Save Us (Maxton Hall #3 )(64)



Y debido a que su gusto en términos de ropa para ni?os deja mucho que desear. Todavía me siento débil al recordar los pantalones de látex verde fuerte que me mostró con un brillo en los ojos, que me pondría, en el mejor de los casos, para ahuyentar a los insectos.





—Cari?o, suena tu teléfono celular—, dice Ofelia, se?alando una peque?a mesa entre nuestras tumbonas.

Muevo las gafas de sol por encima de mi cabeza para mirar la pantalla. Cuando veo quién llama, mi corazón está en mi garganta.

Cyril.

Tomo el teléfono en mi mano y miro indecisa a la peque?a foto encima de su nombre. La tomamos en mi último cumplea?os. Cyril me abrazó y me atrajo a sí mismo. Sonrío a la lente como si fueran los momentos más hermosos de mi vida.

Me recuerda lo mucho que una vez significó para mí, y al mismo tiempo me sorprende saber de lo que es capaz y lo que hizo. Al principio no sé si responder o rechazar la llamada.

231

Unos segundos más y tomo una decisión.

—?Hola?— Hablo en voz baja.

—Lydia.—Parece sorprendido, como si no esperara que respondiera.

Espero.

—?Qué... qué pasa?— pregunto.

Estoy tan sorprendida al principio, que no sé ni qué decir.

—Tienes que estar bromeando—. Finalmente suelto.

Está en silencio. Puedo oírle tomar aire en sus pulmones con fuerza, y suspira. —No tengo ni idea de por dónde empezar.

—Entonces, ?por qué llamas?— Siseo.

De repente, no puedo controlar la rabia que me ha estado enfureciendo durante semanas. No puedo soportar más estar sentada en





la tumbona. Me levanto. Puedo sentir los ojos de Ofelia sobre mí, pero no la miro. Voy al jardín y trato de controlarme.

El rociador está encendido, me alejo para que no me moje.

—Quería disculparme—, comienza Cyril.

—Un poco tarde—, digo con amargura.

—Tienes derecho a estar enojada conmigo—, asegura rápidamente.

—Lo entenderé si nunca quieres volver a hablar conmigo. Te llamé para disculparme. Yo... siento mucho todo lo que ha pasado.

Apenas trago saliva e intento controlar el ardor debajo de mis párpados. La amistad con Cyril siempre ha sido importante para mí. El hecho de que terminamos en la cama es el resultado del exceso de alcohol y un corazón roto, que quería olvidar a toda costa. Fue maravilloso, pero al mismo tiempo imprudente y tonto. Y si supiera que Cyril contaba con algo más, nunca hubiera permitido que esto sucediera.

232

—Cyril, me doy cuenta de que te lastimé—, le digo con voz temblorosa. —Pero hacer algo así...

—Lo sé.

—No te importó si destrozabas la vida de alguien. Estuviste cerca de hacérselo a Ruby, perdería su lugar en Oxford. Sin mencionar lo preocupado que estaba James por este asunto.

—No lo pensé—, dice.

—?Mentira!— Estallo. Me encantaría pisotearlo a lo largo del camino, estoy tan enfadada. —Cyril, nos conocemos desde hace 18 a?os.

No haces nada sin una cabeza fría, eres como James en este aspecto.

Sabías exactamente lo que iba a pasar. Sabías cuáles serían las consecuencias.

Está en silencio y lo escucho respirar rápido.





—Quería que todo fuera como antes. Quería que tú y James volvieran a mi vida, y no me importo quién pagara por ello, mientras estemos juntos de nuevo. Pero ahora sé que cometí un error. Siento mucho lo que hice.

Nunca he oído tales palabras de él. Normalmente parece controlarlo todo: así mismo, a sus amigos, al mundo entero. Pero ahora parece haber perdido el control.

—No sé si puedes perdonarme. No sé si puedo perdonarme a mí mismo—, se?ala. —Pero si quieres darme otra oportunidad, puedes contar conmigo. Eso es todo lo que quería decirte.

Oigo desesperación y arrepentimiento en su voz, pero sobre todo sinceridad. Va en serio. Pero no sé si se le ocurrió que no soy la misma persona que era hace seis meses. Mi vida ha cambiado en ciento ochenta 233

grados, mientras que él se ha aferrado al pasado.

No sé cómo decirle lo mucho que Graham y nuestra relación significan para mí. Ni siquiera sé si Cyril tiene derecho a tal explicación después de haber abusado tanto de mi confianza. Pero hay una cosa que tengo que decirle, porque si no...

No veo la oportunidad de que todos miremos hacia adelante.

—Tengo que decirte algo, Cyril—, le digo seriamente.

—?Sí?

Respiro profundamente. —Mi padre no sólo me echó porque estoy con Graham. Me echó porque estoy embarazada.

Puedo escucharlo respirar ruidosamente. Segundos de silencio pasan.

Subo mis dedos y saboreo el toque de hierba cálida bajo mis pies.

—No sé qué decir ahora—, finalmente admite con voz ronca.





Yo tampoco lo sé. No quiero lastimarlo más, pero creo que es hora de aclarar esto de una vez por todas. —Lo siento si te duele, —le digo sin poder hacer nada. —Pero quiero ser honesta contigo.

Mona Kasten's Books