El mapa de los anhelos(60)
—Me ha dejado. Pensaba que lo nuestro era profundo y especial, pero he sido una estúpida. Está claro que ese tipo de amor que nos venden como manzanas o peras por el que dos personas son capaces de superar todas las dificultades que se les presentan no existe. Ahora todo es… insustancial. Dejemos de ver películas, Grace. Sería más útil invertir ese tiempo en hacer ganchillo o en algún curso de repostería creativa…
Las hermanas Peterson siempre hemos tenido tendencia a irnos por las ramas y perdernos entre bifurcaciones, así que la interrumpí para decir: —Ni siquiera sé de quién estamos hablando.
—Se llama Kevin. Lo conocí jugando al ajedrez online, hablando por el chat durante una de las partidas. —Sorbió por la nariz y negó con la cabeza—. Conectamos de inmediato y enseguida empezamos a hablar de otras cosas. Nos mandábamos mensajes a todas horas, sobre todo por las noches. Llevábamos así un par de meses.
—No lo entiendo. ?Por qué no me dijiste que tenías novio?
Entonces, cuando alzó la barbilla, vi algo en su semblante que me descolocó: una especie de crispación contenida, un mar agitado, una emoción oculta.
—Grace, ?puedes dejar de mirarte el ombligo por un instante y focalizar en lo importante? Ya sé que te sorprende que no te lo cuente absolutamente todo, pero ?sabes qué?, estoy cansada. Estoy cansada de que cada detalle de mi vida sea público, hasta el punto de que en un dichoso papel se especifique cuántas defecaciones he hecho al día. ?Tanto te sorprende que quiera proteger algo, quedármelo solo para mí?
Era Lucy, la Lucy que conocía, pero también otra, con el pelo revuelto, los ojos hinchados y el labio inferior temblándole. Supongo que todos tenemos dos caras, anhelos velados, desenga?os que guardamos bajo llave. ?Es posible conocer completamente a alguien? Yo no lo creo. Las heridas son propias, compartidas pero propias. Las grietas del corazón tienen la medida exacta para que tan solo el que conoce cómo se han abierto pueda colarse dentro. Y las emociones son meandros infinitos.
—Lo entiendo —le aseguré.
Ella cogió otro pa?uelo y suspiró.
—En cualquier caso, ya no importa.
—?Qué es lo que ha ocurrido?
—Hablábamos mucho, pero no le conté nada sobre mi enfermedad. Lo omití porque quería estar segura de que lo que había entre nosotros era real y creo… —Fijó la vista en algún punto indeterminado—. Creo que por una vez me apetecía ser normal, solo una chica conociendo a un chico. Pero conforme fue pasando el tiempo me convencí de que tenía que explicarle mi… condición. Así que se lo dije. Le conté las complicaciones de los últimos a?os y que entro y salgo del hospital cada dos por tres…
—?Y? —pregunté, pero el corazón me empezó a doler antes de escuchar la respuesta. Mentalmente grité: ?No, no, no, estúpido Kevin, seas quien seas, no puedes hacerle esto a mi hermana. No puedes. Arréglalo cuanto antes?.
—Ya no ha vuelto a escribirme.
25
Feliz cumplea?os
Hay algo macabro en la idea de no querer crecer y cumplir a?os, porque la única forma de conseguirlo es muriéndote. Lucy siempre tendrá veinticuatro, yo hoy cumplo veintitrés y, dentro de poco, seré mayor que mi hermana mayor, algo que me obsesiona. Cuando intento hacer un balance de mi vida y pensar qué he hecho durante toda mi existencia, tan solo soy capaz de rescatar que en una ocasión salvé a Lucy. Es patético porque ni siquiera puedo recordar el momento de gloria, la peque?a haza?a que marcó mi vida, todas nuestras vidas. Pero no hay nada más. No encuentro ninguna otra cosa rese?able que valga la pena anotar en el currículum de mi existencia. No he pasado mis días trabajando en una protectora de animales o ayudando a ancianas a llevar las bolsas de la compra. No he desarrollado un brazo robótico con piezas de Lego para ni?os que han sufrido una amputación, como vi el otro día en la televisión que había hecho un joven, ni tampoco he encontrado y sacado a la luz la obra secreta de alguna artista magnífica como en el caso de Vivian Maier.
Todavía no he conseguido averiguar qué quiero hacer con mi vida, así que es bastante difícil que logre hacer algo por los demás.
En esencia, cumplir a?os me aterra porque me pregunto si, en algún momento, cuando llegue este día, seré capaz de decir: ?Ahora sí sé quién soy, lo logré?.
?Es posible alcanzar los cincuenta, los sesenta, los setenta y seguir teniendo las mismas dudas que te asaltaban en la veintena? ?O quizá los problemas serán otros, todavía más complejos y existenciales, más retorcidos y profundos? Me preocupa no ser capaz de comportarme como debería hacerlo una persona adulta. Para empezar, ?qué significa esa palabra? ?Que llega un momento concreto en la vida en el que debes ser totalmente resolutiva, tener unas metas claras, tomar grandes decisiones y mostrarte siempre serena?
Me miro en el espejo de la habitación y tomo aire. Son las siete de la tarde y Will está a punto de recogerme. Apenas hemos hablado desde la improvisada escapada de la semana pasada que terminó con él y yo sumidos en un silencio tenso durante el desayuno y el trayecto de regreso, pero anoche recibí un mensaje que decía: ?Siguiente casilla, tu cumplea?os. No hagas planes a partir de las siete, pasaré a buscarte?.