Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(21)
—Lo he hecho sin pensar —confesé—. Solo quería partirle la nariz.
—Bueno, no importa —suspiró ella—. Basta con que al menos una vez en su vida una chica lo haya puesto en su lugar. Te aseguro que nadie olvidará lo que has hecho.
Por supuesto que no. En Tagus no se olvidaba nada.
Excepto lo que era conveniente olvidar.
Artie me invitó a tomar uno de esos raros batidos saludables para relajarme en su lugar favorito: Bat-Fit, uno de esos sitios para la gente que quería atrasar el proceso natural de la muerte y que iba al gimnasio. ??Es que ya nadie invitaba a café tras sucesos dramáticos y estresantes?!
Aunque el lugar no estaba mal. Tenía un montón de ventanales y las mesas estaban al aire libre rodeadas por un jardín. Obviamente, todo era ecológico, hasta el papel higiénico en los ba?os. En una de esas mesas estaban Dash y Kiana, así que fuimos directas a sentarnos con ellos. Al hacerlo puse el culo con fuerza contra la silla y solté bastante aire.
—Uh, percibo un aura de enfado por aquí —comentó Kiana al tiempo que se llevaba un vaso ecológico a los labios.
—Siento que podría arrancar la Estatua de la Libertad de su sitio y plantarla en Tombuctú —dije entre dientes. Tiré mi mochila al suelo junto a mí.
Trataba de reprimir el enojo que me había provocado Aegan, pero sentía que todavía me salía un poco por los poros. Ese descaro al decir que yo quería su atención era lo que más me hacía hervir la sangre.
—?Qué ha pasado? —quiso saber Kiana, entendiendo que mi molestia era seria y tenía causa.
No quería contárselo, así que intenté cambiar de tema.
—?De qué es esa llave? —le pregunté, y se?alé la llave plateada y grande que le colgaba en un collar a juego con su ropa. Era un poco rara, no tenía la forma de una llave normal.
—Es mi llave maestra de salas de Tagus —dijo sin darle importancia—. Me la dieron por ser líder del club de pintura. Pero, en serio, ?ha pasado algo?
Artie lo anunció finalmente, incapaz de aguantarse:
—Ay, sí, es que Aegan ha invitado a salir a Jude hace unos veinte minutos.
Kiana y Dash se quedaron en shock. Sus vasos ecológicos se detuvieron a medio camino de sus bocas. Casi pesta?earon al mismo tiempo. Nos miraron alternativamente a Artie y a mí, esperando que alguna desmintiera eso. Luego comprendieron que era cierto.
—?Qué? —escupió Dash, impactado—. ??Y qué dijiste?!
—Que no —contesté con obviedad.
Volvieron a quedarse atónitos. Se miraron las caras y luego me miraron a mí. Su reacción me hizo entender que mi ?no? había sido casi una proeza, algo extraordinario.
—Pero ?mujer, ?de qué [...] tú?! mujer!, ?de qué planeta revolucionario has salido tú? —exclamó Dash, entre fascinado y estupefacto.
—Admito que no me lo esperaba —confesó Artie, aún impactada también—. Creí que Aegan haría cualquier cosa menos esto.
Dash resopló como si ella no supiera nada de la vida. O del trío de hermanos.
—Pues por esa razón lo hizo —aseguró—, porque esperábamos lo peor, no que la invitara a salir. Ha cambiado totalmente de táctica.
Una chica con un uniforme de pantalón y blusa blanca con el sello de Bat-Fit llegó a la mesa en ese instante. Nos miró con cara rara, tal vez porque había escuchado algo, pero se apresuró a parecer servicial y nos preguntó qué queríamos tomar. Artie pidió dos batidos de proteína y chocolate, y la camarera se alejó, aunque echó un rápido vistazo hacia atrás, dando la impresión de querer quedarse cerca para enterarse de lo que sucedía entre nosotros.
Lo que me habían contado sobre ese pobre chico llamado Pierre y los alumnos acribillándolo a preguntas en el debate me había hecho pensar en una teoría conspirativa. ?Y si Aegan tenía espías y servidores en todo Tagus? ?Y si los chicos y chicas, además de ser sus seguidores, también funcionaban como sus sirvientes? él tenía todas las posibilidades de darles algo muy bueno a cambio...
Debíamos hablar más bajo. Iba a proponerlo cuando noté que Kiana se había puesto las manos sobre la boca y que sus ojos estaban abiertos como platos como quien acababa de tener una gran revelación. Me miraba, pero al mismo tiempo no.
—?Qué pasa? —le pregunté, ce?uda—. ?Se te ha congelado el cerebro con el batido?
Ella volvió en sí y paseó su mirada por todos nosotros, repentinamente acelerada.
—Rápido, nombren a una sola chica que haya aceptado ser novia de Aegan sin querer serlo —nos pidió.
Dash pesta?eó sin ninguna respuesta. Artie negó en silencio, sin dar tampoco ningún nombre.
—No hay, no existe —dijo Dash.
—?Y alguna chica con la que haya durado menos o más de los noventa días de marras? —preguntó Kiana, imparable.
Dash hizo un mohín pensativo, abrió la boca para soltar un nombre, pero luego la cerró, descartándolo. Volvió a abrir la boca con otra idea, pero al final no le pareció buena. Acabó negando con la cabeza.