El mapa de los anhelos(111)



Me quito la ropa y me pongo algo más cómodo.

Cuando me dejo caer en la cama, noto que huele a ella. El olor de Grace es bastante específico porque usa una colonia de moras silvestres con un rastro dulzón; la vi en la mesilla de noche cuando estuve en su habitación. Me giro, enciendo una vela y suspiro antes de agacharme para mirar debajo de la cama. En este lugar guardo gran parte de mis pertenencias. Ahí está ?El mapa de los anhelos?, el regalo de cumplea?os que nunca le di a Grace y el libro que estaba buscando y del que me olvido al instante porque mi mano decide tirar con suavidad del lazo del regalo. El paquete se desliza por el suelo. Lo cojo. Debería habérselo dado esa noche, pero fue imposible. Y después no he encontrado el momento. En realidad, ya no sé si lo encontraré. No queda mucho tiempo.

Termino dejándolo sobre el banco, junto a las pilas de novelas. Cojo el libro y me tumbo. Leo una media hora hasta que, de pronto, alguien aporrea la puerta de la caravana.





47


Grace


Vuelvo a llamar con fuerza.

Will abre y una sonrisa se dibuja en su rostro. Y es tan arrolladora y perfecta que quiero que se quede ahí curvando sus labios hasta que me aburra de ella, algo que está lejos de ocurrir. Se aparta para dejarme entrar y cierra a mi espalda.

—Admito que me estoy aficionando a esto de que aparezcas de madrugada.

—Lo siento…

—?No me has oído? No hay nada que sentir.

Sus manos están calientes cuando acogen mis mejillas y se inclina para besarme lenta y profundamente. Se me aflojan las rodillas. Por un instante, rendida ante el beso, me olvido de la razón por la que había ido a verlo y me dejo llevar, me pierdo en la suavidad de su lengua y en la calidez de su boca, pero luego todo me golpea de pronto: la ausencia de mi hermana, el divorcio de mis padres, mi propia inconsistencia…

—Will. —Apoyo las manos en su pecho.

—Dime —murmura contra mi cuello.

—He venido porque… —Estoy un poco mareada, tanto por sus caricias como por mi propósito—. Necesito abrir la última casilla.

él se aparta en ese momento y me mira fijamente.

—?Estás segura?

—Sí, muy segura. Solo faltan un par de semanas para que nos embarquemos en el viaje y quiero acabar antes ?El mapa de los anhelos? —digo atropelladamente—. Me da miedo. Me da miedo quedarme vacía cuando todo termine, pero ?acaso la vida no va justo de eso? De afrontar esos miedos y los vacíos y las aristas. No hablo de superarlos ni de ignorarlos, sino tan solo de ser capaz de mirarlos de frente.

Will me observa en silencio unos instantes. No sé qué está pasando por su cabeza, no puedo saberlo porque tiene un don para que su rostro se muestre inexpresivo cuando no quiere dejarme entrar. No contesta. No como esperaba que lo hiciese. Tan solo asiente y se agacha para sacar de la cama el juego.

—Está bien, si es lo que quieres…

Lo deja en mis manos. Como todo lo demás.

Y sé que es algo a lo que debería prestarle atención, porque la sensación pegajosa regresa, pero lo ignoro todo cuando abro la última casilla. Hay un papelito enrollado con el número de la carta que Will me da. Me siento en la cama. Saco la nota. Cojo aire.



Peque?a Grace:

Esta será la última carta que te escriba. Quiero pensar que, si la estás leyendo, significa que completaste el juego y no que te rendiste a medias y fuiste directamente al final; pero, si tomaste ese desvío, no pasa nada. Lo comprendo. Sé que era un desafío porque a veces es tan difícil enfrentar lo que tememos como lo que anhelamos.

Tengo tantas cosas que decirte que no sé por dónde empezar. Quizá debería hacerlo por el principio. Tu llegada al mundo cambió mi vida, Grace. Y no lo digo en el sentido literal, no me refiero a esas células tuyas que luego fueron mías, no, sino a ti. Soy incapaz de imaginar mi existencia sin tenerte alrededor. Mamá siempre cuenta que, cuando éramos peque?as, te dormías acariciándome la u?a del dedo pulgar y, si me ingresaban en el hospital y no estaba en casa, llorabas y llorabas hasta que caías rendida por culpa del sofoco. Ser tu hermana mayor ha sido muy fácil, Grace. Seguirte la corriente cuando se te ocurrían travesuras, reírme de tus bromas, ser testigo de los tropiezos y las victorias. Y de cómo crecías. Lo has hecho. Has crecido mucho. Ahora que creo que el final llegará pronto, me paso los días imaginando qué será de tu vida cuando yo ya no esté; ?de quién te enamorarás?, ?cómo será la casa en la que vivas?, ?en qué trabajarás?, ?con qué personas quedarás a tomar algo? A veces voy más allá y fantaseo pensando en cómo serás cuando te hagas vieja, si seguirás llevando la misma melena corta de siempre o habrás cambiado, si cultivarás plantas en las ventanas o habrás aprendido a hacer bizcocho de plátano o si tendrás un gato que ronronee cuando lo acaricies tras las orejas… Me entristece pensar en las cosas que voy a perderme, porque, ?sabes?, eres lo más parecido a una compa?era de vida que se puede tener, paso a paso, mano a mano. Los padres y los hijos se mueven en dimensiones distintas, pero tú eres mi hermana, nacimos como iguales. No deberíamos separarnos nunca. Pero…

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