Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(33)



—Me va a doler… —murmuró Leah.

—Sí. Porque esa noche entendí que no valía la pena ser infeliz. Y en algún momento, por mucho que te duela seguir adelante, a ti también te ocurrirá. Me di cuenta de que tenía que disfrutar cada día. Pensé que la mejor forma era empezar haciendo lo que más me gustaba; el surf, el mar, el sol. Y luego iría improvisando. Pero cogería el placer, las peque?as cosas, la música, la tranquilidad; elegiría todo lo que me llenase.

—Pero a mí no me llena nada, Axel.

—No es cierto. Te llenan muchas cosas, pero todas están relacionadas con tu pasado, con tus padres, y no quieres volver allí, así que las evitas cuando curiosamente…, curiosamente sigues anclada en ese momento. Es irónico, ?nunca lo has pensado?

Leah se quedó mirando las olas, mientras el sol del amanecer le acariciaba la piel y creaba sombras y luces sobre el lienzo de su rostro.

Volví a sentir ese hormigueo en la punta de los dedos. Volví a pensar que alguien debería dibujarla en ese preciso instante: sentada sobre su tabla con la espalda recta y la mirada triste.

—Supongo que tienes razón. Pero no puedo…

—Con el tiempo, Leah, confía en mí.

—?Cómo? Si siempre duele. Siempre.

—Existen tres maneras de vivir la vida. Están las personas que solo piensan en el futuro; seguro que has conocido a muchas, ese tipo de gente que se pasa el día preocupándose por cosas que no han ocurrido, como las enfermedades que podrían llegar a sufrir algún día, por ejemplo. Y siempre tienen metas, aunque casi les resulta más satisfactorio el hecho de alcanzarlas que disfrutar de lo que sea que se hubiesen propuesto. Suelen ahorrar, que no es que sea malo, pero lo hacen para ?ese viaje largo que ya haremos algún día?, ?esa casa que nos compraremos cuando nos jubilemos?.

Una sonrisa tiró de la comisura de su boca.

—Tu madre es un poco así —comentó.

—Mi madre es totalmente así. Y no es que esté mal ser previsor, pero a veces resulta frustrante porque ?y si ma?ana le ocurriese algo? Lleva veinte a?os so?ando con ir a Roma y mi padre ya le ha propuesto hacerlo en varias ocasiones, pero siempre encuentra una excusa para seguir atrasándolo porque, pensando desde su lógica, viajar nunca va a ser una prioridad, claro, sino un capricho. Así que, sí, joder, debería abrir la cuenta de ahorros, largarse y vivir la experiencia ahora, ya, este mes.

—Tienes razón —admitió Leah.

—Luego están las que viven en el pasado. Personas que han sufrido, a las que les han hecho da?o o algo las ha marcado. Personas que se quedan estancadas en una realidad que ya no existe, y creo que eso es lo más jodidamente triste de todo. Saber que ese momento, esas carencias que los acompa?an, se desvanecieron y tan solo viven en sus recuerdos.

—Esa soy yo, ?verdad? —preguntó muy bajito.

—Sí, eres tú. La vida ha seguido su curso y te has quedado atrás. Y lo entiendo, Leah. Sé que, después de lo que ocurrió, te resultaba imposible coger impulso e incorporarte. Aún más, tampoco querías hacerlo. He estado dándole vueltas estos días, comprendiendo que te debió de resultar más fácil renunciar a sentir que afrontar el dolor, y entonces, supongo que simplemente tomaste una decisión. ?Cómo fue?

—No lo sé, no hubo un momento concreto…

—?Estás segura? ?Nada lo condicionó?

Yo recordaba esos primeros días después del accidente. Leah estaba en el hospital y había llorado y gritado entre los brazos de mi madre, que la sostenía con fuerza contra su cuerpo intentando calmarla. Toda ella había sido… dolor, en su máxima expresión. Tal y como lo sentiría cualquiera que acabase de perder a las dos personas que más quería en el mundo. Nada fuera de lo normal, ni siquiera durante el funeral.

La pérdida es así. El duelo. El llanto. Y luego, conforme pasa el tiempo, te vas lamiendo las heridas, vas asimilando lo ocurrido y los cambios que eso supone en tu vida, lo que has dejado atrás y sus implicaciones.

Ese es el paso que ella nunca llegó a dar.

Se quedó en el anterior, en el duelo. Se quedó tanto tiempo empapada de ese dolor que una parte de su subconsciente debió de pensar que era más fácil crear una barrera para aislarse y así encontrar la calma.

—Ya te lo he dicho. No hubo un instante que marcase la diferencia — contestó, y me di cuenta de que estaba siendo sincera. Se aferró a la tabla cuando una ola un poco más fuerte nos zarandeó—. Te falta una, Axel.

Háblame de la tercera forma de vivir.

—El presente. Puedes seguir reteniendo recuerdos, eso no es malo, ni tampoco pensar de vez en cuando en el futuro, pero la mayoría del tiempo la mente no debería estar ni en algo que ha pasado ya ni en algo que no sabemos si pasará, sino aquí, en el ahora.

—Ese eres tú. —Me sonrió.

—Lo intento. Mira a tu alrededor, fíjate en el sol, en los colores del cielo, en el mar. Joder, ?no es todo increíble cuando te paras a mirarlo de verdad? A sentirlo, Leah. La sensación de estar en el agua, el olor de la playa, el viento templado…

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