Ciudades de humo (Fuego #1)(17)
Clavó los codos en la camilla y se incorporó muy poco a poco. Tras eso, intentó ponerse de pie, pero su pierna derecha no se movía por mucho que lo intentara. Movió los dedos de los pies y, aunque los tenía medio dormidos, los sintió. Fue un alivio.
Decidió que lo mejor era descubrir dónde estaba, así que apartó la cortina apenas una rendija para espiar el lugar. En aquella estancia había más camillas, pero la suya era la única ocupada.
Apartó un poco más la cortina. Un palmo. Vio máquinas viejas y extra?as, varias ventanas y unas cuantas vitrinas llenas de frascos de varios tama?os y colores.
Se armó de valor y abrió la cortina casi por completo. No esperaba encontrar compa?ía.
Había dos personas más allí. Una era una mujer bajita, de piel bronceada por el sol y pelo rubio atado en un mo?o. Su cara era redonda, algo regordeta, y tenía los ojos grandes y marrones. Su rostro inspiraba confianza. Y en ese momento, mientras hablaba con alguien en un tono suave, todavía más.
Ese alguien, que daba la espalda a Alice, parecía un chico no mucho mayor que ella, pero era difícil asegurarlo si no se daba la vuelta. Iba vestido con una camiseta negra que tenía un agujero cerca de la cadera, unos pantalones de camuflaje y unas botas. Estaba cruzado de brazos, con los hombros tensos. Era obvio que estaba enfadado por algún motivo.
—No podemos asegurarlo —murmuró la mujer—. No sabemos nada de esa zona.
—Díselo a Deane. Seguro que está entusiasmada con la situación.
—Deane es... —La mujer suspiró—. Ya sabes cómo es.
—Y tú también. Por eso me sorprende que quieras seguir adelante con esto.
—Y ?qué harías tú, Rhett? ?La echarías? ?En serio?
El tal Rhett se tensó todavía más y apartó la mirada.
—No lo sé. Algo mejor que esto.
—Bueno, es tan fácil como votar en contra. Pero no esperes que yo haga lo mismo.
Hubo un momento de silencio incómodo entre ambos. El chico apartó la mirada. De hecho, en aquel momento se dio la vuelta hacia Alice como si hubiera notado que los observaba.
Durante un milisegundo, Alice pensó que podría fingir que no había estado escuchando. Pero solo durante ese milisegundo, porque entonces se dio cuenta de que era muy tarde. El chico había clavado la mirada sobre ella. Y no, no parecía demasiado contento.
Además, aunque hubiera intentado disimular, habría sido inútil. Se habría quedado pasmada al verlo de todas formas. El chico tenía una cicatriz que le recorría parte de la cara, desde la ceja hasta la mejilla, cruzándole el ojo.
Nunca había visto algo así. En su zona, todos eran tan perfectos... No pudo evitar sentirse fascinada. ?Qué se sentiría al tocar una cicatriz? ?Sería muy raro que se lo pidiera?
Pero entonces, él lo estropeó todo al poner mala cara y soltar:
—?Se puede saber qué miras tanto?
Alice dio un respingo y se apresuró a desviar la vista. Vale, no parecía muy dispuesto a dejar que le tocara nada. Mejor no arriesgarse.
Mientras tanto, la mujer se había apresurado a acercarse a ella. Se detuvo a su lado y la revisó concienzudamente con la mirada antes de sonreírle.
—Vaya, buenos días. Me alegra verte despierta y con tan buena cara.
Llevaba una bata blanca como las que usaban los científicos de su zona. Fue la primera persona —aparte del adolescente al que había visto antes de desmayarse— que le infundió confianza.
—Vuelve a tumbarte o esa pierna empeorará. —Su sonrisa se volvió un poco más dulce cuando la empujó suavemente para volver a tumbarla—. ?Cómo te encuentras?
Alice la miró un momento, abrió la boca y, cuando intentó hablar, solo le salió un sonido ronco y lastimoso. Empezó a toser y sus costillas temblaron de dolor. La mujer actuó a toda velocidad. En apenas un instante estaba a su lado con un vaso de agua, que le ayudó a tomar. Alice sintió el alivio al instante. Incluso cerró los ojos, más sosegada.
Al abrirlos, vio que ambos seguían mirándola. El chico se había cruzado de brazos otra vez y la observaba con cierta desconfianza. La mujer le sonreía con amabilidad.
—Sienta bien, ?verdad? Llevas aquí unos días. Has causado un buen revuelo, se?orita —a?adió, riendo—. No había venido nadie nuevo desde hacía mucho tiempo.
—Sí—murmuró el joven, poniendo los ojos en blanco—, la temporada turística suele empezar en mayo.
La mujer lo ignoró completamente y prosiguió:
—Ahora que has recuperado la consciencia, probablemente te harán muchas preguntas: de dónde eres, cómo te llamas, si has estado en otras poblaciones..., ya sabes, la ciudad tiene curiosidad. Así que no te lo tomes a mal. No te preocupes, yo me encargaré de que no te molesten mucho con el interrogatorio.
Alice intentó hablar otra vez. Tardó unos segundos en conseguirlo.
—?Dónde... estoy?
—En Ciudad Central —aclaró la mujer.