Save Us (Maxton Hall #3 )(59)
Trago saliva ruidosamente.
—Vinimos por ti.
Cyril se tambalea por todos lados. No me quita los ojos de encima.
Sus ojos están brillando.
—Ven—, le digo y asiento con la cabeza hacia la puerta. Y luego tomo su brazo y lo tiro de la mesa con Wren.
Hay gritos de desilusión a nuestro alrededor, por el rabillo del ojo veo a alguien tomando el lugar de Cyril en la mesa e inmediatamente está exigiendo alcohol.
Tratamos de apoyar a Cyril, Wren a la izquierda, yo a la derecha, pero de vez en cuando cae al suelo inerte.
—Jesús, Cyril, ?no puedes ayudarnos un poco?— Jadea Wren.
Cyril murmura algo en respuesta, pero apenas puedo escucharlo, en este punto llegamos a la puerta ... Y Ruby no está allí.
Maldigo por lo bajo y busco a Alistair y Kesha que están mirando el mismo lugar.
—?Donde esta ella?— Pregunta Alistair.
Kesh, el más alto de nosotros, está mirando a todas partes. Al ver su 213
rostro serio, supongo que la encontró.
—En las escaleras. Con McCormack—, agrega, y yo miro en esa dirección. Muevo el hombro de Cyril a los hombros de Kesh y le aprieto contra el.
—?Beaufort!— McCormack grita al verme. Pone su mano en la barandilla cerca de Ruby. En la otra sostiene una copa. —Qué lindo que viniste. Aunque no recuerdo haberte invitado—. Habla cortésmente, como si estuviera saludando a un viejo amigo, aunque todos sabemos lo contrario. —Veo que te encargaste de ese imbécil—, continúa. él mira a Cyril de arriba abajo con disgusto. —El imbécil vomitó en el ba?o.
No seré provocado. Realmente no. Pero luego mueve su mano de la barandilla a la cadera de Ruby.
—?Qué te trae por aquí?
Ruby se aleja de él al mismo tiempo que doy un paso adelante.
Abro la boca, pero Ruby es más rápida.
—No me toques, por favor—, dice cortésmente. Tomo su mano cuando él se para a mi lado.
McCormack la mira a ella. Su sonrisa burlona se ensancha aún más.
—Por favor, qué lindo. Ahora que todo está claro, puedes irte. No necesito tanta basura aquí.
Siento mi pu?o cerrarse reflexivamente. —Ten cuidado con lo que dices,— siseo.
—Déjalo, James—, me recuerda Wren en voz baja.
—Escucha al perro, Beaufort.
Doy un paso hacia él, pero de repente Alistair se para a mi lado y 214
agarra mi mano. Lo miro enojado.
—La última vez que lo ataqué, me mezclaron con lodo, así que es mejor que me escuches—, dice. —Tenemos cosas más importantes que hacer.
Sé que tiene razón, pero aún así, estoy furioso. Cuando McCormack me provoca, es una cosa. Pero cuando insulta a mis amigos y a Ruby, todo en mí exige que le devuelva el golpe.
Pero ahora miro a Ruby e imagino lo que dirán sus padres cuando llegue a casa con un ojo morado o un brazo roto.
No estarán encantados, eso es seguro.
Casi no trago saliva y me doy la vuelta. Kesh y Wren lideran a Cyril.
Tomo la mano de Ruby.
Juntos nos vamos de la fiesta.
18
Debemos ser una vista interesante cuando caminamos con Cyril por las calles vacías de East View. Al principio no es capaz de caminar, avanzamos sólo porque Kesh y Wren lo arrastran entre ellos, pero cuanto más caminamos, mejor lo hace. Cuando, después de unos pocos kilómetros, finalmente llegamos a un pub que está abierto a esta hora, vuelve a tomar conciencia
Se cae con fuerza en el banco. Wren y Kesh se sientan a su lado, Ruby y yo enfrente. No nos está mirando.
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Cuanto más lo miro, más me preocupo. Creo que James piensa de la misma manera, porque su rostro es una mezcla de compasión, cuidado y rabia. Después de lo que Cyril le hizo a él, a Lydia y a Ruby, lo entiendo perfectamente.
—?Por qué no nos dices porqué diablos fuiste a la fiesta de McCormack?— Wren pregunta con holgura forzada.
Nos llegan las bebidas. Agua para Cyril, coca-cola para los demás, aunque vi a Kesh y Wren echar un vistazo a la licorería.
—Para olvidar—, dice Cyril brevemente. Intenta hablar con claridad.
Se ve terrible: su cara es roja, su cabello está en vainas, y en una camisa blanca hay manchas cuyo origen prefiero no adivinar.
—Te invité al alféizar de la ventana, también olvidaste eso.
—Claro, esa fue una invitación honesta—. Cyril es un sinvergüenza.
—?Qué te pasa?— Wren está sorprendido. Cyril frunce los labios en una línea estrecha y mira hacia otro lado. —Amigo, sé cómo te sientes.
Yo...
—No sabes una mierda—. Cyril silba. —No tienes ni idea de lo que se siente al perder todo lo que amas. Lo que es el cargo de conciencia porque todos tus amigos te odian.
Silencio. Creo que todos estamos conteniendo la respiración.
—Nadie te odia, Cyril—. Por fin estoy hablando en voz baja.
Cyril sólo aprieta los dientes. No tengo ni idea de lo que pasa por su cabeza, pero las manchas rojas en sus mejillas y cuello nos dicen lo difícil que es esta conversación para él.