El lado bueno de las cosas(26)
Entonces Tiffany me adelanta.
Casi ni la veo.
De repente solo importa una cosa: adelantarla.
Empiezo a correr más rápido para alcanzarla, pero ella coge el ritmo y andamos a la par hasta que consigo pasarla y mantengo mi ritmo durante un minuto más o menos antes de reducir la marcha y permitir que me alcance. Corremos el uno al lado del otro un buen rato, sin decir ni una sola palabra.
Parece como si hubiese pasado una hora cuando damos media vuelta y empezamos a regresar, y parece como si hubiese pasado otra hora hasta que llegamos a ver la sombrilla de Ronnie y Veronica, pero antes de alcanzarlos Tiffany se mete en el agua.
Yo la sigo y voy directo hacia las olas. El agua salada refresca mi piel después de haber pasado tanto rato corriendo. Pronto cubre demasiado para ponernos en pie y la cabeza de Tiffany flota por encima de las olas, que se han calmado considerablemente. Su cara está algo morena y su cabello oscuro está mojado y se ve natural. Hasta veo pecas en su nariz que no veía esta ma?ana, así que nado hacia ella.
Una ola me eleva y cuando vuelvo a bajar me doy cuenta de que mi cara y la suya están muy cerca. Por un instante, Tiffany me recuerda tanto a Nikki que tengo miedo de besarla sin querer. Pero Tiffany se aleja un poco antes de que esto suceda, y yo se lo agradezco.
Sus dedos de los pies salen a la superficie y empieza a flotar mirando al horizonte.
Yo echo el cuerpo atrás, miro la línea en la que el cielo y el mar se unen, dejo que mis pies salgan también a la superficie y me quedo flotando junto a Tiffany durante largo rato. Ninguno de los dos decimos ni una palabra.
Cuando volvemos a la toalla, Emily está durmiendo con la mano en la boca, y Ronnie y Veronica están tumbados a la sombra y cogidos de la mano. Al acercarnos a ellos entornan los ojos y sonríen como si nunca hubiese pasado nada malo.
—?Qué tal ha ido la carrera? —pregunta Ronnie.
—Queremos ir a casa ahora —dice Tiffany.
—?Qué? —exclama Ronnie incorporándose—. Si ni siquiera hemos comido. Pat, ?de verdad quieres irte?
Veronica no dice nada.
Miro al cielo. No hay ni una nube. Todo está azul.
—Sí, quiero irme —le digo. Y al poco rato, todos estamos en el coche de vuelta a Collingswood.
UNA COLMENA REPLETA DE ABEJAS VERDES
—?Ahhhhhhhhh!
Me incorporo con el corazón latiéndome a toda velocidad. Cuando consigo abrir los ojos veo a mi padre al lado de la cama con las manos por encima de la cabeza. Lleva puesto el jersey de McNabb con el número 5.
—?Ahhhhhhhhh!
Continúa gritando hasta que salgo de la cama, levanto las manos y digo:
—?Ahhhhhhhhh!
Hacemos el cántico y representamos las letras con los brazos y las piernas.
—?E! ?A! ?G! ?L! ?E! ?S! ?EAGLES!
Cuando terminamos, en vez de decirme buenos días o alguna otra cosa, mi padre simplemente sale de la habitación.
Miro el reloj y veo que son las 5.59 de la ma?ana. El partido empieza a las 13.00. Le prometí a Jake reunirme con él a las 10.00, lo que me deja dos horas para hacer pesas y una para correr. Así que hago pesas y a las 8.00 de la ma?ana Tiffany me está esperando fuera como dijo que haría.
No corremos demasiado rato, solamente unos diez u once kilómetros.
Después me doy una ducha, me pongo mi camiseta de Baskett y le digo a mamá que si me puede llevar a la estación del PATCO, pero dice:
—Tu conductor te está esperando fuera. —Mamá me da un beso en la mejilla y me entrega algo de dinero—. Pásalo bien y no dejes que tu hermano beba demasiado.
Fuera veo a papá en su coche con el motor en marcha. Me meto en el coche y pregunto:
—Papá, ?vas a venir al partido?
—Ojalá pudiera —dice, y nos dirigimos hacia la autopista.
La verdad es que mi padre sigue obedeciendo una prohibición autoimpuesta y por eso no asiste a los partidos de los Eagles. A principios de los a?os ochenta, cuando papá tenía unos veintitantos a?os, tuvo una pelea con un hincha de los Dallas Cowboys que se atrevió a sentarse en el nivel 700, lugar en el que se vendían los asientos más baratos del estadio de los Vet y donde se sentaban los ultras de los Eagles.
La historia la escuché de mi ya fallecido tío y decía lo siguiente:
Cuando los Cowboys marcaron un touchdown, ese aficionado de los Dallas empezó a saltar y a vitorear en voz muy alta, así que la gente comenzó a tirarle cervezas y perritos calientes. El problema era que mi padre estaba sentado en la fila de delante de ese aficionado de los Dallas, con lo cual a él también le empezó a caer cerveza, mostaza y comida.
Por lo visto, papá perdió el control y atacó al aficionado de los Dallas hasta dejarlo al borde de la muerte. De hecho, arrestaron a mi padre por agresión y estuvo tres meses en la cárcel. Si mi tío no hubiese pagado la hipoteca esos meses, habríamos perdido la casa. Papá perdió su pase de temporada y desde entonces no ha vuelto a ver un partido de los Eagles en el campo.
Jake dice que podríamos meter a papá en el campo, pues ya nadie comprueba los carnets en la entrada, pero él repite que no irá.