la Jude que sabía joder las cosas. Mi favorita.
—Espera, ?era cangrejo? —solté, falsamente confundida. El chef y todos me observaron—. Creo que escuché mal. Yo soy muy alérgica al cangrejo. Me da una hemorragia estomacal horrible. Mejor escogeré algo distinto. ?Puedo ver el menú?
El chef se inclinó hacia un lado, cogió el menú y me lo ofreció.
Esa noche Aegan ya no iba a controlar la comida. Sorry not sorry.
—Artie, por favor, ayúdame a escoger —le pedí, sonriendo, y su carita se iluminó.
El chef tomó otro menú y se lo entregó. Tardé en decidirme, tratando de elegir de forma totalmente intencional. No sabía mucho de comida japonesa, así que me guie por esa sencilla regla de ?el nombre más interesante y el precio más exagerado?. Artie escogió unos fideos con pollo teriyaki, y yo me fui por...
—Quiero el Karashi Renkon y el Tantanmen —pedí con orgullo y entusiasmo.
—Jude, no —intervino Aegan.
Lo dijo tranquilo, pero él tenía una forma muy natural de hacer que todo sonara como una prohibición, como un mandato que no podías desafiar. Obviamente, iba a desafiarlo.
—Aegan, escogeré mi propia comida, ?podrías respetar eso sin que te estalle una vena de la frente? —le pedí con una voz suave, pero firme.
Atisbé algo de tensión en su mandíbula. Incluso me miró con fijeza como si estuviera insultándome en su mente.
—Creo que... —quiso decirme algo Adrik, pero Aegan lo interrumpió sin dejar de mirarme:
—Adrik —pronunció en un claro: ?No digas nada?—. Déjala. Es lo que quiere, es lo que tendrá.
Les dediqué una sonrisa falsa.
Me sentí satisfecha cuando acabaron de tomar nota para empezar a prepararlo todo. En la mesa se hizo un peque?o silencio. Adrik se sumió en su apatía, que debía ser su otra cara, además de la de culo. Permaneció ausente, dando a entender que no le importaba nada en absoluto, porque dentro de su cabeza las cosas estaban más entretenidas. Me pregunté qué habría querido decirme antes, pero solo Diosito lo sabía. Su hermano lo había silenciado. Otra se?al de que tenía el poder.
Aegan me lanzó una pregunta:
—?De dónde vienes, Jude...? ?Solo Jude o tienes segundo nombre?
Lo hizo sonar casual, pero esto es algo que aprendí luego: Aegan no hacía preguntas solo por conversar. él hacía preguntas para evaluar las respuestas.
—Es una historia graciosa —admití—. Soy de muchas partes. Y no, no tengo segundo nombre.
—?De muchas partes? Explícanos eso, por favor —pidió, interesado.
No me molestó contarlo:
—Bueno, desde muy jóvenes mis padres viajaban mucho debido a su religión. Vivieron en distintos países como misioneros, así que nunca me quedé solo con una cultura y una nacionalidad. Llegaron aquí cuando yo tenía diez a?os y nos quedamos porque su iglesia enfrentó un escándalo de acusaciones graves y fue disuelta.