Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(10)



—Formaremos parejas de lectura —empezó a explicar—. En todo el semestre debatiremos y trataremos de entender nuevas perspectivas. ?Por qué para algunos las cosas son azules o para otros son amarillas? Intentaremos entender eso, así que escojan a una persona y cambien de mesa si es necesario.

Giré la cabeza para escoger a alguien o para ser escogida, preparada para mi primera interacción social exitosa, pero solo vi el asiento vacío a mi lado porque por distraída y confiada no me había fijado en una cosita: el salón se había llenado, pero nadie se había sentado junto a mí. Mi mesa era la única con un solo integrante.

Alrededor, los estudiantes se movieron de un lugar a otro para ubicarse con su pareja. Esperé a alguien, intenté hablarle a alguien, pero todos me ignoraron y evitaron mi mirada. Hicieron como si en mi silla no hubiera una persona, solo aire.

Dejaron el mensaje muy claro: nadie quiere formar pareja contigo.

Al final me quedé sola. Se hicieron las parejas y a mí no se me paró ni una mosca. ?Que si eso me impactó? Por supuesto, pero lo disimulé.

—Derry —me dijo la profesora Lauris por encima de las voces de los estudiantes al darse cuenta de la situación—. Compartirá sus opiniones conmigo.

Genial. Y además mi pareja sería la profesora, como si fuera una ni?a de primaria rechazada, algo que nunca antes me había sucedido.

Alguien se burló por lo bajo, pero no supe quién. Decidí no dejar que eso no me afectara. éramos adultos, ?no? Lo tomé como un adulto.

—Bien —continuó la profesora, de nuevo frente a la pizarra, ya con la clase tranquila y en silencio—. Anotaré algunos...

Se interrumpió de repente porque alguien llamó a la puerta del aula.

Todos miramos hacia la entrada. Ya con quince minutos de clase iniciada, Adrik Cash se encontraba de pie bajo el marco de la puerta. Sostenía su mochila con una mano, y lo envolvía un aire somnoliento, con el cabello demasiado desordenado. No tenía cara de querer estar ahí. De hecho, parecía que acababa de levantarse y que había ido a clase solo para que no le pusieran falta.

En cualquier otro caso, era obvio lo que debía suceder ahora: una reprimenda de la profesora y la prohibición de entrar, pero no era así para los Cash. Nunca era igual para ellos. Yo no lo sabía del todo en ese momento. Lo fui descubriendo poco a poco. Era como si el mundo se obligara a funcionar diferente para adaptarse a lo que fuera mejor para los tres hermanos. Eran impunes a lo que se solía castigar. Tenían puertas abiertas donde solo había muros para otros. Eran superiores solo por su sangre y su historia.

Así que la profesora le dedicó una sonrisa afable, sin reproche. Incluso me dio la impresión de que se alegraba de verlo allí.

—Cash, pase —le dijo, se?alando el interior del aula—. Ya se me hacía raro que no estuviera aquí. Me temo que se perdió la elección de parejas; trabajará con Derry, que ha sido la única que se quedó sola.

El silencio fue sepulcral.

—?Es necesario? —preguntó él tras un momento.

—Sí, esta vez no lo dejaré trabajar solo. —No dio derecho a réplica la profesora—. El trabajo en grupo es importante.

Pensé que diría algo más, pero Adrik avanzó hacia la mesa sin decir palabra, todavía casi arrastrando la mochila. Algunos se susurraron cosas y luego me miraron. Yo me mantuve quieta, sin dejar traslucir nada que pudiera dar de qué hablar.

Llegó hasta el lugar vacío y se sentó a mi lado. Dejó caer la mochila, colocó los antebrazos sobre la mesa y miró al frente. Una suave brisa que olía a loción de afeitar masculina me golpeó la cara y amenazó con causarme alergias. Nota que no necesitas: casi todo me hacía estornudar y terminaba enojada por estornudar tanto.

La clase continuó.

—Anoten los nombres de los autores que estudiaremos este semestre —explicó la profesora, de espaldas a nosotros—. Mientras tanto, tomen una hoja y pregunten a su compa?ero sus gustos literarios.

Abrí mi libreta y saqué una hoja. Tomé un bolígrafo, hice dos columnas con nuestros nombres y me quedé en silencio por un instante. La verdad era que no quería preguntarle nada a Adrik. Otro de mis grandes defectos: era orgullosa, pero eso seguramente ya lo notaste, jejé.

Igual no fue necesario.

—El retrato de Dorian Gray —dijo él de repente, sin mirarme.

Me dejó extra?ada. A mí también me gustaba mucho ese libro. No había leído todos los libros del mundo, claro, pero durante un largo tiempo en el que no había tenido ganas de socializar con nadie, leer se convirtió en uno de mis refugios, y ese tipo de historias que reflejaban los errores y la podredumbre humana eran de mis favoritas.

Anoté el título en las dos columnas. Después golpeé la hoja con la punta del bolígrafo, pensativa.

—?Por qué te gusta? —no pude evitar preguntar.

Adrik se tomó su tiempo. Incluso pensé que iba a ignorarme como el resto de los alumnos, pero un momento después alzó los hombros.

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