Yerba Buena(18)



Cuando estaban con amigos, los encontronazos eran más breves y más agradables. Pero cuando estaban solas, Emilie se sentía culpable por no llamarla más a menudo, por no comprobar cómo estaba Colette o si necesitaba algo. Una vez, haciendo cola en una cafetería, Emilie vio a Colette leyendo sola en una mesa, y se dio la vuelta y salió corriendo. Era demasiado difícil saber qué hacer. Sentarse en una mesa diferente habría sido reconocer su distancia. Podría haberse sentado en la silla vacía junto a Colette y leer a su lado, pero eso habría sido demasiado fingido. No eran ese tipo de hermanas. No tenían silencios cómodos y familiares. Hablaban por teléfono cuando era necesario, se hacían favores y se encontraban en reuniones familiares, pero no se sentían cómodas en presencia de la otra.

Al menos, no desde que eran adolescentes.

—Ayúdame a poner la mesa —dijo Colette.

Buscaron los manteles individuales azules con las servilletas a juego, la cubertería y los vasos, y los llevaron a la mesa de la terraza que habían ayudado a construir una década antes. Colette volvió a entrar y Emilie cerró los ojos y se quedó muy quieta, escuchando el océano. Solo estaba a cuatro manzanas, pero con el tráfico y toda la gente que había en medio, era fácil que se perdiera el sonido. Colette volvió con el agua con gas, el zumo de naranja y los saleros y pimenteros con forma de pájaros.

—?Vamos, todos! —exclamó Lauren, ahora sin delantal, al salir con una fuente de fruta.

—Nuestras preciosas ni?as —admiró Bas mientras seguía a su mujer con gofres y bacon—. Contadnos todas las novedades.

Empezó Colette. Era tutora voluntaria donde trabajaba su amiga, una organización sin ánimo de lucro que se había creado en San Francisco y ahora tenía un centro en Los ángeles.

—Es una tienda muy divertida y todo tiene la temática de los viajes en el tiempo.

—No lo entiendo —confesó Lauren sirviendo el café.

—Es casi como una tienda de artículos de broma, pero lo que tienen es muy bueno. Aunque ni siquiera importa, las tutorías son en la trastienda. Voy un par de tardes a la semana cuando los ni?os salen de clase y los ayudo con los deberes.

—Siempre se te han dado bien los ni?os —a?adió Bas.

—Sí —confirmó Lauren—. Suena perfecto para ti.

Emilie no recordaba haber visto a su hermana interactuando con un ni?o ni una sola vez. Pero era posible que se hubiera perdido algo. Era muy probable que se lo hubiera perdido. A pesar de que lo más lejos que se había mudado Emilie había sido de Long Beach a Echo Park, se las había arreglado para perder el contacto con su familia de vez en cuando. Los veía al cabo de unas semanas, cuando ya había una nueva historia entre los otros tres. Una cena o una visita a un museo, algo que no le habían contado, pero que tampoco le habían ocultado necesariamente.

Una vez, después de enterarse de que habían emprendido un viaje de fin de semana al parque nacional árboles de Josué, Emilie se excusó para ir al ba?o. Se sentó en el inodoro y se puso a revisar la lista de mensajes de su familia, para asegurarse de que no se había perdido la invitación.

—Siempre he querido ir al parque nacional árboles de Josué.

—Tendrías que haber venido —había contestado Lauren.

—Nadie me lo dijo.

—Bas, sí que se lo dijiste, ?no?

—Pensé que se lo habías dicho tú. Por supuesto que estabas invitada, Em, pero creímos que estabas demasiado ocupada.

—La próxima vez me podéis preguntar —había replicado Emilie mirando su plato.

Pero ahora estaban juntos y le tocaba a ella compartir sus novedades.

—Bueno, ya sabéis que he dejado la oficina de bienes inmuebles.

—Ya era hora —opinó Lauren—. Es decir, los Santos son una familia maravillosa, pero no podías quedarte trabajando con ellos para siempre.

—Tengo que decidir qué hacer, pero ya me rondan algunas ideas. El último semestre cursé Estudios de la Mujer, que se centró en escritoras, y leímos obras de teatro y novelas maravillosas. He decidido que eso es lo que quiero estudiar. Literatura. Así que he cambiado algunas cosas y…

—No —interrumpió Lauren—. Emilie, no.

Emilie sintió que se le encendía el rostro.

—Lo sé, parece una locura, pero estoy muy convencida. Me he apuntado a clases y tienen una pinta increíble.

—He perdido la cuenta —intervino Colette—. ?Primero Estudios étnicos y ahora, Estudios de la Mujer?

—Si no me equivoco, creo que entre esos dos estuvo Dise?o —agregó Bas.

—Sí, Dise?o estuvo en medio —confirmó Emilie.

—Así que esta es tu cuarta especialidad —suspiró Lauren apartando el plato que tenía delante—. Y este será… ?tu séptimo a?o de estudios de grado?

En realidad, era su quinta especialidad. Se sintió aliviada de que hubieran olvidado sus clases de Botánica. Se volvió a llenar el vaso con agua. Y agradeció que la conversación continuara en otra dirección.

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