Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(26)
?Driki? Oh, por Dios. ?Llamaba Driki a Adrik? Al desviar la vista hacia Adrik y comprobar que no se había inmutado, lo confirmé. Pude haberme reído con lágrimas, mocos y todo, pero eso habría arruinado mi postura de ?lárgate?, así que me mantuve seria. El único sonido que se escuchó fue la pila de libros que Adrik, alias Driki, dejó caer sobre el escritorio. Aterrizaron de forma odiosa.
—Aquí están —dijo.
—?Eso es todo? —repliqué, porque en realidad me había imaginado más opciones del maestro de la fantasía y solo había tres libros.
—He seleccionado los más ligeros para ti —contestó.
Y eso me tomó por sorpresa. Mucha sorpresa. Tanta sorpresa que balbuceé:
—Ah..., ?en serio? Pues gracias, supongo, no me lo espera...
—Los escogí porque los otros son muy valiosos, y no quiero que los toques —me interrumpió con los ojos algo entornados, al darse cuenta de que yo lo había malinterpretado—. No me gusta prestarlos a nadie. Además, aquí cualquiera puede comprarse sus propios libros.
Y la sorpresa desapareció.
Claro, así tenía sentido. Obviamente, Adrik no iba a seleccionar libros de forma especial para una desconocida. ?Qué me había creído yo?
Para salvar aquel momento tan raro, Artie salió de su habitación. Fue chistoso porque pasó de avanzar hacia nosotros muy animada a detenerse de golpe. Como no llevaba las gafas, la expresión de asombro por lo que vio ante ella fue notable.
—Hola, Adrik —saludó en un tono perplejo—. Hola..., Aegan.
Luego me miró como diciendo: ?Joder, no me dijiste que serían dos?.
Los hermanos hicieron un gesto muy similar e indiferente con la mano para saludarla. Me di cuenta de que eran curiosamente distintos, porque los rasgos de Aegan no se parecían mucho a los de Adrik, excepto por los detalles básicos que sí compartían: el pelo azabache, la altura, los ojos grises y el tono de piel. Por lo demás, habrían pasado fácilmente como solo primos. Pero la genética es rara, ?no? A veces no nos parecemos a nuestros hermanos.
Aegan miró el costoso reloj que tenía en la mu?eca derecha.
—Bueno, hecha la entrega, hay que ir a cenar —soltó animoso, y alzó la mirada hacia mí—. ?Estás lista?
Era increíble. ?Por qué quería que saliéramos juntos? Debía de tener un plan. Estaba muy segura de que yo no le atraía de verdad. De hecho, estaba demasiado segura de que todo él era falso. El Aegan real todavía no salía. El papel de Aegan sonriente, caballeroso y perfecto formaba parte de una estratagema.
—Te dije que no pensaba salir contigo —le recordé.
—Solos —puntualizó él de forma inteligente—. Y lo respeto.
—Entonces, ?por qué tanta insistencia? —me atreví a preguntar, y me crucé de brazos con una sonrisa ladina y suspicaz—. ?Es que acaso te he impresionado?
Aegan ensanchó la sonrisa del Grinch. Nada podía quitarle el aire de personaje malvado con planes perversos y ocultos, en serio.
Se reservó, sospechosamente, la respuesta a mi última pregunta.
—Será solo una cena para limar asperezas —dijo—. Por alguna razón, todos creen que nos odiamos, y yo no tengo nada contra ti, y tú no tienes nada contra mí, ?no?
El silencio alrededor de esas palabras fue tenso, de ese que ocultaba verdades.
—Claro que no, eso sería estúpido —mentí con una sonrisa.
—Entonces... —Aegan extendió los brazos en un gesto de obviedad y lanzó su propuesta—, ?por qué no vamos tú, yo, Adrik y Artemis a cenar?
—?Yo y quién? —preguntó Adrik, repentinamente confundido.
?Se había perdido pensando en la inmortalidad del cangrejo y acababa de prestarle atención a la conversación o qué?
—Eh, yo soy Artemis —le aclaró Artie, un poco descolocada.
Artie era por Artemis, pero Adrik no lo sabía, así que la observó como si no hubiera reparado en ella hasta ese momento. Asintió con lentitud en un gesto cordial, igual de forzado que mi sonrisa. Luego nos miró a Aegan y a mí.
—Me parece que no —rechazó, aburrido.
Avanzó hacia la puerta con toda la intención de irse de la misma forma que se iría alguien a quien no le importaba un pepino el resto de la humanidad.
Y... ya sabes que todos tenemos un lado cruel, ?no? Solo que no siempre le dejamos que nos domine. Pero en esos tiempos mi lado cruel y yo simpatizábamos mucho por razones que te explicaré después, así que mientras Adrik se iba en cámara lenta, las palabras de Dash sonaron en mi mente: ?Si se trata de una rebelión, Jude pudo aceptar salir una noche con él y luego rechazarlo. Habría herido su ego. Más simple y menos peligroso, ?no??.
Aceptar y rechazar. Herir su ego. Eran razones muy válidas, y la oportunidad me pareció perfecta para una peque?a venganza.
Intercepté a Adrik y lo detuve frente a mí. Su altura sombría me intimidó un poco, pero no se lo demostré.