Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(29)



—?Por qué ibas a hacer eso?

—Por lo que ocurrió en el festival.

—No digas tonterías. Me gustó que te animases a venir.

—No debería haber bebido ni ponerte en un aprieto.

Blair sacudió la mano.

—Olvídalo. Lo importante es que estuviste allí.

—Gracias por ser así —susurré.

Me senté a los pies de la cama, cerca de ella. Contemplé la habitación, fijándome en las fotografías de las dos y de otros amigos que llenaban el corcho colgado encima del escritorio, justo al lado de un cuadro que había pintado para ella por su cumplea?os, y que mostraba su delicada silueta de espaldas frente a un mar embravecido. Porque, para mí, Blair siempre había sido un poco así, la calma en medio del caos. La calma en medio de mí misma. Una vez, mi padre me dijo que todos necesitamos un ancla; en cierto modo, ella había sido la mía.

—La próxima vez haremos algo tranquilo —dijo.

—Sí, casi mejor. No sé qué me pasó.

—?A qué te refieres?

Y no sé si fue porque no sabía qué más decir antes de largarme de allí, si fue por su mirada llena de nostalgia o a causa del momento extra?o que estábamos viviendo, pero lo solté de golpe, con las ideas aturulladas y la garganta seca:

—Me desnudé delante de él.

—?Cómo dices?

—Delante de Axel. Y lo besé.

—Joder, Leah. ?Hablas en serio?

—No era yo misma —me defendí.

Los rasgos de Blair se suavizaron y sus ojos se llenaron de ternura.

Alargó una mano y la apoyó encima de la mía antes de darme un apretón que me calentó por dentro, como si ese contacto fuese una descarga de recuerdos, de una sensación tan familiar, de su amistad.

—?No te has dado cuenta, Leah? Eras más tú que nunca. La de verdad.

?Ya no te acuerdas? Siempre fuiste así. Visceral. Impredecible. Hacías cualquier locura que se te pasase por la cabeza, me arrastrabas a mí contigo y eso…, eso me hacía sentir muy viva. Lo echo de menos.

Me levanté temblando.

—Tengo que irme.





30



AXEL

Tumbada en la cama, se quitó el sujetador y tiró de mi mano hacia ella. Caí a su lado de rodillas. Clavé la mirada en aquel cuerpo femenino al tiempo que alargaba un brazo y le acariciaba las piernas, ascendiendo con lentitud.

Madison separó las rodillas para que pudiese tocarla, y cuando lo hice, ella se arqueó en respuesta, gimiendo.

Entonces pensé en unos pechos más peque?os, más redondeados; diferentes. ?Joder.? Sacudí la cabeza para alejar esa imagen, el recuerdo.

Me tumbé. Madison trepó por mi cuerpo, me puso un condón y me olvidé de todo, del resto del mundo, de cualquier otra cosa que no fuésemos nosotros dos moviéndonos al mismo ritmo, sus gemidos en mi oreja, el placer volviéndose más intenso; la necesidad, el sexo, ese momento. Solo eso.





MAYO



(OTO?O)





31



AXEL

En esa ocasión no dejé unos días de margen, ni siquiera unas horas. En cuanto Leah entró en casa, cogí su maleta y la llevé a la habitación. Ella me siguió desconcertada.

—?Qué está ocurriendo? —preguntó.

—Vamos a poner orden. A hablar. Ya sabes, esas cosas normales. He estado pensando a lo largo de toda esta semana en lo que dijiste y me he dado cuenta de que debería haberlo entendido antes. Sentir. Tú tienes que sentir. Es eso, ?no, Leah?

—No. —Estaba asustada.

—Vamos a la terraza.

Una vez allí, ella se cruzó de brazos.

—Te prometí que pintaría.

—Y lo harás. Pero no es suficiente. Una noche, aquí mismo, me preguntaste si algún día volverías a ser feliz, ?lo recuerdas? Y yo te planteé a ti si querías serlo, pero no pudiste responder porque te entró un ataque de ansiedad. Contesta ahora. Vamos.

Estaba tan bloqueada, tan perdida…

—No lo sé… —jadeó.

—Sí que lo sabes. Mírame.

—No me hagas esto, no así.

—Ya lo estoy haciendo, Leah.

—Tú no tienes ningún derecho…

—Ah, lo tengo. Joder si lo tengo. Te lo dije, Leah. Te dije que no pararía, aunque pensases que estaba metiendo el dedo en la herida. Que me lo agradecerías. Y voy a seguir, porque, ?sabes qué?, ya te he roto. Puedo verlo. No voy a permitir que vuelvas a cerrarte en banda. Y ahora responde a la pregunta: ?quieres ser feliz?

Le tembló el labio. Sus ojos eran lava fundida; intensos, atravesándome como si intentasen hacerme da?o. Así quería verla siempre.

Así. Llena de emociones, aunque fuesen malas, aunque fuesen contra mí.

Podía soportar eso.

—?No quiero! —gritó.

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