Save Us (Maxton Hall #3 )(65)
—?Qué he hecho?— pregunta.
—La verdad tarde o temprano saldría a la luz—, se?alo. —No es que esto explique tu comportamiento, pero mi padre me echaría de la casa de todos modos.
Hay silencio de nuevo. Tengo la impresión de que durante esta conversación estamos más callados que hablando. Y tal vez no sea tan malo en absoluto. El silencio mutuo también dice mucho.
Por ejemplo, ahora siento casi físicamente que Cyril digiere lo que ha escuchado de mí. Al mismo tiempo, recuerdo todo lo que hemos pasado juntos a lo largo de los a?os: el absentismo escolar comunes de Maxton 234
Hall, cuando escapábamos a Londres para ir de compras; las noches prepotentes; el momento en que pensé que nunca encontraría otro amigo como él.
Una cosa está clara para mí ahora mismo: no puedo imaginar el futuro sin Cyril. Y aunque me hizo mucho da?o, no quiero perderlo.
—?Puedes manejarlo, Cyril?— pregunto en voz baja.
Se aclara la garganta. Tengo la impresión de que quiere contestar, pero el teléfono está en silencio. Miro las flores rosadas en el jardín de Ofelia, que no estaban allí cuando vine aquí y ahora están floreciendo.
—?Crees que seré un buen tío?— Finalmente llega por teléfono.
Una sonrisa tímida aparece en mi cara. Siento una piedra caer de mi corazón.
—Mil por ciento.
—Tengo algo para ti—, dice James.
Quito los ojos del libro que leí mientras estaba sentada en el jardín y lo miro. Está de pie junto a la silla que instalé yo misma hace una hora y me está mirando con una sonrisa. Sostiene una pila de tarjetas.
—Suenas muy misterioso. ?Qué es eso?— Cierro el libro, por supuesto primero marcando la página.
James se acerca a la mesa y se sienta a mi lado. Intento echar un vistazo a las tarjetas, pero inmediatamente las saca de mi vista y las presiona contra su pecho.
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—?Qué piensas de las sorpresas?— pregunta.
Me acuerdo inmediatamente de nuestra cita en el jardín de invierno.
Luego me sorprendió, y esta noche es uno de mis mejores recuerdos juntos.
—Me encantan tus sorpresas. Creo— agrego, lo que lo hace sonreír.
—Me gustaría secuestrarte por el fin de semana.
Me levanto con tanta fuerza que el libro casi se me cae del regazo.
Lo sostengo en reflejo. —?Cuando?
—Ahora. Si tu quieres.
No puedo evitar sonreír. —?Dónde?
—Es una sorpresa—, dice.
—?James!
él ríe. —Toma cosas para una noche.
—?Y nos vamos pronto?
—Cuando estés lista.
Se levanta. Cuando camino por el jardín, siento sus ojos en mí. Antes de entrar en la casa, me vuelvo hacia él. Su expresión hace que mi corazón lata más rápido.
James es feliz.
Paso por la cocina y miro dentro. Mamá pica cebolla, papá calienta el aceite en una sartén.
—James me lleva a un viaje corto—, anuncio. No logro superar la emoción en mi voz.
Mamá se vuelve hacia mí. —Sí, ya sabemos. Nos preguntó si 236
podíamos arreglarlo.
—?Sabes a dónde vamos?
Sonríe misteriosamente. —Quizás.
Abro la boca, pero antes de que pueda preguntar algo, me amenaza con un cuchillo.
—De ninguna manera. No diré una palabra. Nada de nada —No es justo. Papá tu siempre revelas todas las sorpresas.
—Porque mis argumentos no pueden ser superados, y puedo presionar los botones correctos—, se?ala papá, y arroja un pu?ado de pimentón picado al aceite caliente.
—Te das cuenta de lo horrible que suena, ?verdad? —Pregunto, haciendo una mueca.
El piensa por un momento. —Tienes razón—. Toma nota. —Algo así—. Y luego, como si nada hubiera pasado, mezcla los pimientos en la sartén.
Puedo sentir a James parado detrás de mí y acariciando suavemente mi espalda. Siempre es así en presencia de mis padres: gestos discretos, clandestinos y tacto. Nada más.
—?Tal vez una peque?a pista?— Pregunto con una sonrisa.
James se inclina hacia mí para que su boca esté junto a mi oreja.
—Quiero cumplir uno de tus sue?os, Ruby Bell.
Ya estoy temblando.
—Entonces corro a hacer las maletas. Rápido— digo.
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Durante la primera media hora no tengo idea de a dónde vamos, pero luego pasamos un tablero con las ciudades más cercanas en la lista, y luego me sorprende.
—?No!— Yo grito fuerte.
—?Cuál no?— Pregunta James
—?Estamos...vamos a Oxford?
En realidad, no tuve que preguntar. Su sonrisa habla por sí sola.
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Porque no sé qué hacer, y estoy a punto de estallar de emoción, y lo golpeo en el hombro con todas mis fuerzas.